Sólo falta que lo echen de casa
YA SÓLO QUEDA que lo echen de casa. Al tiempo. Lo han echado de todas partes. La última, de Ciudadanos. Aunque aguantó casi más que el propio Ciudadanos. Es un parlamentario no adscrito. ¿Le aplicarán las Cortes de Carlos Pollán el mismo rigor que le aplicaron las Cortes de Luis Fuentes, El Plácido, a la parlamentaria María Montero, cuando la montó y, en vísperas de la moción de censura, se ahuecó de Ciudadanos? Es posible que no, entre otras cosas porque Pollán es un tipo decente, que se viste por los pies y no le mueve la inquina. Vamos, que no es un mal bicho, ni un lacayo de nadie en el ejercicio de sus funciones, ni en el ejercicio de su desarrollo personal. El servilismo de Fuentes no lo veíamos desde que leímos Los Santos Inocentes, con el inigualable Paco El Bajo olfateando perdices para el señorito. El caso es que ahora el letrado mayor, que ya va siendo hora de que haga el trabajo por el que le pagamos los contribuyentes, aunque lo hayan colocado los de VOX, tiene que ejecutar con el mismo rigor con el que se ejecutó a Montero y se la mandó como una apestada a la biblioteca. Y por descontado, meterle mano en la billetera, que es lo que al expulsado de verdad le duele de la política. Lo demás son sermones y soflamas. Billetes. Estos vinieron por los billetes, y los apañan donde se los den. Ahora a varios se los dan en las caballerizas del PP. El caso es que al más fiel y firme representante del fascismo liberal ya no le aguantan los que eran suyos y se ha montado un chiringuito que caducará en cuanto haya que hacer un Bizum para sufragar la cartelería. El caso es intentar seguir en la palestra y agarrado a una poltrona desde la que despotricar contra todo hijo de vecino que no sea lo suficientemente plural y liberal como para no pensar exactamente como él, aunque cada día piense una cosa, en función de si la moral es de aplicación ajena o propia. Pronto no podrá pisar ni las calles del barrio, como le ocurrió en pandemia ¡Qué peste!