Memoria histórica
¡¡¡Bla, bla, y bla!!! Rajoy II –o sea, Feijooooo con un montón de oes y ponga la tilde donde le dé la gana– nos ha revelado sus intenciones en cuanto se suba a la potranca de la Moncloa. El miércoles se aprobó en el Senado la Ley de Memoria Democrática, y supimos también su posición frente a la subida de las pensiones. En ambos casos, una sonrisa cínica, benevolente, equidistante, intransitiva –que no tiene complemento directo ni de persona ni de cosa–, y acomplejada.
En Castilla y León supimos muy bien qué fue la Ley de Memoria Histórica zapaterista, e intuimos lo qué será la Ley de Memoria Democrática de Sánchez: un tridente de tiranos para cocinar la historia, una calcitrapa de dictadores en racimo para prescindir de los hechos, y un cepo de sátrapas para imponer un pensamiento único hasta para limarse las uñas. He aquí un ejemplo que da vergüenza recordarlo como síntesis de una traición reiterada e inapelable: ¿qué hizo Rajoy con mayorías absolutas para impedir la sangría del Archivo de Salamanca o para suprimir una ley abyecta? Absolutamente nada. Calló y permitió el expolio bajo el peor de los subterfugios: había que cumplir una ley sectaria. Nos jodió mayo con haber votado a tiempo.
¿Qué está haciendo ahora mismo Rajoy II con el espinoso embrollo de las pensiones electorales que ha subido Sánchez hasta un 8,5%? Pues lo que hace un blandengue sostenido. En vez de equiparar por decreto ley las pensiones más bajas con las más altas, pretende que éstas se rebajen hasta las más bajas. Un pan con unas hostias. Igual que en los niveles de la enseñanza: que un cero sea igual que un sobresaliente. Justo la solución de la dueña pijotera y traspuesta que se cuenta en el Libro de Buen amor: que «si no quiere el mandado no da buena respuesta». Vamos, como para darle en bandeja de plata otra mayoría absoluta.