Diario de Castilla y León

EDITORIAL

La obligación de los grupos de poner fin a la indecencia en las Cortes

Pleno en las Cortes.- ICAL

Pleno en las Cortes.- ICAL

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ES COMETIDO DE todos los grupos parlamentarios de Castilla y León poner fin a la indecencia y el lodazal en el que han convertido el parlamento. Y no vale la excusa de la tensión reinante ni la presencia de determinado grupo como elemento tensionador. En ningún plenario de las nueve provincias de Castilla y León, plagada de diputaciones, ayuntamientos u otras instituciones supramunicipales, con los mismos grupos actores se vive ni por asomo la indecencia con la que nos fustigan a los ciudadanos los 81 parlamentarios del lugar en el que reside nuestra soberanía autonómica. Es indecente. Simplemente, indecente. El comportamiento y las escenas constantes. 

Y en ello tiene mucho que ver VOX y mucho que ver el PSOE. El uno porque no sabe cómo encauzar su vocación como tercera fuerza parlamentaria y parte de un gobierno de coalición. Y el segundo porque reprime toda su frustración en la excusa de VOX y su máximo responsable, el vicepresidente de la Junta, que debería aprender de la experiencia que no tiene, pero que sí le dejó su antecesor como epicentro de todos los jaleos y altercados que ocurrían en la Comunidad. Ser el niño en el bautizo y la novia en la boda, seguramente sólo te conduzca a que tu partido acabe siendo el muerto en el entierro. Pero eso es una decisión que compete a VOX como en su tiempo incumbió a Ciudadanos. Seguramente acaben reescribiendo el ‘Vidas paralelas’ de Plutarco.

Lo que compete a Castilla y León es no ser un parlamento bananero, en el que ya sólo se va a cobrar enormes sueldos y a justificarlos haciendo el mayor ruido posible. Un parlamento de gestos y muecas, no de acción práctica y real. Un parlamento de carteles, cartelería y algaradas. VOX tiene el resto de apagar estas llamaradas si quiere que se reconozca su trabajo parlamentario. El PSOE, como partido esencial y de alternativa de gobierno, debe coger las riendas de una vez por todas de la oposición, en vez de dejarse arrastrar por un procurador que un día les dejó sin gobierno tras su primera victoria en 36 años. Un procurador que vive instalado en el rencor, la rencilla y la revancha, pero que dirige a la oposición por los caminos de la bronca, la bulla y el altercado en los que tan a gusto siempre se ha sentido. Y al PP no le vale con esconderse y eludir el conflicto para salvaguardar la cada vez más tensa convivencia con su socio de gobierno. El PP es el parido en el que los ciudadanos ha depositado su confianza mayoritaria. Para gestionar, para gobernar, para liderar, pero también para poner freno a la convulsión indecente e improductiva en la que se han instalado los políticos autonómicos.

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