Diario de Castilla y León
.- E. M.

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ANTONIO PIEDRA
Valladolid

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AUNQUE NO LO PAREZCA, acabo de pasar por el quirófano. A nadie le agrada el trago, pero qué gusto una vez hecho. No hay más remedio que cortar por lo sano. O sea, cortar por lo enfermo. De esta forma, el mundo, de repente, se vuelve otra vez habitable, desaparecen los negros nubarrones, y uno vuelve al gozo acostumbrado. Es lo que dijo mi vecina Carmina cuando subió a verme el sábado con una mascarilla patriótica: lo malo fuera y lo bueno pa dentro. Y aprovechó mi debilidad.

Esto que tú has hecho, Antonio , es lo que tienen que hacer este país y este Gobierno. Más negro todo, imposible. Ahora somos campeones en Europa con la situación económica, como antes lo fuimos, proporcionalmente, con los muertos. Seguimos igual: sin contabilizar víctimas, con los acosos de ministros a la Justicia, y echando la culpa a la oposición, y a los que no aplaudimos, de las mentiras y desaguisados oficiales. No, Antonio, yo no arrimo más este hombro que Dios me ha dado, porque éstos se lo quedan. Esto solo tiene una solución: pasar por el quirófano.

Como Carmina es muy simpática, reí con sus ocurrencias, y casi se me saltan los puntos. Para que no me diera la tos, puse la tele y allí estaba Sánchez en aló presidente perorando, y guiñándome el ojo. Así que en un tris pasé de la risa al llanto. Mientras él alababa lo bien que vamos, lo listo que es, y lo orgulloso que está de sí mismo, yo recordaba una frase de Valle Inclán que le venía al pelo: «España es una deformación grotesca de la civilización Europea».

Ya sin anestesias hospitalarias, la verdad es sangrante. Con miles de muertos, hemos tardado casi 4 meses para obtener mascarillas. ¡¡¡Mascarillas!!! No un viaje a la luna, ni la vacuna del covid-19 que vendrá de manos extranjeras –«¡que inventen ellos!», exclamaba Unamuno–, o hallazgo de algún tipo. No. Simplemente en obtener una telita con dos gomas para las orejas. Como la cosa superaba al Gobierno, nos dijeron en principio que no hacía falta, y asunto concluido.

Aquí todo se arregla con el embuste del pícaro Alfarache : «mercader que su trato no entienda, cierra la tienda». Es como si mi nieto Marquitos me dijera «abuelo, tengo hambre, ¿cuándo comemos?», y yo le contestara: no hace falta comer, hijo, que eso es de derechas, mientras los incondicionales aplauden con las orejas. Tan genial como absurdo. ¿Qué tendría que pasar para que esos fervientes adoradores del caracemento y mentiroso Sánchez reconocieran alguna vez una sola realidad al margen de lo que mande su pastor?

Se impone la radicalidad del quirófano , señores. La verdad es que es doloroso, pero resulta una práctica imprescindible, pues como dicen los clásicos «hay un cierto decoro en el dolor». Si miramos en el espejo de la realidad, y vemos de frente los dos años del señor Sánchez, los de su mozo de estoque Iglesias, y los del resto de la cuadrilla y monosabios del Gobierno, la verdad es que nos parecerían –en todos los sentidos, se miren donde se miren y como se miren– la perspectiva del desarreglo: todo ha ido a peor.

Tras el grave diagnóstico que, inevitablemente, lleva al quirófano, echar la responsabilidad de la situación actual a la oposición y a los críticos, es tan disparatado como echar la culpa de un mal partido de fútbol a los espectadores porque gritan y no aplauden. Es el colmo . Nos quieren quitar hasta el derecho a quejarnos y a gritar. Van perdiendo por 9 a 1, y dicen que les apoyemos porque somos los culpables. Pues no señor, que cada zorro guarde su cola.

Desde luego, yo no tengo la culpa ni soy responsable del mal de este país. En cuanto pude remediar mi problema de salud, me he ido derecho al quirófano , y no he echado la culpa a los demás. Meterme con mi consorte o con mis vecinos, porque tenía un dolor, es tan absurdo, como cuando este Gobierno se mete con los ciudadanos porque no queremos estar en el paro, arruinados, con muertos sin reconocer, confundidos, mentidos, engañados, manipulados y con unos cuantos ados más que podríamos poner.

Sigue siendo absurdo también cuando este Gobierno de bailarines cojos arma tal desaguisado contra la cúpula de la Guardia Civil y dicen que los responsables son los gitanos del Romancero de García Lorca. Qué gran habilidad la suya para enredarlo todo, confundirlo todo, y disfrazar a las churras como si fueran merinas. ¿Dónde habrán prendido este atentado contra su propia salud? De Séneca, quien decía que «la pérdida de salud aterra», no creo. ¿Quizás en los cursos de verano del PSOE donde las palabras adquieren visos de irrealidad marciana?

La ventaja de haber pasado hace unos días por el quirófano es que ahora, en cuanto me reponga, yo sí que paso a una nueva normalidad. Lo demás son mascarillas, ocultaciones y simulacros. Lo nuevo no se suple con lo viejo disfrazado. Tampoco sirve la normalidad sanchista como palabra hueca. Por Dios, lo normal, como decía Plauto, es «hacer lo que haces» en cada día. Lo que Sánchez y su mozo de estoque Iglesias formulan, son anormalidades por minuto en dos tipos de actos: lo anormal + lo paranormal = al montaje de un estado de realidad. Cuiden su salud.

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