El escándalo
DISTRACCIÓN DE LA MENTE
LOS ESCRITORES DE nuestro siglo XIX son muy desconocidos para el público en general. Uno de ellos es Pedro Antonio de Alarcón. Oriundo de Guadix, pertenece a esa generación romántica de literatos brillantes, que dejaron obras que han pasado a la posteridad de las letras españolas. De ánimo revolucionario y carácter volcánico -promovió los disturbios revolucionarios de la Vicalvarada en julio de 1854, acaudillando durante unos días las algaradas-, fundó varios periódicos, uno de ellos denominado “El Látigo”, con una marcada ideología antimonárquica, republicana y contrapoder, en el que volcaba invectivas diarias contra la reina Isabel II, cuestión que le acarreó numerosas trifulcas y enfrentamientos con los dirigentes del país. Manuel de Palacio, periodista y poeta satírico contemporáneo, decía de él, que “Literato vale mucho, folletinista algo menos, político casi nada y autor dramático, cero”.
Tiene magníficas obras como “El niño de la Bola”, “El capitán veneno” o “El sombrero de tres picos”. Sin embargo, la más conocida y divertida es “El escándalo”. Cuenta la historia de un joven adinerado, alocado, simpático y libertino, Fabián Conde, galante empedernido, conquistador y rompedor de corazones, que se mete en un lío de faldas a tres o cuatro bandas. Para salir del atolladero, recurre al consuelo y consejo de un sacerdote jesuita, el Padre Manrique. Ambientada en el Madrid de la época, une el tema espiritual a la crítica social. Es una novela sobre el pecado y la redención, la caída, la expiación y la reconciliación con uno mismo. Su contenido recuerda las mejores obras naturalistas de Tolstoi o Dostoyevski. Seguro que Alfonso Merlos no ha leído a Alarcón. Se habría ahorrado muchos disgustos.
¿Y no es un escándalo que las formaciones políticas a nivel nacional, tanto las que nos gobiernan como las que se encuentran en la oposición, estén a golpes para sacar un raquítico rédito político y no se centren, de verdad, en las necesidades reales de los ciudadanos que están pasándolo mal?
¿Por qué ese afán de revancha y venganza política por las propuestas y decisiones de todos ellos? Otro gallo cantaría si las cosas se enfocasen con espíritu de reconstrucción, de concordia. En estos momentos de crisis sanitaria y económica se echa en falta esa altura de miras que podría salvar al país entero. La envidia, el ensimismamiento, la soberbia y las cuitas personales enfangan lo que debería ser una sana preocupación por la cosa pública.