Jesús Julio Carnero o el sacrificio que no cesa
Tanto remar entre los aguaceros del otoño y del invierno para volver a la casilla de salida del crepúsculo del estío. Esa sería la versión lírica de la candidatura del PP de Valladolid que no le ha quedado más remedio que enfundársela el número dos de la Junta, Jesús Julio Carnero. Todos los sacrificios, como los caminos a Roma, llevan al político vallisoletano al que el covid colocó en el abismo de la vida. Hace tres años y medio fue obligado, por el inverosímil y ruin odio orgánico de los Pinzones (Pablo Casado y Teo García Egea, el olvido que seremos) con nocturnidad, alevosía y miseria. Se le abrieron las puertas del campo y recaló en la Consejería de Agricultura, donde cuajó y fraguó, a decir de agricultores, productores e industriales. El consenso se hizo Carne(ro) y habitó entre trigales, gavias y secaderos. Y en esas el sobresalto electoral que abrió las puertas de la Junta a VOX y se pidieron Agricultura, sin saber de pastoreo y azadas. Se quedó sin la Consejería a la que le puso esfuerzo, desvelos, tesón y humanidad. Mañueco, siempre generoso y leal con los suyos, lo ascendió a los cielos de la Consejería de la Presidencia, la que alberga el poder político del gobierno de Castilla y León, y lo convirtió en el número dos de hecho y de derecho del ejecutivo. Pero ahí no se iba a acabar la historia, que comenzó en un mascullar de candidaturas, incluso antes de formar gobierno con VOX. Pasadas las Navidades, Mañueco reseteó el ruido y volvió a la candidatura de salida, la de que por muchos atajos que cojas siempre llevaban a Carnero. Y él lo sabía, aunque vivía sin vivir en sí convenciéndose de lo contrario. J.J. Carnero, el sacrificio que no cesa. Ahora le toca saltar un Puente para amanecer en la orilla de la pieza más preciada en Castilla y León de la Génova de Feijóo. El resto ni pinta ni cuenta.