Diario de Castilla y León

Cipri, el Escámez de la Caja Rural que empezó como botones y sufrió un atraco

Este máximo ejecutivo cumple 50 años en una entidad a la que se dedica «en cuerpo y alma»; en la que sufrió un atraco con una escopeta recortada; en la que ha pasado por cada escalafón hasta la cima y que se ha convertido en la Caja más potente de la Comunidad 

Cipriano García, director general de Caja Rural de Zamora.

Cipriano García, director general de Caja Rural de Zamora. E.M.

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Alicia Calvo
Valladolid

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En estos tiempos de tribulación económica, Cipriano García (Zamora, 1958) insiste en que no le llamen ‘banquero’, sino ‘bancario’. Según la RAE no llevaría razón, ya que el sustantivo se adjudica a los propietarios o altos directivos de un banco y Cipriano dirige la Caja rural de Zamora . Pero él no da el brazo a torcer y prefiere aquel término que se refiere al empleado de una entidad financiera. Si se tiene en cuenta que es un hombre amable y discreto, ya se intuye que no es una diferencia sutil para él. Pero una vez que se ahonda en su trayectoria resulta evidente lo que significa esa distinción: frente al cruel olimpo de la especulación repleto de endiosados sobre nubes de papel volátil, está la seriedad para con el dinero fruto del trabajo de mujeres y hombres ligados a la tierra. Porque bien sabe cuánto cuesta ganarlo. 

Con apenas 14 años , Cipri, como le llaman algunos amigos, recibió su primer sueldo de la empresa a la que pertenecería siempre : 2.500 o 2.600 pesetas, alrededor de 15 euros al cambio que parecían entonces todo un ‘botín’, pero este conseguido legítimamente y con mucho esfuerzo. 

Él siempre estaba a disposición, lo mismo iba «a por el periódico, el bocadillo o el tabaco de alguien» que se acercaba en un pispás al Banco de España a llevar dinero. «A lo que me mandaran», recuerda de sus primeros días como empleado quien empezó de botones en la Caja Rural de Zamora hasta convertirse en el director general de la Caja más potente de Castilla y León.

Una entidad financiera que para él representa mucho más que un trabajo, y a la que lleva medio siglo dedicado en cuerpo y alma, significando esta expresión mucho más que una frase hecha, más bien una descripción ajustada, una trayectoria en la que el propio ejecutivo reconoce su implicación personal en cada etapa del camino. «No concibo mi vida sin la Caja» , comenta cuando se cumplen 50 años de sus inicios profesionales.

Podría decirse que García es el equivalente en su tierra a Alfonso Escámez , pero de la Caja Rural de Zamora –salvando las distancias y las vicisitudes de uno y otro– porque los inicios profesionales de Escámez también se remontan a una etapa de botones en la entidad bancaria que más tarde capitaneó.

Escámez lideró el Banco Central y Cipriano ha llevado a lo más alto a ‘su’ caja rural , pulverizando récords de volumen de negocio, beneficios, clientes y crédito, y situando a la entidad a la cabeza del sector en Castilla y León.

De la Caja en la que entró aquel comedido y educado joven a la que hoy dirige convertido en un ejecutivo de trato cercano y afable hay un abismo. Lo dicen los números y lo refrendan los recuerdos. Basta un apunte para hacerse una idea de la magnitud actual: la Caja cerró 2022 con 30,4 millones de beneficios, sus máximos resultados históricos .  

«Antaño éramos muchos menos , todos íbamos a las bodas y bautizos de todos», indica sobre un lugar de trabajo al que entró de niño y, pese a su temprana edad, lo hizo con «la máxima ilusión».

Probó suerte porque su madre «era muy persistente». «Pensaba que con 14 años tenía que empezar a buscarme la vida porque era su forma de entenderla», afirma, y a él le gustó bastante: « Tenía una sensación de elemento diferenciador por trabajar en la Caja y ganar mi dinero».

Su desempeño fue convenciendo a sus superiores, que le confiaban cada vez tareas de mayor responsabilidad. El siguiente encargo al de botones fue algo parecido a asumir las funciones que hoy tendría un ‘cajero automático’. Así lo simplifica el propio Cipriano para quien no haya conocido a los «ventanilleros». « Lo que hacen los cajeros automáticos de ahora lo hacíamos con las manos. Despachábamos los billetes en las ventanillas », precisa.

«Fue una etapa ilusionante». De aquella época guarda buenas sensaciones, tantas que para destacar su «mejor momento profesional» no se refiere a ninguno de los ascensos posteriores, sino al « 3 de enero de 1973, cuando entré como empleado », presume.

Un pasado lejano con el que comparte el mismo espíritu «positivista y el ánimo de prosperar». Luego llegó el servicio militar. « Un antes y un después en la vida de cualquiera », confiesa quien regresó con 20 años convencido de que quería hacerse un hueco cada vez más relevante. Lo logró. Como casi todo lo que se ha propuesto. En el terreno íntimo también fue un año favorable: conoció entonces a la que hoy es su esposa.  

En esa segunda y fructífera etapa se volcó en el departamento comercial. «Cuando vine de la mili estábamos en plena expansión, abriendo oficinas. Había necesidad en ese departamento, me pareció que el ámbito comercial se ajustaba a mi perfil y filosofía y me ofrecí ». En 1980 ya era responsable comercial de promociones; en 1986, del departamento de cooperativas; de 1994 al 2000 fue director de zona de las Urbanas de Zamora Capital; hasta 2003 ocupó el cargo de subdirector general de Caja Rural de Zamora, para ese año dar el salto definitivo a director general de la entidad. 

También es consejero de RGA Rural Grupo Asegurador y Banco Cooperativo Español, y forma parte del consejo de administración del mecanismo institucional de protección dentro de la Asociación Española de Cajas Rurales .

Su escalada ha sido meteórica a la par que la de la Caja Rural de Zamora, que se ha convertido en un poderoso músculo económico de la Comunidad. De nuevo, las cifras certifican el auge de una entidad financiera que crece con indicadores positivos .

Si el beneficio alcanzó cotas nunca antes vistas para esta cooperativa (30 millones), un 12% más respecto al ejercicio anterior y un escandaloso 2.473% más que diez años antes, cuando esta cantidad se cifró en 1.181 millones . También aumentó el crédito nuevo a empresas y particulares, que «ha batido todos los registros hasta alcanzar los 1.099 millones». El volumen de negocio creció  un 14,2%, hasta los 5.708 millones, con un incremento del negocio de 708 millones más. Unos crecimientos «muy por encima» de los que acostumbra el sector financiero en la actualidad

Caja Rural de Zamora cuenta con 54.000 socios . El número de clientes se ha multiplicado exponencialmente y en la actualidad ronda los 154.607 por los 138.202 de 2017, por ejemplo, y además hasta 251 cooperativas están asociadas.

«Nuestra vinculación con los ganaderos y agricultores es mucha», declara García. De las 9.901 solicitudes de la PAC presentadas en la provincia de Zamora el pasado año, la entidad ha gestionado 5.786.

Él achaca parte de su éxito a la cultura del esfuerzo que le inculcaron en casa. De hecho, asegura que el de botones fue su primer empleo remunerado, pero su primera escuela estuvo en el campo de una España dura. «Recuerdo toda mi existencia trabajando, echaba una mano a mi padre con el ganado. Cuando le daban achaques de salud le suplía y si no, le ayudaba.  De chavalín te marcaba esa forma de vida que yo creo que ha supuesto un marchamo el resto de mi vida. Ha marcado mi forma de entenderla, de esfuerzo, de sacrificio. Había que trabajar constantemente, intentar prosperar en todos los órdenes y con responsabilidad ». Una creencia que mantiene.

Quienes lo conocen bien coinciden en una misma apreciación: «Es un hombre hecho a sí mismo», comentan, entre otros, una de sus dos hijas, María , que constata «con orgullo» la dedicación de su padre a la Caja. «Para él es toda su vida. Es parte de la familia. Le echa ganas y es muy importante para él ».

El propio Cipriano reconoce que no distingue con facilidad entre su faceta profesional y personal porque le absorbe mucho tiempo. «La mayoría de mis amigos lo son por la Caja; de mis actividades, también. No tengo vicios, más allá de echar alguna partida al mus y de estar con familia y amigos ». 

Y en una carrera tan prolija ha habido episodios de índole muy diversa. Incluso algunos oscuros, como cuando sufrió un violento atraco a mediados de los 80 . «Fue muy desagradable. Es verdad que es una parte de la actividad cuando te dedicas a esto, sobre todo antes, porque ahora las medidas de seguridad han aumentado. Apareció un señor allí con una escopeta recortada. Muy muy desagradable, la verdad. Al final se llevó bastante dinero», indica sobre un suceso en el que prefiere no detenerse en exceso. 

Pero al ser preguntado por los días de mayor zozobra lo primero que le viene a la memoria no son aquellos individuales, sino en los que la preocupación era compartida. «Creo que los peores momentos fueron en el año 1994 , con la situación crítica de la Caja».  

Hombre de equipo ante todo, está convencido de potenciar «la cercanía» y de que nada mejor que el propio ejemplo para que el resto te siga. Cuentan quienes trabajan codo con codo con él que «a primera hora aparece cada mañana, la que no tiene viaje o reunión fuera de las oficinas de la calle Alfonso IX de Zamora. Es de los primeros en llegar. Muy cercano, metódico, autoexigente, pero sencillo », resumen los que día a día despachan con él. 

«Sabe escuchar». Ahí, en esta afirmación, aseguran que radica parte de lo que es un secreto para muchos que buscan atajos en el mundo financiero: las cosas bien hechas , de las personas por delante de los negocios, pero a la vez de los negocios con el final esperado, con ganancias para la Caja y para la tierra. 

Y, siempre, la preocupación. Porque el desafío de revertir algunos fantasmas, como el de la despoblación, que asolan a una  Zamora envejecida lo tiene muy presente. «En los 50 y 60 había más de 300.000 habitantes en la provincia y ahora somos menos de 170.000 . Es una provincia eminentemente agrícola y ganadera y los avances hacen que la mano de obra requerida sea menor», señala Cipriano García, que, sin embargo, no tira la toalla con este reto nada sencillo.

«Tiene solución si nos lo proponemos. Hay que procurar inversiones, iniciativas. Seguramente la clave sea la unión. Creo que en general falta unión porque con ella somos más fuertes. La filosofía es aportar. Zamora necesita que haya un desarrollo lógico, institucional y empresarial que revierta esa marcha de mano de obra de personas, de gente joven con preparación que ahora no tiene cabida. Entre todos tenemos que ser capaces de buscarles una ocupación, de generar oportunidades y de dinamizar esta provincia».

Precisamente entiende la Caja Rural de Zamora más que como una entidad bancaria, «como un motor socioeconómico de la provincia».

De hecho, el despegue, el crecimiento y el no tocar techo de la Caja continúa. «Nuestra mentalidad es absolutamente positivista y entendemos que tenemos un recorrido suficiente y por eso hemos seguido abriendo oficinas. Seguimos una secuencia y una constancia».

Su imparable expansión lleva a la Caja a tener presencia, además de en Zamora, donde dispone de 68 puntos de atención; en León , con 22; en Valladolid , con 13; en Orense , con dos; más las dos oficinas de Madrid . «En principio, nuestra pretensión es ir consolidando lo que tenemos abierto porque ya tenemos un tamaño suficiente para acometer nuestros objetivos». 

El desembarco en territorio madrileño responde a que «es la capital de España y allí hay un montón de sinergias que se generan desde todas las provincias. Muchos empresarios tienen ya una parte de sus negocios en Madrid. Gente de Zamora, León y Valladolid, que son clientes o potenciales clientes, y por ese vínculo y por el prestigio que nos hemos generado, nos facilitan contactos. Son los mejores promotores que tenemos , nos facilitan no solo su negocio, sino también el entorno que tienen. Y allí nos va fenomenal». 

Habitual resulta ya que agradezca públicamente a la plantilla en sus comparecencias ante los medios el liderazgo de la Caja o sus éxitos cosechados. Que no son pocos. Incluso en los difíciles momentos de pandemia, obtuvo resultados halagüeños. « Estuvimos cerca del cliente también en momentos difíciles », subraya. 

«Lo más importante de la Caja ya no son los resultados, sino el espíritu de identidad de los empleados, que ayudan con ese sentimiento de ‘como si fuera de cada uno de nosotros’ a mejorar la atención, los volúmenes y los beneficios. Esa implicación se transmite a los clientes, es un elemento diferenciador», defiende.

En su etapa vital actual, con 65 años y 50 ligado a la Caja Rural de Zamora, asegura que no se plantea jubilarse. «Algún día tendrá que ser, pero no lo tengo previsto , cuando toque... Me gusta lo que hago», señala.

También tiene más certezas, como que no hay proyecto pendiente o no emprendido. «Espina, no, no tengo ninguna. Me encanta mi trabajo. Estoy enamorado de la Caja Rural, me parece un proyecto inigualable . Aquí no somos números, nunca lo hemos sido... Si alguien se preocupa por tener un recorrido profesional importante acaba teniéndolo. Y si te gusta lo que haces es probable que aquí todo te vaya bien». Queda dicho, la sabiduría del ‘ventanillero’ sobre las herramientas de Silicon Valley.

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