Diario de Castilla y León

Antonio Piedra

Hasta que las ranas críen pelo

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Es un hecho planificado. El Gobierno Frankenstein, desde el primer momento, se propuso acabar con la agricultura y la ganadería en Castilla y León. A esto obedecen las campañas a favor del lobo y otras sanchunadas ecologetas, o las descabelladas andanadas del ministro comunista, Alberto Garzón, desde el Ministerio de Consumo, asegurando al diario The Guardian, que nuestra carne «es de mala calidad», y sacándose de la manga que nuestras granjas industriales contaminan «el suelo y el agua». Agua. He aquí el escándalo insostenible al que asistimos impávidos en estos momentos de sequía. No sabemos hasta dónde llegará este drama, cuántos sacrificios de ganado habrá qué hacer, ni tampoco qué verano sediento nos espera a la población humana. Sólo se habla de un hecho inconcebible, irritante, arbitrario, infame, y puede que hasta criminal. 108 presas, según datos emanados del Ministerio para la Transición Ecológica, han sido dinamitadas por las buenas en el 2021. ¿Cuántas más se han demolido durante el 2022 y el 2023? No lo sabemos, pues las estadísticas –como en el caso de los delincuentes sexuales de la Ley del sí es sí–, se han quedado obsoletas y sólo penden de un recuento electoral sospechoso: hasta que las ranas críen pelo. Pero el hecho va más allá de una planificación de los recursos hidráulicos, que es muy sencillo, pues al fin de cuentas no es más que una simple cuestión de inteligencia y de previsión. A este Gobierno frankensteiniano y de ecologetas sostenidos –como ya profetizó el científico Jean Rostand en su libro La biología y el porvenir humano (1950)– le molesta la humanidad en sí. De aquí que trabaje con denuedo, y con todas sus leyes, por la extinción acelerada de esa humanidad.

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