Diario de Castilla y León
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NI IDEA. Lo que se dice vulgarmente –perdonen la sinceridad– no tengo ni zorra idea de quién podrá ganar las elecciones hoy en Galicia. Escribo desde la incertidumbre de ayer domingo por la mañana, y la verdad es que lo veo muy oscuro. Así que hablaré de claridades. El único que lo ha tenido claro desde el principio ha sido el tirano Sánchez. Apostó por la separatista Ana Pontón, que no era su candidata oficial, pero sí en la intimidad. En consecuencia, Gómez Besteiro–, ha sido un pellet para los rapaciños de las rías. 

Quien también lo ha tenido claro ha sido una señora que no se ha presentado a las elecciones. Una tal «Madamecurri». Una gallega, según me dicen. Pero vaya usted a saber si en realidad se trata de un tío con barba y pelo en pecho. Lo cierto es que el día de San Valentín –y en plena campaña– la señora nos mandó a todos los asiduos a las redes sociales este inteligente, picantón, y desconcertante mensaje en clave electoral: «Este año coincide el día de los enamorados con el miércoles de ceniza. Las posibilidades de que te echen un polvo se multiplican». Qué descaro y falta de respeto, pero qué certera, certero o certere. Bingo.

Pero ni esto aclara nada, porque el mensaje más anticipador de todos –por subliminal, desfachado, y tumbativo–, nos lo envío Sánchez unos días antes con la canción eurovisiva «Zorras». Qué fuerte. ¿Querría decirnos con esta balada del desmadre alternativo algo que no se puede decir en público como lo del teléfono de Marruecos? Nadie lo sabe y menos yo. Pero el hecho es que nos ha llamado de todo a través de Televisión Española que es la suya, la Uno de toda la vida, y que el Angelín de mi pueblo, que era disléxico el pobre, llamaba la ONU.

Lo cierto también es que este servidor, desde que oí la cancioncita, tengo la mosca detrás de la oreja, y no hago vida de mi «corpiño». ¿Se habrá acordado de mi madre? O mejor dicho, ¿de mi padre? Oiga usted, que me veo citado ahí. Mire, mire qué dice textualmente la milonga desde la intimidad más absoluta: «Ya sé que soy la oveja negra,/ la incomprendida, la de piedra». ¡Será posible! Ante mis reticencias, un bate jubilado desde Mallorca me repuso: «que no sales tan mal parado: esos dos versos son las más decentes de la zorrería».

Pues menos mal, pero a mí no me gusta un pelo. Y es que yo tengo un enorme respeto por las zorras de dos y de cuatro patas que desfilan por la literatura española de todos los tiempos, ya sea real o metafóricamente hablando. Me lo decía mi abuela de niño cada vez que una de esas rapaces aparecía en el horizonte del Soto, el villorrio donde yo nací: ojito con el caldo de zorra, que aunque esté frío, abrasa.

Así que al escuchar una y otra vez en el contexto de la campaña de Galicia con proyección nacional esta cancioncita –que hace la loa de «una zorra de postal», empoderada, y pidiendo histérica y textualmente «lapídame»–, en primer lugar me acojoné. ¡Pero qué manía la de esta señora por la piedra, qué le habremos hecho nosotras! En segundo término, me parece una vulgaridad sin gracia, un tostonazo repetitivo, de tiranía de catre, de mondongo prehistórico y acartonado que sale del parque jurásico como el bajío fosilizado de un tyrannosaurus rex. Zorra será tu…

No obstante, estéticamente hablando, me parece la canción más progresista de la zorrería incivil. Pero también la menos apta para ganar unas elecciones entre los timoratos españoles, pues agranda a codazos las barbaridades de género que Sánchez ya ha elevado a leyes democráticas. «Zorras», como reclamo electoral a todo trapo, se ha concebido como un paseo triunfal y desinhibido, como un garbeo que quiere dejar atrás a las zorras de la fábula de Samaniego porque las uvas no están maduras, y a las zorras que pierden el tiempo en cualquier naranjal de la historia.

Las zorras de Sánchez son la fiel imagen de su creador. Salen de casa maduras, son modernas, oportunistas, avispadas, bolivarianas, putinescas que se llevan por delante a Navalny o a quien haga falta, necesitan la sintonía y las provocaciones antisemitas de Hamás, están sostenidas, asistidas y pertrechadas por las lanchas apabullantes del narco, y gritan sin complejos: «Estoy en un buen momento».

¿Quién ganará en consecuencia estas elecciones de zorrerías tan chulánganas? Pues sin duda el más zorrillesco. A estas horas del lunes ya tendremos despejadas todas las incógnitas. Si ha ganado Sánchez con el BNG, la plenitud de la raposería nacional inundará los pantanos, vencerá también en eurovisión, y como dice la canción se acabará la sequía: «Yo soy una mujer real (zorra, zorra, zorra),/ y si me pongo visceral (zorra, zorra, zorra),/ de zorra pasaré a chacal,/ te habrás metido en un zarzal». Es decir, que tendremos más amnistía hasta que se aburra tu tía. Más gallego hasta que el español sea estiércol. Más comunismo hasta que el perejil sea un himno. Y seremos más, más zorras hasta que se cisque la mona.

¿Y si ha ganado Rueda? Ay, qué gran delicadeza… Feijóo nos dirá en gallego lo que la canción de Sánchez nos dice tan claro en español: «Entiendo que te desespere (lo sé),/ pero esta es mi naturaleza:/ cambiar por ti me da pereza». O sea, que seguirá la inmersión del gallego, la amnistía se convertirá en indulto, y el indulto en zorrería pues, científicamente hablando, la zorra mudará los dientes, pero no las mientes. O sea, que el blanqueo de Sánchez será la moneda de cambio en la Constitución que se hace a expensas del pendolón.

¿Y qué diremos hoy de las indudables victorias de Vox y de Sumar después de una campaña a uvas, a naranjas, y al narco? Pues lo que dicen los artistas en cualquier orquesta: para música estamos.

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