El reto de construir consensos, no de dinamitar diálogos
Hay políticos, cada vez más, o simples aprendices de ello, que creen que la democracia dura 15 días, lo que tarda una campaña electoral y que concluye en las urnas. Hay que empezar a hacer pedagogía en el universo cada vez más mediocre de la política, para explicar que la democracia verdadera no acaba en las urnas. Bien al contrario, empieza en ellas. A partir de ese momento la madurez, la sensatez y la responsabilidad política tiene que animar a gestionar tanto la victoria como la derrota, al servicio de la ciudadanía. Cada uno en su papel, pero desde el compromiso y la responsabilidad que le han otorgado los ciudadanos en una jornada de 12 horas. La democracia empieza para los políticos en el momento en que se cierran las urnas y acaba el recuento.
Y a la política, sobre todo en tiempos de zozobra e incertidumbre, hay que llegar, además de con el conocimiento oportuno, con la intención de construir consensos, no de destruir diálogos. El consenso es eso que nos hace avanzar y progresar como sociedad. Para el que no lo entienda o lo desconozca, que acuda a nuestra ejemplar Transición, donde los políticos eran tipos y tipas de prestigio, y la política era el lugar para los mejores, no el estercolero en el que la están convirtiendo sus propios inquilinos.
El Diálogo Social en Castilla y León, con un horizonte crudo y duro por la guerra de Ucrania y la crisis consiguiente es un instrumento imprescindible y más necesario que nunca. Como fue un instrumento para que, por ejemplo, se obrara el milagro de Renault en esta comunidad. Eso es el Diálogo Social, Renault, no zarandajas que se alimentan ahora para destruir un mecanismo que nos ha permitido caminar hacia el futuro y que ha sido la envidia del resto de España, hasta el punto de que al resto no le ha quedado más remedio que copiarlo.
Al Diálogo Social hay que acudir con la pretensión de aportar y de afianzar. Lo que no se puede es acudir con la intención de montar un incendio, especialmente cuando caminamos sobre un horizonte incierto de napalm que nos ha proporcionado una pandemia y un virus enloquecido llamado Putin.
No parece lo más oportuno, la presencia del vicepresidente de la Junta, en ese primer encuentro de este gobierno, a la vista de los antecedentes recientes y sus opiniones sobre los interlocutores del Diálogo Social: sindicatos y patronal. La prudencia recomienda que al Diálogo Social, si verdaderamente el gobierno de la Junta cree en él, vayan sus integrantes natos. Sin invitados incómodos. Al menos en este primer asalto en el que hay que enderezar un guión que nunca debió torcerse. Vienen tiempos duros. Lo augura el mismísimo jefe del PP, Alberto Núñez Feijóo. Desdeñar y dinamitar el diálogo en esos tiempos es un verdadero suicidio político. Pero más allá de eso, que es voluntad de cada actor político, la sociedad de Castilla y León no está para estridencias y algaradas en los asuntos de la economía, el empleo y la comida.