Diario de Castilla y León

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SE ESTÁ convirtiendo en habitual la anormalidad climática de que a estas alturas de año el buen tiempo presida la celebración de la Nochevieja y el Año Nuevo. Tan atípico es que el clima sea tan benevolente, que la comarca de Pinares que compartimos Burgos y Soria siguen brotando níscalos y boletus perfectamente sanos y apetecibles. Hay pruebas que lo atestiguan. Bien por ese lado, pero la ortodoxia climatológica dicta que a estas alturas del año las cumbres deberían estar nevadas y los escarchazos matutinos tendrían que ser habituales y no muy esporádicos. Ni siquiera hemos visto por las orillas del Arlanzón las nieblas que eran tan típicas del mes de diciembre. Tan sólo unos episodios de crecidas de los ríos en la cabecera por las fuertes lluvias han devuelto las estampas de años atrás, cuando el mes de diciembre venía con precipitaciones abundantes y deshielos ocasionales. Gracias a Dios, las crecidas en la cuenca alta del Arlanza, en la zona de Pinares, y su curso medio, desde el centro de Burgos camino de Palencia, ya no son de temer tras la regulación del río con la presa de Castrovido, una de las obras públicas en las que el Estado más ha hecho el ridículo. Decenas de años de tramitación siempre supeditada a la política. Bien lo sabe la exministra Narbona, capadora de esta presa y una de las verdugos de la central nuclear de Garoña. Hoy llueve tan poco en otoño que el pantano tardará en llenarse. El pasto en las cumbres se agosta y los vientos soplan sin traer el frío. Con la ropa de más abrigo en el armario, despedimos un año más en el que el clima nos descoloca en invierno y nos abrasará en verano, como el año pasado. No quiero ni imaginar las selvas en las que se convertirán nuestros montes a partir de la primavera. Espero que en este presupuesto récord para 2023, la administración haya destinado también mayores partidas para la gestión de los montes, la contratación de personal y haya guardado tiempo para sentarse a repensar la ordenación forestal de la Comunidad. Sinceramente, puestos a ser ecologistas, que es lo políticamente correcto hoy en día, me preocupa mucho más el estrés hídrico de los pinares de mi pueblo que el plástico que flota junto a las tortugas y delfines del mar de la China meridional. Que carguen ellos con sus problemas. Castilla y León debería hacer más por asegurar su independencia de las políticas ecológicas globalistas. Nadie conoce el monte como el pastor o el guarda y menos aún los que insuflan los movimientos radicales como los que esta semana han cobrado fama protestando contra cierta empresa cárnica por el radical método de enseñar las tetas. 

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