Diario de Castilla y León

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MONLEÓN, Villarino de los Aires y Tamames se intuyen estos días en Salamanca entre otros apuntes salmantinos. Los Mozos de Monleón reclaman el recuerdo del romance que cautivó al piano de Lorca; y el burro de Villarino, que tantas veces tarareara el poeta su Turu ruru… en una ocasión en Nueva York, donde cuenta Luis Díaz que a los americanos les costó aprenderse el estribillo. Y también se escuchan canciones de cuna de fondo, viejas nanas de Tamames que describía en sus conferencias el autor del romancero gitano.

Cuánto tiene que airear Salamanca sobre Lorca todavía. Pocas veces la intemperie se ocupa de la cultura con tanta fuerza. No es fácil impactar como en estos días lo ha logrado el poeta granadino y universal en nuestra plaza mayor de Salamanca. Y es que Federico García Lorca nos mira desde el primer piso de la plaza.  Plaza mayor, patio grande del común. La de Salamanca es la más bella para asomarse. Un cuadrilátero irregular pero asombrosamente armónico nos dejó dicho Unamuno sobre este regalo barroco de Churriguera.

Para algunos, este mes se instaló el «espíritu de Mogarraz» en sus balcones y para otros llegó la hora de revisar el romancero, la canción popular. Gabriel Calvo, el trovador, parió la idea rebuscando en el cancionero de Lorca y así nació Folklorquiando, un espectáculo teatral y musical contado y cantado del que hay que estar atentos en sus actuaciones.

Pero el decorado y los ojos los puso el pintor serrano Florencio Maíllo que supo encontrar la mirada de Federico y de muchos de los suyos. Ambos nos regalan el mes de Lorca en Salamanca en el mismo marco y a apenas unos metros de distancia de cada uno de los 88 arcos de medio punto con sus mediáticos medallones. Pero, por ahora, solo unos pocos hemos mirado la obra de Maíllo desde la plaza compuesta por 114 retratos de amigos y familiares de Lorca.

Retratos en verso y prosa con una carga cultural incuestionable que ahora se unen a las miradas de turistas, ciudadanos, estudiantes y forasteros que presencian un guiño al mayor foco de cultura española, la del romancero popular que nos acerca a Lorca y que jamás se asomó a la balconada corrida de la plaza.  En la que estos días nos mira Federico y también sus amigos y familiares, algunos con raíz salmantina y de esta tierra como Domínguez Berrueta, de cuya mano inspiradora conoció Lorca a Machado y a Unamuno; Julia Rodríguez, actriz de La Barraca; León Felipe que acompañó al poeta en Nueva York en cuyas calles también conoció a Federico de Onís Sánchez. A Jorge Guillén que dijo del poeta que era el “primero de todos nosotros” y sus incondicionales de la residencia de Estudiantes y una buena parte del universo Lorca. Por fin, el romancero se asoma al balcón. Nos vemos en la plaza bajo el reloj.

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