El olor de la guerra
Dicen que los olores conectan con la memoria, el olor nos retrotrae y hace que recordemos, muchas veces se utilizan aromas o perfumes para crear sensaciones y hoy en Ucrania hemos olido la guerra, sensaciones y recuerdos que se guardarán en nuestra memoria eternamente.
Nos dirigimos al triangulo del horror, tres localidades cercanas que en apenas 20 kilómetros crean lo que conocemos en nuestro país como “ciudades dormitorio”, Son Irpin, Bucha y Gostomel.
En este lugar durante los primeros días de guerra se vivió un infierno inimaginable que aún hoy, meses después, muestran esas cicatrices en sus calles, en sus edificios y sobre todo en su gente.
Rostislav Skurativskiy es el yerno de Yuryi Prylypko, primer Alcalde de Ucrania al que los Rusos mataron en una emboscada, Yuryi era el Alcalde de Gostomel y el día 3 de marzo, cuando falleció, estaba entregando ayuda a sus vecinos. Hoy nos acercamos hasta el lugar donde fue tiroteado, “aquel día iban cinco personas en un vehículo, cuando al llegar a esta calle empezaron a recibir tiros desde los edificios tomados por el ejercito Ruso” nos lo cuenta Rostislav, el yerno del Alcalde. Dos de ellos fueron heridos, uno en la cabeza, “tratamos de huir pero por el camino nos topamos con una escaladora que impedía el paso ” explica, sobre el terreno, Taras Kyzmuk, jefe de seguridad del Alcalde, “nos vimos acorralados, el Alcade salió del coche , yo salí con él pero le dieron en una pierna, tratamos de refugiarnos detrás del coche, pero dentro de él ya habían muerto dos de nuestros compañeros, otro logro salir” Taras nos muestra el lugar exacto “el Alcalde trató de huir por ese camino, pero le volvieron a dar, estaba a unos diez metros de mí, sangraba mucho, pero yo no podía llegar a él” ese lugar es un camino con una valla metálica, donde se observan las huellas de los más de 100 impactos de balas, Taras continúa y nos relata cómo salvo su vida, “Yuryi no se movía, en ese momento me di cuenta que no tenía escapatoria, usé mis manos, hice un agujero y me enterré vivo debajo de la escaladora, allí pase más de 10 horas”, relata mientras nos muestra las fotografías de aquel día, no solo las de sus manos ensangrentadas y deshechas, también nos enseña los fotografías de las cámaras del entorno donde se ve toda la acción de la emboscada que nos está describiendo. “Comenzó a nevar y hacía más de 10 grados bajo cero, pensé que la única manera de salir de allí, era hacer un agujero por debajo de aquella valla”. Impresiona ver aquel boquete que 4 meses después muestra un agujero que Taras, con sus propias manos cavó para salvar su vida.
El cementerio de Gostomel ha tenido que ampliarse, tumbas improvisadas entre las que sobre todas destaca la de Yuryi Prylypko, que en agosto hubiera cumplido 62 años y donde vemos cubiertos en lágrimas a su familia y a su hombre de seguridad, Taras Kyzmuk, que aquel día no pudo salvarle la vida, “murió como un héroe” así se despide de nosotros.
En Gostomel las fuerzas de Putin lanzaron su primera ofensiva, 35 helicópteros y 300 soldados iniciaron la invasión de Ucrania, era el 24 de febrero a las 4 de la mañana, hoy muchos de sus vecinos nos muestran en sus teléfonos imágenes de aquel primer ataque. Nos desplazamos hasta un complejo residencial, donde cayeron las primeras bombas y misiles rusos, hay un edificio partido en dos del que ha desaparecido gran parte.
Bajamos del coche y un intenso olor nos impide prácticamente respirar “creemos que debajo de este edificio, en los bunker, hay gente, no hemos podido acceder a ellos y no podemos saber cuantos hay”.
Natalia Pidosychna aclara, “es imposible saber cuántos muertos tiene esta zona, aquellos días la gente huía del horror, no hay registro de quien se fue o quien murió, y si murió donde están, solo tenemos contabilizados los encontrados, la devastación es tan grande que pueden haber muchos más debajo de las miles de toneladas de escombro de los edificios bombardeados”.
Accedemos a una de esas casas, huele a muerte y dolor, la cocina aún muestra una tetera, como si alguien se dispusiera a encenderla, pero allí quedó, en un escenario dantesco, esa tetera nunca más desprenderá aroma a té, será el símbolo del olor de la guerra que activará la memoria de un mundo al que se le está estropeando el olfato.