Diario de Castilla y León

Creado:

Actualizado:

Fosa en Ponferrada

Fosa en Ponferrada

No deja de ser es una contradicción que una Ley de Concordia inicie su andadura por una senda de discordia. El más universal de los rectores de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, experto en paradojas, tendría mucho que decir de semejante contradicción con la que PP y VOX han iniciado el trámite procesal para derogar el anterior decreto de Memoria, obra fundamentalmente del PP y fruto del consenso parlamentario. Lo normal sería volver a poner el contador a cero y que esa Ley de Concordia, que bien pudiera mejorar y completar la anterior normativa, emane del diálogo y del consenso del parlamento más fraccionado que ha conocido la todavía joven trayectoria legislativa de Castilla y León. Ese sería el espíritu de la concordia que persigue una ley tan sensible y esencial.

PP y VOX tienen mayoría absoluta. Suficiente para sacar adelante su norma. Pero no la norma de todos para intentar cerrar heridas de nuestro pasado reciente y, fundamentalmente, reparar los daños ocasionados por la dictadura franquista, nuestra etapa más dolorosa y cruel, nacida de un golpe de estado que derivó en una sangrienta guerra civil de españoles contra españoles. Guerra civil que tras la victoria de los golpistas que se alzaron contra el orden democrático, nos condujo a 40 años de dictadura. Cuatro décadas sin libertad y bajo el yugo de un régimen militar que se acomodó en el poder hasta la muerte del dictador. Cuatro décadas que culminaron con el aperturismo democrático que nació de la concordia del diálogo y el consenso de la Transición. Ese es el espíritu, el de la Transición, no el de la imposición por mayorías. Vencer no es convencer, que diría Unamuno desde el púlpito de su templo de la inteligencia.

La Ley de Concordia nace del pacto de gobierno PP y VOX. Es una de las exigencias ideológicas del partido de Abascal, pero infringe las propias convicciones que hasta ahora había exhibido el PP. Lo primero porque no basta una condena implícita, como, no sin dificultades retóricas, trató de justificar el portavoz de los populares, Raúl de la Hoz. A una dictadura opresora y sanguinaria se la condena explícitamente, con claridad y contundencia en un texto legislativo. Sin zarandajas retóricas.

Resulta de muy difícil digestión incluir cuatro periodos históricos tan antagónicos en esa norma: la democrática II República, la cruel Guerra Civil, la atroz dictadura y el ejemplar inicio de la Transición. Una Ley de Concordia que nace sin el espíritu de convicción que pretende transmitir no parece la mejor cualidad para la regeneración política. Si PP y VOX tienen dudas, no dejen de recurrir a Unamuno, pero no sólo para glosarlo y aludirlo, también para imitar sus convicciones y enseñanzas. Resulta difícil de comprender que una Ley de Concordia llegue ya facturada al parlamento, en vez de haber nacido de un debate y las aportaciones de todos. En cualquier caso les asiste la fuerza de su mayoría, pero llámenla como quieran, pero no de Concordia.

tracking