Aquí se espía
MI VECINA Carmina está fatal. Llamó el sábado a la puerta, escopetada y gritando: ¡Cierra, no sea que entre! ¿Que no entre quién? ¿De qué hablas? Me sigue una sombra, Antonio. Me espían como a Sánchez. Será porque soy amiga tuya. ¡Qué cosas me dicen por el móvil! Anoche sonó a las cuatro de la mañana, y me dijo una voz cavernosa: ¡Carminaaaa!, ¿necesitas un colchón guay? Me pareció una consigna independentista, o alguien de Podemos que saben la tirria que los tengo.
Intenté calmarla. Carmina, a mí me mandan todos los días ofertas de viagra. Lo harán para ponerlas en la vitrina de los recuerdos, porque para otra cosa... Ya Antonio, ¿pero qué dices de las que se suicidan? ¿Pero quién se suicida, Carmina? Pues muchas que las llaman a las cuatro de la mañana diciendo que cambien el colchón para saber qué cosas, y las pobres se tiran por la ventana.
Vamos mal, Antonio. Entre el mercado que sube sin parar, las cosas que nos dicen en televisión -toda una pesadilla-, y este móvil que me vigila al minuto, estoy en ascuas. Lo saben todo de mí, Antoñico. Acabarán contando en cualquier programa del corazón el lío que tuve con el pescadero hace más de 20 años. Seguro. Si espían a Sánchez, ¿qué no harán conmigo? Oye, hijo, ¿serán los marcianos?
Ante la gravedad, le di el teléfono de mi psicólogo: llámalo sin falta, vecina. Imagino que será inútil, pues con la locura que recorre España con los espías, tendrá la consulta a tope hasta que caiga el Gobierno. Así que me puse a dar vueltas en mi pasillo, que es mi terapia china, para no acabar majara como el resto. De inmediato, me asaltó el cínico Capitán Renault en la película Casablanca: «¡Qué escándalo, qué escándalo! He descubierto que aquí se juega», mientras un crupier le suelta un fajo de billetes.
Justo lo que ahora sucede en España: qué escandalazo, hemos descubierto que aquí se espía. ¿Es que alguien lo ignoraba? ¿A qué vienen entonces estos aspavientos, acusaciones, histerias, y comisiones de investigación? Pueden ahorrárselas todas, y permítanme un desahogo: sí señor, aquí se espía todo lo que se puede y, desde luego, los que pueden. No voy a espiar yo que ni siquiera conozco el manejo del móvil que me regaló mi psicólogo. Como no espíe con paloma mensajera, lo tengo crudo.Tan sólo empleo el sentido común y pienso: si llueve, es que hay nubes; si nacen patatas es que alguien las ha sembrado. Y si hay tantos espías será por lo que reconoce con descaro el Capitán Renault en la película: porque «sólo soy un pobre funcionario corrupto».
Esto sí que es sinceridad, y no el monumental galimatías que tenemos montado aquí entre las distintas facciones del Monstruo Frankenstein que nos gobierna, manda y roba. De esto ya hablamos aquí premonitoriamente el lunes pasado, y apesta. Es tal la cotorrería y el desmadre, que hasta Kafka se hubiera pegado un tiro.
Ante el lío, unas cuantas pregunticas. ¿Todos espían a todos? ¿Quién es el jefe de los espías? ¿Es que a él no le espían? ¿Quién paga todos estos sueldos? ¿Es que no se fían unos de otros? ¿Sabrán que cuando caiga el Monstruo Frankenstein les espera un infierno judicial de no te menees? ¿Independentistas y golpistas volverán a tener vía libre para repetir las mismas tropelías? ¿Saben los del Gobierno y adjuntos, dada su utilidad, que la cola del paro ya está colapsada? Y ahora la pregunta más importante: como nadie se fía de nadie, ¿quiere decir esto que hemos conseguido el estado corrupto perfecto?
Eso parece. De hecho ya nos pasa como en la célebre película cuando el Capitán Renault le pregunta a Rick Blaine por la razón precisa de su estancia en Casablanca, y éste le responde con el descaro de quien sabe que aquí todos mienten a todos y todos espían a todos como norma elemental de un estado perfectamente corrupto: «Vine por las aguas». Renault no puede contener la risa y le suelta: «¿Las aguas? ¿Qué aguas? ¡Estamos en el desierto!».
Hombre, antes de la llegada de este Gobierno las aguas estaban mucho más claras, incluso donde no las hay como en el desierto. Igual ocurría con el espionaje. La culpa de todo la tenía Rajoy. Pero desde que lo echamos, y fue sustituido por la eminencia y beldad del doctor Sánchez, nos preguntamos: ¿Pero quién coños es aquí el malo que espía? ¿Satanás, Spiderman, o acaso Putin al que quiere ver hasta el Papa para darle su bendición apostólica urbi et orbi? Esto me plantea una pregunta teológica de aúpa: ¿Espiarán al Papa? ¿Quién lo hará? ¿Las monjas o su jefe directo que es el mismísimo Dios?
O sea, que éramos pocos y parió la burra. El proceso en descomposición del Monstruo -ya un clon esperpéntico de la gilipollez en espía- es imparable. Eso de sacar a los espías a la calle y al Congreso es como sacar del cuerpo por un rato al hígado: pues que se acabó el cuerpo y la película. No vale poner al Monstruo unas tiritas para seguir tirando. En los casinos se juega, en los gobiernos se espía, y los columnistas escribimos. Más claro agua. Y acabo aquí porque oigo un ruido raro, no sea que tenga un espía debajo de la cama, y es lo que me faltaba.