Diario de Castilla y León

Solo dos toros completan el cuarto encierro de Cuéllar

Complicado festejo popular en la localidad segoviana con cuatro toros anestesiados y dos caballos corneados 

La villa de Cuéllar celebra el cuarto encierro, declarados Fiesta de Interés Turístico Internacional, con toros de la ganadería de Valdemoro.- ICAL

La villa de Cuéllar celebra el cuarto encierro, declarados Fiesta de Interés Turístico Internacional, con toros de la ganadería de Valdemoro.- ICAL

Publicado por
César Mata

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Una diáspora de astas, una rebelión a bordo, a veces tan coordinada entre los cornúpetas de Valdemoro que parecía una estrategia tramada de antemano. El encierro, ya desde la suelta, tuvo la complicación propia de las cosas que son de verdad. Y por ello imprevisibles. Solo cabe la huida cuando preexiste la libertad. Lo demás son mandangas, o cosas de la posverdad. Memorias desmemoriadas para alterar el presente. Pero aquí, no cabe el camelo. Son ya demasiados siglos en los que encerrar es un mandato de fidelidad, de generación en generación, pero nunca una certeza. Quien quiera que todos los toros lleguen al ruedo debe acudir allí donde se corren toros por las calles, aunque le llamen encierro. Aquí aún andamos con el Casio, sin Rolex. El tiempo analógico, el que da cornadas en un espacio polvoriento.

El caso es que el desmembramiento de la manada fue temprano , tanto como el giro de las bisagras de los portones de custodian los corrales del Puente Segoviano, en la espesura que bordea el río Cega. Galope sostenido de los cinco bureles negros y el castaño, con un arreón de uno de los ejemplares hacia su derecha, en una tentativa que dejaba ya su tarjeta de visita. Toros bien armados, de tranco contundente. Serios, serios de verdad. Y con temperamento.

El mar de pinares ahogó cualquier expectativa de conducir a mansos y bravos al unísono, en un grupo compacto. Ninguno de los de Valdemoro se sentía gregario, así que lo de formar un pelotón no iba con ellos . Demasiados gallos en el gallinero como para mantener la formación. Con cuentagotas y en tiempos espaciados se fue produciendo el paso por Las Máquinas, para sobrepasar el arroyo Cerquilla en una estrechez que dispara apetitos secesionistas. Un grupo de caballistas se afanó hasta el extremo para lograr que dos toros rezagados llegaran hasta el rastrojo acompañados de cuatro bueyes a los que se separó de su piara global.

Por el rastrojo todo eran líneas inconexas y direcciones extraviadas en el devenir de los cornúpetas. Un sindiós guiado por un GPS escacharrado. Trayectorias centrífugas y movimientos de tropas equinas en constante movimiento. Todo menos la quietud sostenida que tanto ayuda a hermanar. Imposible retener los ánimos evasivos de los toros de Valdemoro. Algún descanso parcial, siempre en vigilia.

Con los bueyes apenas llegaron dos astados al embudo, que se introdujeron en las calles de la villa mudéjar, si bien fue un toro solitario y encampanado el que hizo acto de presencia primero en el último tramo del recorrido campero del encierro. Un espectador temerario, ignorante del riesgo, estuvo a punto de tomar una ración de pitones, pese a los avisos desesperados de público y caballistas. Finalmente, optó por echarse cuerpo a tierra y el toro no se apercibió de su presencia. Una res que acabó regresando al campo abierto, y fue anestesiado junto al poste conocido como del majuelo, o de Chema y Pallín.

Otro toro también compareció sin compañía en la meseta previa al embudo . Acabó deslizándose hacia la boca estrecha de la cuesta, donde se le introdujo en un corral de emergencia. Que resultó precario y peligroso, pues rompió las chapas que hacía de ilusoria pared. Necesita una reforma. Y un cursillo su ingeniero.

Rito caótico, que certifica la calidad del festejo, y la realidad legítima de llamarlo encierro, si bien interroga sobre la coordinación de los elementos que confluyen y conforman una denominación de garantía. Un desorden imprevisible, y un esfuerzo arriesgado de los caballistas que dirigen la conducción del ganado. Con dos monturas heridas por asta de toro. Este jueves, con los núñez de Alcurrucén puede llegar la redención. Para consumar un rito que reconforta en su comunión entre naturaleza y oficio campero.

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