Diario de Castilla y León

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Carnaza para los lobos. Después de siete meses, ¡qué poquito se avanza en la resolución del crimen de Esther López! Parece que se repite el caso del joven de 18 años, David Hernández, asesinado en Laguna de Duero el 15 de abril de 2020  en pleno confinamiento. La sensación es tristísima: qué listo el asesino, y qué torpe la investigación. Alguna razón habrá sin duda. Pero la realidad no puede ser ni más pobre ni más irritante. Del juzgado a los investigadores, el peloteo parece una constante que confirma la vieja regla que ya repudiaba Santillana en el siglo XV: «De lo contado come el lobo». No sólo da la sensación de que no hay ganas de esclarecer los hechos, sino que tampoco las hay de trabajar, que tiene huevos la huevera. Sólo a la luz de esta realidad tumbativa, se explican estos dos casos ocurridos en dos poblaciones vallisoletanas a escasos kilómetros la una de la otra. Lo que quiere decir que –sin estrujarse demasiado el meollo– o la investigación falla estrepitosamente y no sirve para nada su metodología ni en el personal que la aplica, o que el juzgado se entretiene discutiendo sobre el sexo de los ángeles analizando pruebas que no lo son, y que pasa el tiempo mareando la perdiz del amanecer al ocaso. Dos ejemplos de inoperancia supina que claman al cielo, y que hay que corregir o sustituir de inmediato porque, sencillamente, comen de lo contado. Lo que cuentan los unos y los otros –investigadores y leguleyos–, sólo alimenta al lobo: al asesino o a los asesinos, que en ambos casos se están yendo de rositas, pues lo que se cuenta sobre ellos parece un salvoconducto para la impunidad. Ayer se declaraba en este periódico que en el caso de Esther López hay ADN en «la moqueta» de un maletero, y un pelo en una «chaqueta». ¿Y? De David Hernández, dos años después, ni eso. Inaceptable: carnaza para los lobos.

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