Diario de Castilla y León

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Vive Dios que no encuentro explicación a lo que pasa. Porque pasar, pasa. Dicen que ya viene pasando muchos años. Y que pasará sin remedio. Y no porque estuviese de pasar, que no lo estaba hace unos años, sino porque somos incapaces de evitar lo que va a pasar. Y al parecer esto tiene ya muy mala pinta. En otro momento el terror se adueñaría de la calle con solo barruntar que estamos a las puertas de una III Guerra Mundial. Tanto o más que si la humanidad sufriese una invasión de extraterrestres. Pues ojo que la que se nos viene encima es casi peor. Lo de tercera guerra mundial es de risa y no se ajusta a derecho, pues llevamos en guerras sin parar en este mundo que ya no es planeta azul desde el proceso de Nuremberg. Por cierto, un modelo a tener en cuenta el día que se sienten en el banquillo todos los responsables de que pase lo que va pasar y, además, dicen que es inevitable. Sobramos. O estamos mal repartidos. Nos hemos pasado de cómodos y de fáciles. De egoístas e insolidarios. De nacionalistas de pacotilla. Para los de abajo del Peñón somos ancianos con mucha gula, que gastamos pañales por los niños que no tenemos y, como somos países ricos capitalistas del occidente planetario, todavía recibimos la paga, la soldada de la sociedad del bienestar, la “suerte” que dicen en pinares. Y las Américas, que las descubrimos nosotros, los españoles, se pongan como se pongan los de siempre, los negros que escriben y reescriben las leyendas. En las Américas más de lo mismo: las libres de arriba, tambaleándose, y las libertarias de abajo, hasta que se derrumbe el Estado y, con él, el pueblo. Y ahora saldrá el de siempre, que lo hay, tengo un don especial para detectarlos a distancia. Mis sensores no fallan… “Eso de la tercera guerra mundial es una gilipollez, aquí no pasa nada, no puede haber una guerra mundial, sería nuclear, y el planeta moriría”, dicen. Y se quedan tan anchos. Pues no. Estamos a las puertas de un conflicto bélico que nos atañe por pertenecer al club de la Europa democrática, libre y rica. Madre dijo siempre que estas cosas terminan como el rosario de la aurora. Los que pasaron tres guerras, con sus posguerras y sus vencidos y victoriosos, cuentan que un tiempo atrás de los estallidos, se notaba en el ambiente, se leía en los periódicos de papel, se escuchaba en la radio y todo hacía pensar que era inevitable el desenlace bélico. Y en estas estamos. Todavía hay testigos de la crudeza, las salvajadas de un lado y de otro, de la hambruna, la de verdad, no como las de Supervivientes. Que cuenten esas televisiones cómplices que callan. Pues vayan confesándose o alistándose y construyendo un subterráneo de hormigón armado para el día después. Y con “la mundial” encima, seguimos haciendo turismo gastronómico. Preludio del hambre que viene.

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