Diario de Castilla y León

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TOLERANCIA, derecho, educación, respeto, solidaridad… Esos son algunos de los valores que deben regir en una sociedad que se denomina moderna y del siglo XXI pero que, visto lo visto, cada vez se demuestra más intolerante y, desde luego, insolidaria con el que más lo necesita. Una sociedad que más parece del pleistoceno o de la época de las cavernas que de este siglo del que presume. Lo vivido esta semana en el centro cívico de Delicias en Valladolid con una panda de vecinos exaltados, demostrando su intolerancia y su nula solidaridad y respeto a grito pelado contra la construcción del centro de refugiados es la demostración palpable de que esta sociedad camina a pasos agigantados, pero hacia atrás, a épocas que se creían ya superadas.

Una sociedad donde unos se creen más que otros por el simple hecho de haber nacido en un sitio o en otro. Donde hay ciudadanos que se atreven a despreciar y vilipendiar a otros por el mero hecho de ser inmigrantes, tratándolos directamente de delincuentes, cuando no de criminales. Ciudadanos que se creen en el derecho de poder negar los derechos más esenciales a otros porque no son de su clase.

Es la sociedad de clases, la de los señoritos que tan bien describe el maestro Miguel Delibes en Los Santos Inocentes. Para estos nuevos señoritos Iván de Delicias, que se creen con más razón que los del resto barrio que callan por el simple hecho de que gritan más, los refugiados, personas que se ven obligadas a huir de sus países de origen por miedo a que los maten y tienen que pedir auxilio en otros, son los nuevos Paco, Azarías y Régula. Quiero creer, más bien sé, que Valladolid, en particular, y la sociedad, en general, no es así. Que son pocos los señoritos Iván y muchas las personas que quieren una sociedad tolerante y de iguales. El problema es que los nuevos señoritos Iván cada vez gritan más y pueden hacer creer que son mayoría y que ellos son los que llevan la razón. Los que se oponen a gritos al centro de refugiados son los mismos que rechazan que se ayude a quien lo necesita con la excusa de que se está alimentando vagos. Los mismos que hablan de guetos, que es justo donde quieren que se meta, pero bien lejos, a los refugiados, a los inmigrantes y a todos aquellos que no creen que sean dignos de vivir en sus calles, en sus barrios, en sus pueblos, en sus ciudades. Y luego están los políticos que o bien alimentan a estos nuevos señoritos Iván o se sirven de ellos o ambas cosas, mientras dan largas para tomar una decisión que sólo tiene dos respuestas sencillas: sí o no. En lo del centro de refugiados no vale ser equidistante. La decisión la tiene que tomar el Ayuntamiento de Valladolid y él sabrá si quiere seguir por el camino de la actitud ‘poco edificante’ de estos nuevos señoritos Iván.

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