EL COMÚN DE LOS MORTALES
La nueva Tordesillas
No sabemos si será Nueva Orleans, Nueva York, Pekín, Guangzhou o Moscú pero lo que está claro es que en los próximos años asistiremos a un nuevo reparto del mundo similar al que se produjo hace más de cinco siglos, allá por el 1494, en la villa castellana de Tordesillas. No podemos ser tan ingenuos de pensar que la supuesta buena relación entre Putin y Trump está basada en motivos afectivos al margen de los poderosos intereses comunes de expansión comercial, geopolítica, estratégica, económica y, por lo que estamos viendo, también territorial.
Vivimos una época en la que parecen estar reapareciendo las ansias expansionistas de las grandes potencias en un contexto que creíamos perteneciente al pasado y ya superado. Todo ha cambiado. Hace apenas diez o veinte años no concebíamos que se produjeran invasiones entre países desarrollados que, hasta ahora, relacionábamos más con el pasado medieval o imperialista de otros siglos. Hasta la guerra de Ucrania parecía inconcebible que, a estas alturas, un país desarrollado invadiera a otro causando un impacto internacional que, poco a poco, se ha ido diluyendo en una normalización vergonzosa.
La guerra de Gaza y la masacre perpetrada por Netanyahu confirma esta nueva época en la que hemos suprimido todas las líneas rojas sobre las estrategias políticas y militares en el plano internacional. Por desgracia, también nos hemos acostumbrado a ella y hemos ido normalizando día a día la crónica informativa sobre el terror ya cotidiano de la venganza de Israel sobre los palestinos atacando escuelas, masacrando niños o bombardeando hospitales ante la mirada ausente y la aberrante pasividad de Europa y el resto de potencias occidentales que se han limitado a mirar disimuladamente hacia otro lado.
En este contexto, y desde la simplicidad de una mente como la de Trump y su clown multimillonario, es fácil pensar que si Rusia invade Ucrania y no pasa nada e Israel aplasta Gaza y no pasa nada, porque no voy a quedarme yo con Groenlandia, Canadá o el canal de Panamá. Es cuestión de ponernos de acuerdo y repartirse el pastel mientras Europa pagará con su irrelevancia su falta de iniciativa y coraje frente a Rusia e Israel.
Todo apunta a que en los próximos años asistiremos a un nuevo reparto del mundo tal y como ocurrió en Tordesillas hace más de quinientos años, sin que, en esta ocasión, ni Castilla, ni León, ni España, ni Europa vayan a tener el más mínimo protagonismo ni la más mínima capacidad de influencia sobre el nuevo orden mundial.