Diario de Castilla y León

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Menos lobos, Caperucita. Lo digo por la Ministra de Educación –Pilar Alegría Continente– que representó al Gobierno de España en la toma de posesión de Mañueco. Llegó a Valladolid ayuna de títulos. Rectifico, pues tiene algunos de esos que se prenden en el ojal las damas del desdén para que todo parezca de primera. Me chocó no obstante –deformación profesional por mi parte–, que una dama de alto ringorrango propinara unos continentales meneos al diccionario en una Comunidad donde la pureza del lenguaje es norma, y los pecados contra el idioma resuenan como un trallazo. Pero la Ministra no llegó a Valladolid para hacer retórica, sino con la amenaza bajo el brazo de vigilanta. Vino a repetir lo que propala la sanchunería desde el atril de la Moncloa o por las esquinas del reino: que lo que es estiércol en Castilla y León, es oro de 18 quilates en Euskadi y en Cataluña. O sea, que lo que aquí no vale con Vox, allá lo convierten en bendición con filoetarras –desde el miércoles los crímenes de ETA no prescriben por ser de lesa humanidad, según el Parlamento Europeo– o con golpistas al por mayor.  Esto lo entendimos el martes con las maravillosas explicaciones de Alegría, que parecían el embudo del pícaro Guzmán de Alfarache. Era tan ancho el artilugio del pavo, y hacía la vasija y la bolsa tan a su gusto, que parecía el milagro de la santísima elasticidad: por aquí tú no, pero yo sí entro y salgo como el buen vino que no necesita ni pregoneros de segunda. Ya, hija, pero es que aquí –como le dijo Galdós al rey Pepe Botella cuando empinaba el porrón– somos todos de primera, y «el vino puro y el ajo crudo hacen que no se tambalee el mozo agudo». Así que menos lobos, Caperucita, con la amenaza de la extrema derecha para tragos de gaseosa. Que no, bonita, que aquí sólo bebemos el mejor vino y con denominación de origen.

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