Diario de Castilla y León
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Corría julio de 2019 y los por entonces encorbatados diputados socialistas se rasgaban las vestiduras tras un discurso de Albert Rivera en la tribuna parlamentaria. 

El aparato comunicativo del PSOE se escandalizó por la osadía de Rivera de referirse a la estrategia política de Sánchez como el «Plan Sánchez» y a sus socios parlamentarios, llegados desde los extremos de la política, como «su banda».

Se escandalizaron también muchos medios que achacaban a Rivera un lenguaje «casi violento» e incluso consiguieron escandalizar a algún que otro acomplejado que por entonces trataba de convencernos de las bondades de investir al personaje como si acercarnos mucho a los malos los fuera a convertir, por arte de magia, en buenos.

Rivera habló en la tribuna de un «Plan Sánchez» para diez años que pasaba por asaltar las instituciones del Estado (por aquel entonces pensábamos más en TVE y en el CIS que en la Fiscalía y en el Tribunal Constitucional), por blanquear a sus socios (y pensábamos más en Otegui que en Puigdemont) y por atacar a los constitucionalistas que habían defendido la unidad de España en Cataluña para satisfacer así a sus socios separatistas.

Han pasado poco más de cuatro años y el Plan Sánchez se ha desarrollado con un guion bastante similar al que pronosticaba Rivera. Los cambios que ha sufrido han sido en todo caso a peor, provocados por la necesidad de Sánchez de abonar un peaje tras otro para mantenerse en el poder. 

La actual investidura de Sánchez ha tenido un precio aún mayor. 

El supuesto indulto a los golpistas no arrepentidos, que primero negó y luego otorgó, es hoy la más indecente impunidad, en forma de amnistía, para que quienes rompieron la convivencia en Cataluña regresen a España no como procesados por la justicia sino cómo dueños de las llaves de la Moncloa. 

Con los policías, guardias civiles y jueces que nos defendieron del Golpe en 2017 vendidos a cambio de siete escaños, ahora la independencia judicial como base del Estado de Derecho tampoco ha resultado ser para Sánchez un precio excesivamente alto a pagar con tal de seguir en el Gobierno.

Hoy, España es más pobre que en aquel verano de 2019. Más desigual. Menos garantista y por tanto, también, menos europea. Hoy la Constitución es más débil y sus enemigos son más fuertes. Hoy vivimos en un país peor. Pero el Presidente sonríe. Él, y sus socios, sonríen. Va a resultar que sí que había un Plan. Y que sí que había una banda.

 

Pablo Yáñez es Ex Diputado en el Congreso de los Diputados

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