Diario de Castilla y León

Un vino con el que recuperar la tradición

BODEGA CARREPRADO (Alba de Cerrato, Palencia) En el centro del triángulo que forman las denominaciones de origen burgalesas Ribera y Arlanza con la palentina Cigales se encuentra la Bodega Carreprado que recupera la tradición vinícola de la comarca del Cerrato. 

Publicado por
D.ANDRÉS
Valladolid

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Hubo un tiempo en el que los campos de la comarca del Cerrato palentino estaban teñidos del verde de las vides en vez del amarillo del trigo y cada familia tenía su propia bodega en la que elaboraban el vino que servía para sobrellevar el duro trabajo en el campo y las comidas en familia. Durante siglos esa tradición vinícola se traspasó a través de padres que enseñaban a sus hijos el arte de hacer un buen vino.

Después, esa tradición se fue perdiendo y las viñas fueron cediendo terreno a cultivos mucho más extensivos. Muy pocas continuaban con la elaboración propia de sus vinos y las bodegas comenzaron a cambiar su propósito de lagar hacia el de centro de reunión y marco de celebraciones con la familia y los amigos. Esas pintorescas edificaciones excavadas en la tierra han quedado en la actualidad como los vestigios de la tradición vinatera del Cerrato y que hoy la familia Mélida trabaja por devolver con su Bodega Carreprado.

Situada en la localidad de Alba de Cerrato, un pueblo de apenas 90 habitantes, esta bodega familiar se caracteriza por encontrarse, casi de manera exacta, en el centro geográfico de la confluencia de los vinos de Arlanza, Ribera y Cigales de los que apenas les separa veinte kilómetros. Gracias a su elaboración tradicional, prácticamente artesana, y al buen hacer de José Ignacio y Álvaro Mélida, los vinos de Carreprado se están haciendo un hueco en el mercado con apenas unos meses de vida desde su lanzamiento. Tanto es así que uno de sus vinos tintos ya ha conseguido el reconocimiento de expertos en diferentes certámenes y cuentan con el certificado de la IGP Vinos Tierra de Castilla y León.

Pero la historia de Bodega Carreprado surge, hace veinte años cuando José Ignacio Mélida comienza a cuidar el antiguo viñedo de su suegro en Becerril de Campos. Así, entre uvas garnacha y tempranillo, se crio su hijo Álvaro que le ayudaba en las labores de atender las vides cuando apenas era un niño. De allí sacaban uva que después vendían a un productor de aguardiente.  A partir de ahí el sueño de poder elaborar su propio vino fue tomando forma en la cabeza de José Ignacio y en 2007 volvió a su pueblo, Alba de Cerrato, para plantar media hectárea de viñedo que serviría para hacer el vino que se consumía en casa y que en un principio se elaboraba en la bodega subterránea de la familia. 

Una década después reformaron un pequeño corral para tener unas instalaciones nuevas donde elaborar sus vinos de la manera más adecuada y dejar la cochera donde habían realizado la vendimia durante años. Con las instalaciones ya puestas en marcha y después de cursos y formación en vinicultura, en 2018 decidieron presentar su vino a un concurso de vinos no comerciales en Cigales. Allí se llevaron el premio al mejor vino tinto, algo que repitieron el mismo año en otro certamen en Dueñas. Ese fue el empujón necesario para ponerse en marcha y crear su propia marca comercial, algo que siempre había sido un sueño por alcanzar y que pronto verían materializado. 

Como recuerda Álvaro Mélida, siembre habían recibido muy buenas opiniones de aquellos que probaban su vino, pero el reconocimiento por parte de expertos sumilleres fue clave para decidir dedicarse a ello en cuerpo y alma y comenzar a comercializar su marca. Con una pandemia de por medio que paralizó sus planes para sacar al mercado su vino, en octubre de 2021 dieron a conocer sus vinos en la Feria del Queso y del Vino de Baltanás donde también se realizó una cata en la que se valoró muy bien su vino tinto ‘de autor’.

La característica principal de los vinos de esta pequeña bodega es su calidad que se consigue con el trabajo diario. Desde el cuidado del viñedo, la vendimia que hacen a mano padre e hijo, codo con codo, hasta el etiquetado de cada una de las botellas o las labores de comercialización. Como destaca Álvaro Mélida, un gran hándicap como no pertenecer a ninguna Denominación de Origen, que de por sí aporta muchas ventajas a la hora de dar a conocer los vinos, se debe suplir con un trabajo impecable que tenga como resultado un vino que destaque por rozar la excelencia. «La denominación te da un nombre, un reconocimiento. En nuestro caso, al no tenerlo, tenemos que ir con la calidad de nuestro producto por delante. Es decir, no estoy en denominación, pero vas a probarlo y vas a ver que te va a gustar porque es bueno». 

En cuanto a sus características en boca, la proximidad al límite con la DO Ribera del Duero hace que su terroir sea muy parecido y que además compartan también el clima, con días muy cálidos y noches frescas en las que la oscilación térmica es más que importante. Con todo ello se consigue un vino con notas frutales y con un punto a frutos rojos muy agradable que está muy presente en su tinto roble al que se le suma un toque de madera que consiguen con tres meses de crianza en barricas de roble francés y de roble americano. Por su calidad, este vino se ha incluido dentro del sello de garantía de la IGP Vinos de la Tierra de Castilla y León. Por su parte, su vino joven, reposado sólo en los depósitos de acero inoxidable es un vino muy limpio, de color brillante, muy suave y con un sabor muy bien equilibrado y estructurado en el que esos aromas a frutos rojos están mucho más marcados, al no estar influenciado por el sabor a madera.

La labor que llevan a cabo José Ignacio y Álvaro Mélida desde hace ya quince años ha servido además para recuperar los viñedos en Alba de Cerrato. A la media hectárea con la que comenzaron a trabajar, se suman ahora otra más que plantaron en 2020 y una que ya tienen preparada para mayo de 2023. A estas dos hectáreas y media de viñedo propio hay que sumar uva procedente de la localidad cercana de Cevico de la Torre con lo que esperan llegar a una producción de 15.000 kilos, unas 18.000 botellas anuales.

Entre los planes de futuro de la familia Mélida está conseguir en un futuro cercano un buen crianza e incluso un rosado que vaya completando la oferta de Bodega Carreprado.

A partir de ahí el objetivo es seguir trabajando para conseguir el sello de garantía de la misma manera que ya lo tiene su tinto roble y por supuesto seguir creciendo para que el sueño continúe siendo una realidad.

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