Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

Muerto el burro, la cebada al rabo

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LA MAGIA DEL cine es capaz de convertir los pabellones de la feria de muestras de Valladolid en un imponente auditorio de mecanotubo y purpurina para entregar los premios de la industria cinematográfica española y que todo el mundo salga encantado del resultado y del espectáculo que allí se desplego. Alfombra roja para desfilar el modelito prestado para la ocasión, protestódromo para que los reivindicativos de turno pudieran asomar sus pancartas y espacio de sobra para aparcar las lecheras de la Policía Nacional, desplegados por docenas por si las cosas se salían de madre. Y todo ello a un cuarto de hora andando de la plaza mayor y casi en línea recta. Ya lo he confesado en alguna ocasión y no tengo reparo en reiterar que siento sana envidia de la instalación ferial con la que cuenta la capital pucelana, su ubicación y su notable actividad. En Burgos carecemos de unas instalaciones de ese tipo. Pero eso sí, el día que las pongamos en macha deberían ser las mejores del mundo porque llevamos décadas dándole vueltas a su construcción. Tuvimos un mercado de ganado reconvertido en el que se realizaron con bastante éxito ferias de maquinaria y automoción, pero como en Burgos las labores de promoción económica nunca se han realizado en condiciones, aquello acabó en la vía muerta. Hoy queda una explanada insegura y de extrarradio con la que no sabemos qué hacer. Parece que el nuevo equipo de gobierno opta por lanzar por fin un proyecto de feria de muestras que, al menos tiene nombre: Expo Burgos. Algo es algo. Se ha elegido el modelo de ubicar la feria donde hay terreno junto a la zona industrial y se hará en el polígono de Villalonquéjar, que es el mayor de Castilla y León. Ya me gustaría que una vez finalizada esa instalación quedase como las que tienen en ciudades como Zamora, Orense o Jaén, de mucho menor tamaño y peso económico que Burgos pero con mejor criterio en la promoción económica. Los Goya no recalarán nunca en Burgos, tengámoslo claro. Los vehículos de alta gama, las alfombras rojas y los vestidos prestados no casan con las chimeneas de las fábricas, los remolques aparcados por calles desiertas y el tránsito constante de furgonetas. Ni siquiera los manifestantes más acérrimos se acercarían tan lejos a pegar sus bocinazos. Tendremos que conformarnos con inventar alguna programación ferial que convierta en ventajas esas circunstancias que nos vetan como sede de los Goya y que no coincida con la que ya desarrollan las ferias de muestras de Valladolid o Santander o el enorme BEM de Bilbao-Barakaldo. Como siempre llegamos tarde y corremos el riesgo de que la inversión se desaproveche por llegar a destiempo. Muerto el burro, la cebada al rabo. 

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