Diario de Castilla y León

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EL presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, José Luis Concepción, ha vuelto a defender la Ley y el Estado de Derecho. No es la primera vez que lo hace. Lo cual en estos momentos, cuando el tirano Sánchez pretende asumir a la vez el poder Judicial, el Legislativo y el Ejecutivo –o sea la encarnación de una dictadura con él como único amo–, no deja de ser un acto de valentía y de profesionalidad.

El mismo que en 1476 tuvo Isabel la Católica. La reina se encontraba fuera de Segovia, y un tiranuelo se rebeló, secuestrando a la Infanta e imponiendo sus propias leyes y condiciones. Desde Tordesillas, reventando caballos y en una acción relámpago, doña Isabel se presentó en Segovia, y fue tajante: «Yo soy reina de Castilla, y para entrar en lo mío no son menester leyes ni condiciones». Y sin más argumentos que la razón, acabó con la revuelta. Pues esto mismo es lo que hizo el señor Concepción el martes pasado desde Burgos. Como presidente del Tribunal Superior de Justicia, y por lo tanto, como representante del constitucionalismo, de las leyes vigentes, y en aplicación de la decencia más elemental y de la restauración de la Justicia como plenitud de derechos en una ciudadanía democrática, le dijo a Sánchez una serie de considerandos: que deje de hacer «performance» con su cartita amorosa de adolescente, que cese «el ataque perverso y despiadado» a los jueces con «la campaña de deslegitimación» que ha emprendido, y que ante un hecho «tan grave y tan burdo» no hay zarandajas ni «tiempo para reflexionar». Ni más ni menos lo que dice todo juez de oficio desde que el derecho romano estuvo vigente en España y que repetía constantemente Cicerón: «Cedant arma togae», que las armas cedan ante la toga. Simplemente.

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