Diario de Castilla y León

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QUE el ritmo no pare. Llevamos ya varios meses sin ninguna cita electoral y los votantes empiezan a tener ya síndrome de abstinencia por la urnas. Menos mal que esta insoportable ausencia de elecciones se va acabar pronto con un nuevo año electoral que promete toda clase de anuncios populares, medidas sociales y promesas ilusionantes. No hay más que pisar la calle para detectar la ilusión de la gente por la cercana llegada de las campañas electorales, con sus coloridas caravanas, sus candidatos sonrientes y sus alentadores programas electorales.

El único problema es que tampoco conviene abusar para no convertir tanta cita electoral en un vicio. Con suerte en Castilla y León nos libramos de las autonómicas aunque parece que todo va a depender de las voluntades capitalinas. De Madrid al cielo o las urnas. Tanta descentralización, tanto Estado autonómico, tanta transferencia de competencias y tanta milonga regionalista y nacionalista al final para lo que digan al sur de Segovia. El caso es que no parece muy conveniente este frenético calendario electoral que apenas deja gobernar a los gobiernos, ejecutar programas, desarrollar políticas o gestionar planes con un mínimo de planificación, rigor y eficacia. Por otra parte la avalancha electoral que se nos viene encima acaba perjudicando directamente a los ciudadanos. Y no sólo por lo cansino que resulta, sino porque, no nos engañemos, la proximidad de elecciones condiciona de manera determinante la gestión. Las elecciones lo trastocan todo. Las prioridades cambian. Lo importante ya no es gestionar bien, mejorar los servicios públicos o resolver las problemas de los ciudadanos, sino hacer una buena campaña, transmitir buena imagen o vender méritos más o menos reales.

Y en Castilla y León no nos vamos a librar porque, pase lo que pase, la convocatoria de elecciones municipales y generales afectará también al Gobierno de coalición regional y a los partidos que lo componen. En el caso de Vox porque su líder nacional querrá vender en campaña la gestión en el único Gobierno autonómico del que forman parte y eso va a tensar mucho el Gobierno de Castilla y León en los próximos meses. Y en el caso del PP porque Feijóo tendrá que decidir si quiere aprovechar la situación política en Castilla y León para normalizar un pacto con Vox que puede necesitar para gobernar; o si quiere acudir a la cita electoral desprovisto de coaliciones que puedan utilizarse en su contra o perjudicar su imagen de moderación. De esa tensión y de esa decisión dependerá nuestra próxima fiesta autonómica de la democracia. Que el ritmo no pare.

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