Diario de Castilla y León

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Con silenciador los disparos son más discretos. Y además ahora ni siquiera hay que colocar el dispositivo en el arma. Se activa por defecto en el electorado más ideologizado, con menos poder cognitivo y con la habilidad de dibujar una simulación de su capacidad económica en un futuro cercano si los ‘suyos’ salen victoriosos. Sin desmerecer la profesionalidad de Bildu en estos asuntos, avalada por una prolongada y generosísima lista de esquelas, nuestra política se ha desatado en un flamígero y desbordante tiroteo.

La aplicación de una eutanasia semántica es una de las terapias que se han puesto de moda. Se trata de inducir a la democracia en un sueño profundo, de plácida apariencia, de tal modo que llegue en el momento en el que no sea perceptible al ojo humano distinguir entre un sistema en coma inducido y otro carente de latidos en libertad. Porque incluso en arritmia una democracia puede mantener un mínimo de derechos, garantías y transparencia. Sin pulso, nada de nada.

La palabra, y su significado, es la asimetría. Yolanda Díaz lo ha pronunciado, sin rubor y, lo más sorprendente, sin trastabillarse. Lo del federalismo, que es otra puntada con hilo de la cosetodo sumaria (ejem), acaba siendo lo de menos. De hecho, si el federalismo se dobla por su exacta mitad constituye una operación de perfecta simetría. Así que, al escuchar a esta eminencia de la política, me he quedado planchado. Asimetría, humm…, qué habrá querido decir. Y, claro, qué querrá silenciar.

El carácter territorial de un estado y una nación es la materialización legal de un espacio. Y un vector fundamental de una democracia es la igualdad. Y la no discriminación por el lugar que se pisa, ni con carácter trashumante ni como empadronado. Conjugarlo es la analítica de su salud. Las descompensaciones avisan, cuando no confirman, que algo se ha tumorado.

Cuando la izquierda habla de asimetría es que ha sido abducida por los nacionalismos regionales. Convencida de y para lograr pactos que los prorroguen en el poder. Nada más fascista que convertir en ‘sin papeles’ a los aragoneses en Cataluña (pese a que si tiramos de historia esos pagos fueron suyos…) y a los castellanos y leoneses en el País Vasco.

Esta asimetría de Díaz exhibe la deformidad insana de un poder parasitado de sí mismo. El síntoma cancerígeno de las ideologías que ocultan su refinado fascismo percutiendo en la supremacía territorial. Hasta que, cuando sea, se vayan de rositas. Como una Barbie progre y desesperada en su libido electoral que añora a su Kent prófugo de leyes y peluquerías.

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