Diario de Castilla y León

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

La noche de los gamusinos

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LOS GAMUSINOS EXISTEN. Los he visto. Saldrán a las calles, como es la costumbre, para morder las orejas a los niños y a las niñas. Vestirán de negro embozados y con capa y capuchón, ocultando el rostro y la sonrisa. Aparecen en la tarde de la noche de Reyes, el día grande de los niños que creen en ellos. Hoy ni se lo plantean, lo mismo que ayer. El regalo se lo trajeron los magos, que estuvieron anoche en casa y se bebieron las tres copitas de anís, los tres tazones de leche y el turrón de piedra de la bandeja grande.

En cada casa, un menú de Reyes. Como niño de mi generación, también fui de los que cerraba los ojos para no buscar solución a ese crucigrama infantil nunca resuelto hasta que el inoportuno de turno te decía que eran los padres. Y se acabó el misterio. Es la primera decepción de la infancia. La primera mentira que te cuentan tus propios padres y abuelos. Bendito embuste. Alguien debería recoger la cantidad de argumentos alucinantes con los que nos llenaban los sueños esa tarde, esa noche de Reyes.

Lo único que nunca me llegué a creer era que los camellos habían pisado por la alfombra del pasillo y el salón de casa. Imposible, no caben. Me negué entonces y ahora también. Eso sí que no. Cómo iba a entrar un camello por el ojo de una aguja. Me parecía imposible. Se lo escuché a mi abuela muchas veces. Todos guardamos pedacitos de saliva en la memoria infantil con la que sellamos la carta a los Reyes Magos. Sigue un buen sueño y una mentirijilla que alimentan las fabulosas cabalgatas.

Ni todos los niños tenían los mismos reyes ni todos los magos entraban en las mismas casas. Pero esta noche de Reyes tiene una lectura doble en una pequeña población de la provincia de Ávila, que es la puerta al Valle del Corneja. Se llama Casa del Puerto. Los pocos chiguitos que quedan sueñan dos veces, una con los gamusinos, por la tarde, y otra con los Reyes, por la noche. Allí estarán antes de caer la tarde, esperando el milagro del juguete, harán sonar sus cencerros y correrán delante de los últimos gamusinos fieles a la mascarada de invierno y a los  niños en su tarde-noche de Reyes.      Los gamusinos existen, que yo los vi. Me lo contó mi amigo Alexis. Y era verdad. En un lugar del Valle del Corneja. Esta tarde, antes de caer la noche en Casas del Puerto.

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