NAVIDAD 2024
'Vive la magia' llena de ilusión la Navidad de Castilla y León
Este festival desbordará alegría en León, Burgos, Soria y Salamanca en un momento en el que el público «tiene más cultura mágica que nunca», afirma su director artístico, Juan Mayoral

El ilusionista Juan Mayoral durante la presentación de la vigésima edición del festival ‘Vive la Magia’
Su historia es la de un niño que logró cumplir su sueño gracias a una casualidad. Todo comenzó en León en la década de 1970, cuando Juan Mayoral (León, 1958), que en ese momento tenía 9 años, acudió al colegio como un día cualquiera. Ya en el aula el maestro les pidió que llevaran al día siguiente una peseta porque iba a ir al colegio un hombre a hacer un espectáculo. Más de 400 niños vieron ese día al mago Frank Mery, pero solo Mayoral -que en sus inicios adoptó como nombre artístico el de Alex el Mago- se terminó transformando en un profesional de la magia y formando parte de la pequeña familia de magos.
«Fue la peseta mejor invertida de mi vida, con esa peseta he vivido toda la vida», declara. Él no lo sabía en ese momento, pero acababa de descubrir su verdadera vocación y de sentar las bases de lo que en un futuro sería el festival de magia más grande de Europa: el festival internacional Vive la Magia de León.
Mayoral, director artístico del festival junto a su mujer Violeta Zheng, se muestra agradecido e ilusionado por esta 21ª edición, algo que comenzó como «un festival de magia pequeñito». «El Ayuntamiento de León estaba buscando allá por 2004 un evento para la Navidad. le propusimos la posibilidad de hacer un festival de magia pequeñito, porque en ese momento era un evento reducido. Y les pareció bien».
La primera edición se celebró en el ya clausurado Teatro Emperador para posteriormente asentar el espectáculo en el auditorio Ciudad de León, más moderno y espacioso. Un espectáculo que tiene una característica especial, ya que no solo se queda en las ciudades. «Es muy bonito poder llevar a esos lugares olvidados, perdidos, poblaciones pequeñas, un poco de ilusión, un poco de magia y es un sello de identidad que estará siempre presente», declara.
Tras la actuación de Frank Mery, cuyo final fue trágico, el pequeño Juan comenzó a ser artífice de sus propios trucos. Al principio trataba de reproducir lo que había visto en aquel primer mago que le inspiró, pero se dio cuenta de que era en vano y comenzó a utilizar la que sigue siendo su mejor arma: la imaginación. «Los primeros años era un mago en soledad. Yo no sabía cómo aprender». «Él tenía un trozo de papel, lo rompía y aparecía entero. Pero entonces yo tenía que plantearme cómo hacerlo. Eran unos momentos en los que mi evolución era muy lenta».
Fue años después, ya entrada la adolescencia, cuando finalmente descubrió que existían los libros donde se explicaba cómo realizar trucos. Aun con el esfuerzo que supuso para él conseguir llevar a cabo cada truco, se muestra agradecido por el proceso, uno que los niños de ahora no pueden desarrollar de la misma manera. «Me vino muy bien porque desarrolló mi imaginación. Hoy en día tenemos un problema terrible que es que los niños consumen muchas pantallas, pantallas de cables, de móviles, y entonces esto hace que la imaginación trabaje menos porque no tienen que esforzarse».
Esa imaginación y esfuerzo extra que tuvo que hacer le sirvió para crear sus propios trucos y así ganarse un hueco en el mundo de la magia no solo a nivel local o regional, sino internacional, llegando a comercializar sus propias creaciones que ahora realizan magos de todo el mundo. Aunque no se olvida de aquel truco relacionado con palomas que se empeñó en aprender y que no salió bien del todo, sobre todo para sus padres, que tuvieron que encargarse de limpiar sus desperfectos. «De niño veía a los magos con palomas e insistí a mi madre en que me comprase algunas en el mercado de la ciudad. No sabía dónde había que esconderlas para que aparecieran. Yo veía que eran grandísimas. Luego me enteré, pero años más tarde, que los magos no utilizan palomas, utilizan tórtolas», recuerda entre risas.
Más adelante lo intentó con los patos, pese a la insistencia a de sus padres de hacer magia de hacer magia con cartas o naipes, a la que catalogaban de«menos molesta». «Tenía patos pequeñitos que aparecían también en un truco que yo hacía y cada vez me entraba uno menos, porque crecían tanto que los tenía que ir descartando sí o sí», explica el leonés.
Y llegó el día en que el joven mago tenía que enfrentarse a la prueba por la que tiene que pasar cualquier artista: actuar con público delante. «Recuerdo que fue en la parroquia de mi barrio, la Parroquia de San Martín del Barrio Húmedo. Tenía unos diez años y fue por una causa solidaria». Tras esa primera toma de contacto con el público, Mayoral continuó a los 18 años su recorrido por otros escenarios conforme iba creciendo, tales como discotecas salas de fiesta y demás lugares de ocio nocturno.
Cuando se le pregunta por la dificultad de lo que hace o el tiempo que necesita para lograr perfeccionar sus trucos, su respuesta es clara: no le resulta difícil porque ama lo que hace y lo compara con lo que significa la música para intérpretes como Raphael o Julio Iglesias. «Cuando haces una cosa que te gusta, que te apasiona, que te da tanta felicidad, es que no es difícil. A mí me parecen difíciles todas las cosas que yo no hago», aclara
Acerca de la concepción que tiene la gente sobre el mundo de la magia y la denominada por él como «cultura mágica», cree firmemente que ha experimentado un cambio en una doble vertiente. «Por un lado, el público ahora tiene una gran cultura mágica. Es decir, el público acude masivamente a los espectáculos de magia, pero también se nota en nosotros los magos. Los juegos que hacemos ahora no tienen nada que ver con los que se hacían hace veinte años. Ahora el público está más preparado y también es más sofisticado».
No obstante, para el leonés la magia no solo se encuentra en los escenarios, sino en todas partes e incluso en nosotros mismos. «Tal y como yo lo veo creo que la vida en sí es magia pura. Es bonito esta aventura mágica que nos sorprende cada día, que de alguna manera es un asombro continuo, como decía yo al principio, de paisajes maravillosos, mágicos, que te llegan al corazón».
Es, además, un defensor de aquella frase que dice «un buen mago no revela sus trucos», ya que para él hay algo muy bello en «no conocer el por qué de algo», algo que conecta a la persona adulta con su niño interior. «En ese momento de la infancia, cuando uno desea y quiere algo, lo quiere con una intensidad que es única. Hasta los cuatro años más o menos un niño cree de verdad en la magia, en que tienes poderes, y lo que en realidad le decepciona es sáber cómo haces el truco».
Además de creer que un mago nace, aunque de la misma manera un mago se hace. «Primero se nace y después pues ya es lanzarse a la práctica dejarse llevar. Dentro de ti hay una energía que tú lo único que haces es expresarla, o sea, manifestarla».
Preguntado por lo que haría desaparecer si tuviese la oportunidad, el ilusionista tiene claro que sería la injusticia que se vive en el mundo. «Haría desaparecer todo lo malo que estamos viviendo ahora mismo y todos los responsables de que haya guerras en este mundo y haya tantos conflictos bélicos. Que el mundo fuera más justo, ya que uno no elige donde nace. Es totalmente ilógico que el mundo se haya disparado en dos extremos opuestos. Me parece increíble que esté por un lado, la evolución y la tecnología, y por otro lado siga existiendo la injusticia y la pobreza y las guerras».