La seria advertencia de Gullón sobre la peor amenaza de la despoblación
GULLÓN ES UNO de los emblemas industriales de Castilla y Léon. Por su poderío, su fortaleza, su visión, su trayectoria, pero sobre todo por lo que ha construido este gigante con esfuerzo, constancia, convicción y tesón. Gullón es un ejemplo del poderío industrial de Castilla y León, ese que permanece invisible para los que todavía en el debate sobre el estado de la Comunidad siguen reclamando la letanía de reindustrializar Castilla y León. Es paradigma, modelo, pero también una parábola de tanta industria nacida en Castilla y León y que ruge con fuerza entre los grandes de sus sectores en España y en Europa.
Y lo que nos dice Gullón con su llamada en busca de 300 empleados para sus pujantes factorías de Aguilar de Campoo, en plena Palencia rural y montañosa, es que vigor industrial e iniciativa empresarial tenemos. Pero falta empleo. Falta gente, precisamente allí donde más hace falta gente, en los epicentros de la despoblación.
Esto de Gullón es una señal de alerta inequívoca que la política debería saber descifrar e interpretar. No debería demorarse demasiado, por ejemplo, el mismísmo presidente del gobierno autonómico y trasladarse a Gullón, o como mínimo enviar a uno de sus consejeros, para conocer de primera mano cuál es el problema para intentar atajarlo. Gullón en una señal de alerta que puede estallar en otros puntos de la comunidad. Hay una gran industria. Hay empleo. Pero no hay gente. Dice mucho del compromiso de Gullón con el lugar en el que nació y creció. Dice mucho de sus empresarios y directivos. Pero también nos sirve para explicarnos un fenómeno creciente, y que no se soluciona con lamentos políticos en un pleno de la Cortes o propuestas de concilios de teóricos que desconocen que la realidad de la despoblación es un fenómeno imparable que lleva galopando más de cinco décadas por nuestros territorios, como por otros muchos del interior. Gullón cree en el mundo rural. Por eso se mantuvo ahí. Creció ahí. Y se desarrollo ahí hasta ser el coloso que es. Pero es que sus accionistas y directivos viven y padecen ahí mismo. No como esos políticos mediocres y llorones que claman por el mundo rural, pero residen en las ciudades y animan a otros a hacer lo que ellos no están dispuestos. Cinismo político. Esa es la verdadera alarma de la despoblación en núcleos con industria vibrante y en crecimiento, con empleo constante, que no encuentran trabajadores. Esa es la verdadera alarma si no queremos que el fenómeno de la despoblación que nos azota se convierta en un verdadero drama, que amenaza incluso la supervivencia de nuestros motores laborales y económicos.