Diario de Castilla y León

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A VECES la casualidad va más allá de la anécdota y entra en el terreno de la burla. Resulta que entre la nueva presidenta del Congreso de los Diputados y el flamante candidato a presidente del Gobierno propuesto por el Rey Felipe han decidido que el pleno para la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo se celebre los días 26 y 27 de septiembre, cosa que nos importaría poco a los mortales si no fuera porque de estas fechas dependía que nos hicieran volver a votar dentro de medio año si es que ni PP ni PSOE fueran capaces de sumar apoyos parlamentarios para designar al nuevo presidente del Gobierno. Con esta maniobra, esas hipotéticas elecciones caerían el 14 de enero, ya pasadas las Navidades. Pero la carallada del asunto está en que la campaña electoral comenzaría a las doce de la noche del día 29 de diciembre. Es decir, que el día de los Santos Inocentes sería el pórtico de otro periodo electoral. No me digan que no tiene retranca la cosa. Ese posible nuevo proceso electoral coincidiría prácticamente con el ecuador de la legislatura en Castilla y León, la Comunidad que estrenó la dinámica de pactos entre Partido Popular y Vox que posteriormente se ha reproducido -o no- en otras autonomías y ayuntamientos tras los últimos comicios locales y autonómicos. Sería caer demasiado en la política-ficción tratar de descifrar si al presidente Mañueco le coincide bien o no esa posible repetición de las elecciones generales en el caso de que quisiera dar un vuelco a la situación de su gobierno en Castilla y León y convocar nuevos comicios. Lo que parece una certeza es que la situación política lejos de apaciguarse, empeora y ese agravamiento no es bueno para el ciudadano porque levanta el foco de los problemas comunes para ponerlo en las particulares necesidades partidistas. De hecho ya se habla de una oposición fuerte desde los territorios gobernados por PP y Vox a un nuevo gobierno socialista si es que logra finalmente atar los apoyos parlamentarios que necesita. Si por oposición fuerte se plantea exigir con uñas y dientes la finalización de las obras de la autovía del Duero, vergonzoso ejemplo de la ejecución presupuestaria de los gobiernos tanto del PSOE como del PP, me parecerá adecuada. Lo mismo en el caso de la autovía entre Burgos y Aguilar de Campoo o cualquier otra infraestructura pendiente en la Comunidad. Pero si lo que pretenden es enfrentarse aún más entre los dos grandes bloques ideológicos, lo que vamos a encontrar al final del túnel es paralización, gasto superfluo y partidista y desapego del ciudadano. Lo peor es que no se vislumbra ninguna otra salida a la situación actual. Recemos por salir de esta.

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