Diario de Castilla y León

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LA REVOLUCIÓN tecnológica y energética que atraviesa el tejido empresarial mundial, que contagia al europeo y debería hacerlo al español exige a las ciudades industriales como Burgos repensar sus modelos con urgencia. La industria 4.0, la digitalización de procesos, la robotización, el uso de datos masivos y la transición hacia una economía verde son más que una posibilidad futura y se han convertido ya en el presente de la competitividad. En esa carrera, Burgos no puede seguir actuando como si bastara con proteger lo que se ha alcanzado tras décadas de avances. Porque lo que no evoluciona, se estanca y el que se queda quieto, desaparece. Burgos ha sido, durante décadas, un pulmón industrial, con un peso económico determinante en Castilla y León y en el conjunto del país, muy por encima de su peso demográfico. Fruto y consecuencia de un ecosistema productivo diverso, eficiente y profundamente arraigado en el territorio, sin embargo, el riesgo de que ese liderazgo se convierta en un recuerdo está presente. No por falta de capacidad del tejido industrial local ya que la amenaza radica en la falta de determinación política. O, mejor dicho, de pasar de las musas al teatro. En este contexto, el parque tecnológico de Burgos debería ser la gran apuesta estratégica del futuro empresarial burgalés. Pero a día de hoy, y pese a que su desarrollo lleva años de retraso respecto a los parques de Valladolid y León, sigue sin marcar una especialización definida. Falta una hoja de ruta clara que indique si se va a apostar por sectores como la automoción avanzada o el hidrógeno verde, ambos con fuerte implantación o potencial en la provincia. Mientras otras ciudades construyen ecosistemas de innovación alrededor de sus parques, Burgos aún está enredada en la urbanización de las parcelas. Sobran herramientas en la ciudad para abrir una panoplia de posibles caminos a seguir. Existen empresas como Benteler, cuyo líder desde Burgos para mercados de medio mundo acaba de recibir el premio Campeadores de El Correo de Burgos, que cuentan con visión global y capacidad para transformar sectores enteros desde la capital burgalesa. Existen cuadros técnicos cualificados, experiencia acumulada y una cultura industrial que forma parte del ADN de la provincia. Existen, sobre todo, líderes empresariales con compromiso territorial y voluntad de anticiparse a los cambios. Pero lo que falta es una visión común, una estrategia de ciudad y de provincia que convierta esa capacidad en acción. El orgullo de tener una industria sólida no debe convertirse en un refugio cómodo. Al contrario: debe ser el punto de partida para dar el salto a un nuevo modelo. Burgos tiene con qué competir en la economía del siglo XXI. Lo que no tiene es tiempo que perder. El parque tecnológico necesita un rumbo, una apuesta concreta y una decisión certera. Porque el liderazgo que no se renueva, se agota. Y si es en la industria, aún más rápido.

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