Castilla y León tiene que entrar en el debate del mercadeo de la financiación
UNO DE LOS deberes imperantes que tiene el gobierno de Castilla y León para la vuelta de las vacaciones es poner sobre la mesa el endémico asunto de la financiación autonómica. Especialmente ahora que volvemos a comprobar que algunos, partidos vascos y catalanes, pretenden, como casi siempre, mercadear con la investidura de Pedro Sánchez. Mercado en el que siempre salen ganando, en detrimento de otra parte de España, como Castilla y León, que vemos como nuestras infraestructuras quedan varadas en el olvido o empantanadas. La vergüenza mayúscula de la política.
Hizo bien en advertirlo ayer el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez Quiñones, a la vista del mercado persa que se está abriendo en busca de apoyos para que Sánchez siga al frente del ejecutivo central. Aunque se equivoca radicalmente Quiñones al aludir a Mariano Rajoy como garante de ese nuevo modelo de financiación, que por cierto es distinto en función de las comunidades en las que gobierne el PP. Nada tiene que ver lo que plantea Alfonso Fernández Mañueco con las aspiraciones del andaluz Juanma Moreno, que sostiene que el reparto debe ser en función de la población. Sin tener en cuenta otros factores correctores, pero que vertebran y sostienen España, como el patrimonio, la amplitud territorial o la dispersión poblacional. Porque Juanma Moreno no entiende que el grueso del PIB turístico se nutre de las playas andaluzas, pero también de la región con más elementos Patrimonio de la Humanidad del mundo, que no es Andalucía, sino Castilla y León. Castilla y León, que además atesora el 50% del patrimonio arquitectónico español. Por no hablar de la solidaridad imprescindible para cohesionar un país, que no es una grupo de estados federales.
Tal vez ande el consejero Quiñones un tanto desmemoriado al aludir a Rajoy como ejemplo para afrontar la financiación autonómica. Tal vez no se acuerde de las trifulcas que tuvo el gobierno de Herrera, al que el propio Quiñones pertenecía, con el ministro Cristóbal Montoro a cuenta de la financiación y las inversiones. Rajoy practicó el dontancredismo en ese asunto como en otros tantos, por eso un día, de buenas a primeras, mientras se ponía tibio en un restaurante madrileño, se encontró fuera de La Moncloa y a Sánchez como inquilino. No es bueno ni oportuno mentar a Rajoy como baluarte de Castilla y León en materia de financiación autonómica. Pero es necesario, como hizo el consejero Quiñones, que Castilla y León entre en el debate ahora que se está jugando el gobierno de España para los próximos cuatro años.