Diario de Castilla y León
Alfonso Fernández Mañueco, en el Pleno de las Cortes. ICAL

Alfonso Fernández Mañueco, en el Pleno de las Cortes. ICAL

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NO DA PARA mucho más. La legislatura en Castilla y León está agotada. Al menos en lo que concierne a la oposición. A la huérfana jefatura de la oposición. Lo suponíamos. Y el debate del estado de Castilla y León ha venido a certificarlo. Castilla y León está en forma, con una considerable merma anual de integrantes del padrón, pero en forma. Su política está pandémica. Para ponerse la mascarilla y no quitársela en cada pleno. Tanto obstinado obstinándose con el debate demorado por causas electorales para morir en la orilla del hemiciclo. Tudanca, seguramente el más brioso y ágil de los parlamentarios, se desdibujó a sí mismo en una espiral de tópicos repetidos en un año de los famosos lunes de aguas del PSOE. El comodín de VOX y la llegada del Tercer Reich está más amortizado que la ministra de Movilidad, pero los suyos y su obcecación hacen que siga la linde, incluso acabada la linde. Y sigue. El apocalipsis que pregonó hasta la saciedad Feijóo para la España de Sánchez tampoco llega  para la Castilla y León de Mañueco, pese a la obstinación de Tudanca, que no acaba de ver el túnel al final de la luz. No tuvo que emplearse a fondo Mañueco a la vista de la mansedumbre opositora. Se guardó mucha munición preparada para tiempos mejores, cuando alguien suceda a la indolente oposición. Y se permitió, de tan hastiado que quedó de capotear becerros, incluso el lujo de dejar a Juan, de apellido García-Gallardo, esgrimir el descabello. Y gritarle a Tudanca lo que le gritaban a Simeone los hinchas blancos tras la final de Milán:«¡Simeone, quédate!». Sin duda es lo más ofensivo y cruel que te puede decir el rival. Mañueco navega con el viento a favor y sin la oposición en contra. Aunque Tudanca sabe que su enemigo no es Mañueco, que también quiere que se quede. Porque Tudanca quiere quedarse, ahora que despedazó su billete a Europa.

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