Un plan certero y de realidades para una contención inicial
El gobierno regional y los agentes sociales han conseguido consensuar por fin un primer plan para hacer frente a las consecuencias que ya está teniendo la crisis del coronavirus en el empleo de pymes, micropymes y autónomos. El diálogo y el acuerdo, nada sencillo, ha conseguido sortear los no pocos e incompresibles inconvenientes que alguno de los partícipes en la negociación objetaba cuestiones que afectaba a asuntos particulares de orden puramente sindical. Pero lo importante es que hay un plan con 220 millones reales. Y lo importante es que el plan es de dinero real, el que llegará inmenso tejido empresarial de la región que conforma los tres mencionados colectivos. A las empresas, pero fundamentalmente a los trabajadores.
La diferencia con otras comunidades que se ha dado prioridad al dinero real que complementará las medidas del gobierno por la crisis del COVID-19. En otros territorial hay más financiación a través de avales, que ayudas directas. Las ayudas directas son fundamentales como primera contención de golpe inesperado que las crisis sanitaria ha dejado en ya más de cien mil puestos de trabajo de Castilla y León, pendiente de un ERTE. Pero también es verdad que no son una solución ni a medio ni a largo plazo. Y la situación no tiene pinta de durar ni quince días ni un mes. Será a partir de entonces cuando esa primera inyección, ideada por las consejerías que lideran Germán Barrios (Empleo e Industria) y Carlos Fernández Carriedo (Economía y Hacienda) se haga insuficiente. Un buen plan pero con una cuantía escasa a las vista de las perspectivas. Pero las arcas públicas, que somos todos, no son un pozo infinito, por eso los agentes sociales no deberían esperar un día más en explorar la posibilidad de adelantar a abril las vacaciones en la industria como audazmente han planteado el presidente de la Junta. Ahora mismo cada día que pasa con debates absurdos e indecisiones es crucial. Serán discutibles las decisiones que no se adoptaron hace un mes. Pero son imperdonables las que no se adopten ahora. Estas que no se tomen ahora sí se podrán recriminar con toda la claridad, contundencia y legitimidad de la crítica. De estas ya hay que dar cuentas ahora y habrá que darlas en un futuro, cuando se revise lo ocurrido. Por eso, hay que hacer hincapié en la necesidad de la determinación, pero también de la agilidad, pese a que la zozobra y la incertidumbre de un tiempo de guerra no lo ponga nada fácil. Menos fácil lo tiene los sanitarios de algunos hospitales ya desbordados y se ponen a contemplar posibilidades ni a abrir debates entre expertos. Extenuados y desbordados de trabajo tienen que tomar decisiones al límite y al minuto para salvar vidas. Eso es lo difícil, las decisiones políticas es sólo una cuestión de capacidad. Y eso es lo que se está poniendo a prueba en nuestra clase dirigente. No nos defrauden o el sufrimiento será indescriptible.