Diario de Castilla y León

Un nuevo comienzo, lejos de un sueño horrible

La familia de Katerina y Faig huyó de Kiev tras ver morir a cinco personas al lado de su casa

El grupo de ucranianos acogidos en El Espinar (Segovia). Imagen de archivo- E. M.

El grupo de ucranianos acogidos en El Espinar (Segovia).- E. M.

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Redacción
Valladolid

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Katerina Kuzminykh, de 79 años cumplidos en enero, no quería irse de Kiev, donde ha vivido toda su vida. Nunca imaginó tener que salir de su país, tener que emprender el viaje más duro de su vida hasta llegar a Polonia. El punto de inflexión fue ver morir a cinco personas que vivían al lado de su casa , tras uno de los bombardeos rusos. Junto a su hija, su yerno y su nieta se subió a un avión de Mensajeros de la Paz para llegar a España, al municipio segoviano de El Espinar. Sus ojos azules llenos de lágrimas transmiten el horror que deja atrás y el agradecimiento a quienes les han acogido como si fueran familia.

Katerina necesita andar ayudada por dos bastones pero con la fuerza y el coraje de quien ha vivido experiencias que nunca pensaba que iba a tener que afrontar, se animó a compartir con los periodistas segovianos, en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Espinar, el sufrimiento que está padeciendo el pueblo ucraniano y la experiencia personal de su familia. 

Con la voz entrecortada por la emoción y con la ayuda de Igor con la traducción, Katerina solo tuvo palabras de agradecimiento para todos los que han ayudado a su familia para ponerse a salvo. Perdió a su marido hace dos años y ha sufrido dos infartos, quería seguir en Kiev, ciudad en la que durante muchas décadas fue profesora de escuela, pero los bombardeos rusos le hicieron cambiar de opinión. 

“Gracias”, repite una y otra vez esta mujer ucraniana, con una mirada especial para Virginia, que junto con su cuñada, regentan un hostal en El Espinar, donde han acogido a esta familia. Son pocas horas juntos, pero ya hay complicidad entre ellas, aunque no hablen el mismo idioma. Katerina dijo que sabe que aquí “van a tener una vida mejor” , por lo que no tiene palabras para “agradecer a toda la gente que ha acompañado a su familia y les ha recibido aquí de este modo”.

Palabras muy parecidas de agradecimiento de su yerno, Faig Budaqov, de 65 años. Nació en Azerbaiyán, de madre ucraniana, país que siempre ha sido segunda patria. Vivía en Kiev desde hace más de 20 años. Con f ormación militar , conoce bien que “la guerra es desastrosa” pero nunca “pensaba que iba a pasar en Ucrania, que tendría que dejar atrás las casas destruidas y tener que marchar del país”.

Lo que está pasando en Ucrania, según Faig, es “un sueño horrible”, que él pensaba que nunca le iba a pasar. “Un sueño que no va a terminar porque cuando te despiertas, sigue la guerra”, confesó. A su familia les recibieron muy bien al llegar al Polonia, pero había mucha gente en la frontera , cuando les dieron la opción de venir a España, les pareció muy buena idea . “Sabíamos que era un país que está ayudando mucho a la gente que escapa de la guerra”, afirmó. Esta familia ucraniana está formada por la abuela Katerina, Faig, su mujer y su hija, de corta edad.

No tenían lazos familiares o de amistad con ucranianos que ya residen en nuestro país, como la mayor parte de las personas que formaron parte de este primer contingente de refugiados que llega a El Espinar. Fueron una de las familias vulnerables que una organización de ayuda humanitaria de Polonia pasó en un listado a Mensajeros de la Paz para que pudieran encontrar en España una salida a su situación.

Bolsas con chuches y juguetes

La familia de Katerina y Faig forma parte del grupo de 14 ucranianos que llegaron este domingo a El Espina r e invitados por el Ayuntamiento asistieron a la rueda de prensa de Mensajeros de la Paz y la Asociación Cueva Valiente. Los espinariegos y voluntarios de Mensajeros se volcaron con los más pequeños. Nada más acabar este encuentro con los medios de comunicación, entraron en el salón de plenos del consistorio con bolsas de caramelos y chuches para los seis menores de edad. Entre ellas, las pequeñas Margarita, de cinco años, y Sofía de ocho, informa Ical.

Sus caras se iluminaron al tener en las manos las dos bolsas con caramelos. Una sonrisa de satisfacción que compartieron con sus madres. Una de ellas habla un poco español y donde no llega, está la tecnología para echar una mano, con el traductor de los teléfonos inteligentes. Estos niños y niñas ucranianos también recibieron otras sorpresa, poder elegir un juguete que llevarse a su nueva hogar. Pequeños gestos cotidianos para  hacerles sentir que vuelven a una relativa normalidad. También les está preparando un programa especial para que pueden ir al cole. 

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