Prodigios de la política
QUE el ex ministro de Sanidad Salvador Illa se negara a realizarse un test sobre el coronavirus antes de participar en un debate de las elecciones catalanas, en las que es el candidato de los socialistas, es muy sorprendente. Y no porque eso suponga que se haya colado en la vacunación, ya que eso no lo desvelaría ningún test. Sus argumentos, que él centra en una supuesta coherencia en relación a los protocolos que marca el Gobierno central para toda la población, no los ha entendido casi nadie.
Además, es difícil de comprender en términos de rentabilidad electoral, porque haberse sometido a la prueba no le habría supuesto ni una crítica ni le habría restado voto alguno mientras lo contrario le ha puesto en el disparadero y queda por ver cómo afecta en las urnas. Lo que no se le puede negar es que ha hecho un favor a todos los que compiten con él en los comicios e incluso a los que tienen poco que ver con ellos, porque lo acaecido con Illa sirve también para responder sobre un brote de coronavirus en Castilla y León. Prodigios de la nueva política, término que fue efímero porque se ha demostrado que no hay nada novedoso en la forma de ejercerla en quienes llegaron para cambiarlo todo y ahora se aferran a viejas fórmulas, incluidas las más denostadas, como el y tú más, incluso más de otra cosa que nada tiene que ver con lo que se habla. Porque responder a la crítica de los socialistas castellanos y leoneses con Illa es extemporáneo.
Otro y tú más del vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, que está demostrando ser un enamorado de la fórmula, a pesar de que teóricamente no era ese el objetivo de su inmersión en la política a través de Ciudadanos. Pero además de vicepresidente es responsable de la Transparencia en Castilla y León y, en la misma comparecencia que citaba a Illa para justificar la grabación de un programa en el que se ha producido un brote, amenazaba con usar el derecho de rectificación por la publicación de una cifra aproximada de contagios. Los derechos son para ejercerlos, no para amenazar, pero un responsable político, más si se ocupa de la Transparencia, tienen la obligación de poner claridad sobre las cuestiones que preocupan a los ciudadanos y decir a cuántas personas afecta un brote, como se hace todos los días, porque no hace falta dar nombres ni apellidos ni sirve de justificación que sea la empresa la que tenga que hablar sobre sus trabajadores.
Al final, se trata ese brote de forma diferente a cualquier otro. Más prodigios de la política, que no es ni nueva ni vieja, sino que puede ser de altos vuelos o de arrastrarse en el barro, con muchos puntos intermedios.