Ordeno y mando, pero no llamo
CUANDO uno tiene una decisión tomada, toda la intención de llevarla a cabo y pocas ganas de discutir, tiene que lidiar con la tentación de tirar para adelante sin mirar atrás, sin contemplaciones. Se puede caer en ese vicio por muchas razones y ninguna buena. Por soberbia, por falta de empatía, por prepotencia, por desinterés, por autoritarismo y por otras muchas, incluida la pereza de no querer ponerse al teléfono para porfiar con alguien que nos pueda llevar la contraria. Alguien que les recuerde que antaño hacían bandera del consenso y a la postre se lo guardan en el cajón. Porque es más fácil el ordeno y mando y porque puestos a recibir críticas preferirán que por lo menos sus planes salgan adelante. Quizá haya tenido pensamientos similares a estos el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa. Ese a quien el vicepresidente de la Junta calificó como uno de los mejores de Castilla y León y que ayer se le quedó la boca abierta de estupor al ver como la armonía y buena sintonía de la que presumía con Francisco Igea y la consejera de Sanidad se hacía humo. Ni el uno ni la otra tuvieron a bien discutir con el alcalde burgalés el hecho de que la hostelería de Burgos seguirá cerrada mientras abre la del resto de la Comunidad ni quisieron explicar qué planes tienen a corto plazo. Esto el mismo día que cientos de hosteleros cortaban las principales calles de la ciudad en una nueva protesta por la asfixia económica que están viviendo. Ni siquiera pudo el alcalde darles un mínimo de información sobre qué planean Igea y Verónica Casado para la Navidad, que ya está en puertas sin que la hostelería de Burgos sepa a qué atenerse. Tuvo que ser el consejero de Presidencia, el burgalés Ángel Ibáñez, quien llamase a De la Rosa para confirmar que la Junta no transige y que pese a que la capital burgalesa es la que más y más rápido está rebajando la incidencia del coronavirus no hay prevista ninguna desescalada más. O quizá sí y no lo sabe ni el consejero de Presidencia. En todo caso, De la Rosa ha tenido que trastocar su estaticismo y no le ha quedado más remedio que salir a criticar el feo detalle por parte de estos dos consejeros de Cs que han tomado decisiones sobre su ciudad sin consultarle y eludiendo un consenso que habían practicado hasta ahora entre Ayuntamiento y Junta. Está en su naturaleza, diría el fabulista. Veremos a ver si las quejas de De la Rosa y el hartazgo que los profesionales de este sector en Burgos gritaron ayer en las calles tienen algún efecto hoy en el Consejo de Gobierno. No hace falta que llamen ahora para dar las buenas noticias, que le dejen ese placer al consejero de Presidencia. No vaya a ser que se tenga que comer siempre el carbón mientras otros se llevan el roscón.