Diario de Castilla y León

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HA MUERTO Agustín Ibarrola, que se sabía vasco, español y universal porque la decencia intelectual necesita horizontes amplios. Nos deja el artista y permanece su obra, aunque no toda. ETA y sus vasallos de torpe y limitada cognición se dedicaron a arrasar alguno de sus bosques, en su intolerancia digestiva ante un hombre sin miedos a condenar el terror y el supremacismo de sus pistoleros. El franquismo, con la fúnebre lógica de las dictaduras, intentó contenerlo, limitarlo. Sin éxito. Ibarrola fue un ser libre, y creador, porque no toleraba la neutralidad, la equidistancia, esa que siempre ofrece su débil, cobarde y miserable coartada a quienes actúan de modo impío, inicuo e ilegítimo. Ibarrola mostró su existencia poliédrica en sus cubos rocosos, sólidos, coloristas y algo desordenados, frente a los arrebatos ciegos del mar, como quien exhibe su personalidad más íntima frente a la galerna de la violencia, con un deseo inmarcesible de aguas calmas, pacíficas. La ley de amnistía del PSOE para con sus colegas de los partidos nacionalistas e independentistas (fascismo Premium) resulta conmovedora y aniquiladora, una purga contra los pilares básicos de la democracia. Y, permite, además, comprobar el pulso de personas e instituciones ante una situación tan límite, sobre todo para quienes nos hemos formado y ejercemos el Derecho. Aquí, en Valladolid, desde donde escribo, a tiro de piedra de la Audiencia Provincial y del Colegio de Abogados al que pertenezco (y al que pago cuotas ‘por imperativo legal’, no digamos la de la Mutualidad…), se puede escuchar, con esperanza, la voz de Javier Carranza, presidente del Tribunal provincial, que asegura con firmeza que la amnistía no tiene encaje en la Constitución y que esa ley ataca a la independencia judicial, mientras el órgano colegial, qué triste, titubea, medroso, con un buenismo de rancio zapaterismo, entre su indecoroso alegato a la neutralidad y su apuesta por la división de poderes (¿si la ley de la amnistía no la pone en riesgo por qué se alude a ella?). Es el tiempo de personas con convicciones, con firmeza, sin neutralidades que esconden pueriles instintos de supervivencia. Todo es política, idiotas. Y hay que definirse. Sin miedos, como lo hace, en su apuesta por el estado de derecho, el juez García-Castellón en la Audiencia Nacional. La democracia no puede ser el negocio en el que la convierte Sánchez, ni los nostálgicos gemidos histéricos de Vox. Es la hora de despilfarrar los ahorros morales en la mejor inversión: la cabal valentía por la democracia.

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