Diario de Castilla y León

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HACE unos algunos años, con José Luis Rodríguez Zapatero reintegrado a la vida civil como expresidente del gobierno y todavía amparado por un cierto aura de auctoritas que se ha ido dejando por el camino de Venezuela, acudió el leonés de adopción a Burgos para participar en un encuentro con ONG. Era el año 2015 y consintió el expresidente en ceder unos minutos para ser preguntado por la prensa y como no daba a pie a titulares se me encendió una bombillita y le pedí a nuestra redactora que le preguntase si en algún momento se había arrepentido de su cobertura a la reforma del estatuto de Cataluña que se aprobó en las Cortes catalanas y se validó con el voto en contra y en solitario del PP en 2006 y que desmontó en buena parte de sus preceptos el tribunal constitucional cuatro años más tarde. Fueron una docena de segundos en los que saboreamos el titular y en los que pareció que pudo dar un vuelco a la doctrina del PSOE según lo conocíamos. No fue una alucinación porque los compañeros de la prensa también percibieron la brecha. Pero ni de cerca aquello siguió así. En aquellos tiempos Zapatero acuñó dos de sus frases más recordadas. Aquella de «apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán» antes de convertirse en presidente del gobierno y esa otra de el concepto de nación es discutido y discutible que alumbró en 2007. Años después, las tensiones separatistas se habían exacerbado en Cataluña y cuando Zapatero acudió a esta cita en Burgos en 2015 se acababan de celebrar las elecciones autonómicas «plebiscitarias» que ganó Artur Mas. Dos años después llegó el 1-O y el artículo 155. 

Como respuesta a nuestra pregunta insistió en que aquel Estatut era la respuesta al problema político incendiado por los independentistas y se debió «haber abrazado», lamentó quien quiso ser «pastor de nubles» tras dejar la presidencia del gobierno, según sus propias palabras. Habló del papel del Tribunal Constitucional como freno de las exigencias fuera de todo ordenamiento de los jerarcas de la Generalitat y pronosticó que  «seguramente sea un conflicto que va a durar tiempo, y la prudencia, la inteligencia y el tener una perspectiva de que antes o después habrá que abrir un escenario al diálogo parece que no puede olvidarse». 

Hoy Zapatero, que debe andar aún por las nubes menos cuando le reclaman en Sudamérica o cuando su partido se queda corto de provocadores, aunque parezca mentira, y lo lanzan a decir barbaridades. Como la que acaba de soltar públicamente en Onda Cero donde dijo que para solucionar el «conflicto político» en Cataluña la amnistía «no es inconstitucional» y  que «si hay que cambiar de opinión se cambia». Con un par y al más puro estilo de Marx, Groucho. Debe ser porque anda enredando por las nubes que hemos tenido sequía. Qué hubiera pasado si aquel día Zapatero hubiera confesado lo que pensó primero, antes de hablar. Igual hubiera sido peor.

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