LA SEMBRERA
La siembra de cereales de invierno, en vilo ante la falta de precipitaciones
Las organizaciones agrarias coinciden en pedir lluvia «generalizada y suave» para abrir la ventana de la sementera y en reclamar cambios que alivien los costes y estabilicen los precios

Una imagen de una campaña anterior de sementera de invierno en un terreno de Ávila.
La sementera de cereales de invierno de 2025 en Castilla y León se abre paso entre suelos secos, costes que no aflojan y un ánimo mayoritariamente encogido tras un septiembre parco en lluvias y un verano caluroso que no dejó apenas tempero en la capa útil. El calendario dice que es tiempo de entrar a parcela para trigo, cebada, avena, centeno y triticale, pero la tierra, dura y con poca humedad, obliga a medir cada decisión: desde la fecha de siembra y la profundidad del surco hasta el programa de herbicidas y el fraccionamiento del abonado. En este contexto, las tres grandes organizaciones profesionales agrarias de la Comunidad trazan un panorama común —urge que llueva para poder empezar en condiciones— y, al mismo tiempo, matizan estrategias y prioridades: «Necesitamos con urgencia que llueva, que llueva de manera generalizada y abundante en todo Castilla y León, pero suave, para que la tierra coja tempero, se pueda levantar, se pueda preparar y hacer la sementera, que ahora no lo estamos pudiendo hacer», resume sin rodeos Donaciano Dujo, presidente de ASAJA Castilla y León.
El avance climatológico mensual de la AEMET para Castilla y León calificó septiembre de este año como «muy seco» y cifró el déficit medio regional de precipitación en el 74 % respecto a lo normal, un contexto que reduce la humedad útil en los horizontes superficiales justo cuando deberían prepararse los lechos de siembra para trigo, cebada, avena, centeno y triticale. Este punto de partida, más seco de lo habitual, obliga a replantear calendarios y labores para asegurar nascencias uniformes.
La ventana de siembra de estos cultivos, según el calendario oficial del Ministerio de Agricultura, se concentra mayoritariamente en octubre y noviembre en Castilla y León, con variaciones provinciales y por especie. Cuando el otoño abre con falta de lluvia, el riesgo es doble: o bien se retrasa la implantación a la espera de las primeras precipitaciones que tempren el terreno, o bien se asume una siembra en seco con mayor incertidumbre sobre la nascencia y el control de malas hierbas. En lo operativo, la falta de lluvia al inicio de campaña tiene varias repercusiones encadenadas. Primero, eleva el riesgo de nascencias desiguales si se siembra en seco; segundo, condiciona el control temprano de malas hierbas en preemergencia por la menor disponibilidad de humedad en la zona activa del herbicida; tercero, obliga a repensar la dosis y el fraccionamiento del abonado de fondo para no comprometer la eficiencia económica y ambiental; y cuarto, comprime en pocos días las labores de preparación, siembra y tratamientos cuando finalmente llegan las primeras lluvias.
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El terreno, insisten los profesionales, «está siendo muy perjudicial» para el arranque de campaña: no hay pasto, no hay tempero en los praos, en el monte, y en muchas zonas «no se está haciendo nada» porque «no ha llovido» desde mayo; donde no hay barbecho ni rastrojo levantado tras girasol, «no se puede preparar la tierra para la sementera» y la campaña 25-26 «se está haciendo con mucha dificultad o no se está haciendo». El retraso afecta incluso a cultivos de otoño que «tenían que ya estar sembrados», como la colza, que se aplaza por la «dureza» del suelo. «No acompaña a esas ganas, a esa ilusión de sembrar, los altísimos costes —sobre todo de los fertilizantes— y los bajos precios de los cereales, que desaniman al agricultor a sembrar. Pero, sobre todo, la climatología», insiste Dujo.
Desde la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL), Jesús Manuel González Palacín condensa el sentimiento que predomina a pie de parcela: «Las sensaciones son malas, primero por el clima, porque no llueve, entonces hacer la labor en seco siempre es complicado y, en segundo lugar, por los costes de producción, que siguen altísimos, y, en tercer lugar, por el precio de los cereales, que no anima absolutamente ni a sembrar ni a hacer nada; la verdad es que hay un desánimo bastante general». Con ese telón de fondo, la campaña «se está retrasando» y con «bastante incertidumbre»; por mucho que los mapas apunten a un posible cambio, «las previsiones a más de cuatro días tampoco son demasiado fiables».
Aurelio González, secretario general de UPA en Castilla y León y coordinador de la alianza UPA-COAG en la Comunidad, arranca la fotografía del otoño por la colza, convertida en alternativa con tirón por rentabilidad, pero hoy coartada por el cielo: «Lo que hay que sembrar es la colza y la colza en secano no se puede sembrar, porque no ha llovido nada, no tiene garantías de que nazca, con lo cual nos vamos a quedar solamente con colza de regadillos donde lo pueden regar y lo están haciendo». Sobre el cereal, la consigna es obvia: «Hace falta ya que llueva para poder hacer más labores», porque lo que se está pudiendo ejecutar en estos días se limita a «labores sobre las tierras de girasol» —grada de discos o rastrojeras por encima— y «más labores sobre rastrojos es difícil, porque no ha llovido nada». Aun así, González recuerda que «todavía es pronto», que «la sementera en general empieza a partir de mediados de octubre» y que «con las variedades que tenemos actualmente, tanto de trigos como de cebadas, con el tema de las plagas y las enfermedades conviene incluso retrasar las siembras», de modo que el tiempo aún permite margen táctico.
PRECIOS Y COSTES
La coyuntura de precios y costes se ha convertido, para los tres, en una pared tan dura como el suelo seco. UPA-COAG pone números a la inversión de salida: «Hoy un agricultor que tenga que sembrar sabe que tiene que hacer una inversión por delante muy grande porque te cuesta 700 o 750 euros cada hectárea de costes de sembrar cereales. ¿Lo vas a recuperar? Si no sacas 4.000 kilos, no».
La «tristeza» que detecta en el ánimo del campo nace de ahí: «Yo creo que no había visto nunca una sementera tan triste», confiesa González, que percibe a «agricultores pensando que van a sembrar poquito cereal y dejamos todo para girasol para el año que viene y en paz, porque lleva menos gastos».
Desde UCCL la horquilla de gasto por hectárea se estira aún más: «Sembrar cereal hoy supone entre 800 y 1.000 euros por hectárea de gasto y sin tener ninguna seguridad de que vas a rentabilizarlo. Por lo tanto, el riesgo es muy alto», advierte González Palacín, que pide «coger el lapicero y hacer una planificación» en función del «pulmón financiero», de la demanda local (si hay ganaderos que exigen forraje, por ejemplo) y del apetito de riesgo de cada explotación. Su pronóstico de estructura de cultivos para esta campaña es claro: «Posiblemente se reduzca aún más la superficie cereal y posiblemente se incremente más el girasol y alguna leguminosa, también porque lleva menos costes de producción».
ASAJA refuerza el mensaje de prudencia: «Que echen bien las cuentas, que no siembren por sembrar», aconseja Dujo, que invita a priorizar «aquellos cultivos que menos coste tengan» según la realidad de cada explotación. Lo dice tras un año en el que, incluso con buena cosecha, «no hemos sacado rentabilidad», porque con «800 euros por hectárea de coste los primeros 4.000 kilos se comen los gastos», y otro año, si la cosecha no acompaña, «tengamos pérdidas porque los costes son muy elevados y el valor del cereal muy poco».
La estrategia de implantación y manejo se adapta a ese doble yunque —suelo seco y números ajustados—. UPA-COAG observa «cada vez más agricultores» acogidos a «siembra directa» para ahorrar pasadas y gasóleo, aunque recela de elevarla a solución universal: «Hay zonas donde sirve y hay zonas donde se pone el terreno demasiado duro, que no funciona… Algunos agricultores han probado en ciertas zonas y no va». En paralelo, la política internacional añade presión a los insumos: «Nos han vuelto a subir los precios del abono, con ponerle más sanciones a Rusia, con lo cual los fertilizantes son doscientos euros más caros que el año pasado», denuncia González, que advierte de la tentación (y el riesgo) de «echar menos abono» para cuadrar la cuenta: «Si no echas abono es mejor que no siembres y ya no gastes ni semillas».
El manejo de malas hierbas y enfermedades se lee también en clave de sequía. UCCL avisa de un posible «dolor de cabeza» en preemergencia si se entra a sembrar en seco: «Al no llover no han nacido esas malas hierbas y no se han eliminado con unos pases de cultivador… Si se va a sembrar en seco, posiblemente haya que aportar más cantidad de herbicidas y las hierbas sean un dolor de cabeza de cara al invierno. Eso va a aumentar los costes aún más». En plagas, la vigilancia permanente del topillo sigue siendo obligada —»aparece rápidamente y se extiende muy rápidamente»—, aunque «a día de hoy» no ven problema «demasiado» acusado. En hongos, en cambio, el diagnóstico es más exigente: «Cada vez tenemos más ataques. Las variedades que utilizamos son muy productivas, pero también muy demandantes de fitosanitarios, cada vez se emplean más y cada vez los costes son más altos».
ASAJA, por su parte, no anticipa un frente patológico inmediato asociado a la falta de agua en el arranque: «Las plagas y enfermedades normalmente vienen en primavera, verano... Ahora, cuando se siembra, vamos para el invierno y no hay problema en eso. Este año no se ve tanto [topillo]», coincide Dujo. UPA-COAG, en la misma línea, relativiza el riesgo sanitario bajo sequía en implantación: «Con sequía no hay ningún problema de enfermedades, siempre se ha dicho que el trigo incluso conviene sembrarlo en seco, en polvo. Pero bueno, ya lloverá».
La tecnología se impone como palanca para ajustar dosis y reducir ineficiencias en una campaña tensa. «Cada vez más se emplea la tecnología para ajustar la dosis de siembra, el abonado y los productos fitosanitarios a las necesidades reales del cultivo… Todos los aperos que llevan Isobus, para hacer cortes de tramo, aprovechar al máximo productos que cada vez son más caros y hay que echarlos en su justa dosis y donde hace realmente falta», detalla UCCL. Ese «afinar» se complementa con la recomendación clásica de análisis de suelo y enmiendas: «Cuanto más análisis se haga en el suelo y cuanto más se ajuste el abonado a las necesidades reales es mucho mejor», concede González Palacín.
En lo político, las tres organizaciones confluyen en la necesidad de medidas que alivien los costes y estabilicen los precios. ASAJA denuncia que «se está inundando los puertos con cereal ucraniano» y que los «aranceles a Rusia y Bielorrusia por los fertilizantes» han encarecido los insumos, por lo que reclama cambios «en la política europea y la política nacional». UPA-COAG pide «frenar la importación»: «Nosotros tenemos que importar todos los años X cantidad —entre 12 y 14 millones de toneladas—; pues que se importe eso, nada más. No 30 y tantas para hundir el mercado». Y, respecto a la nueva reforma de la PAC, Aurelio González sostiene: «No nos gusta a nadie. Esta reforma no la podemos asumir», y reclama que, si hay recortes, «se priorice a quien vive del campo».
La confrontación reivindicativa no se hará esperar. «ASAJA ya ha anunciado que a mediados de diciembre empezará el calendario de movilizaciones, tanto a nivel provincial como europeo», avanza Dujo. UCCL, por su parte, pone fecha a su propio arranque: «El día 16 empezamos en Burgos y continuamos en Valladolid. Hay que llamar la atención a todas las administraciones. No hay que mirar tan lejos (España o Europa), también hay que mirar aquí», reclama González Palacín, que recuerda que la Consejería «no ha recuperado» niveles de inversión de hace una década y «todavía necesitamos otros 300 millones más» para volver a aquella capacidad inversora. Y UPA-COAG se alinea con el calendario de protesta «si así lo estimamos conveniente», tras un año de concentraciones ante «grandes operadores» cerealistas para denunciar precios a la baja.
La campaña, en definitiva, se decide ahora por capítulos: esperar o no a la primera lluvia, cuánto retrasar en cada comarca, qué especies y variedades se adaptan mejor a ese retraso, cuánta densidad conviene para compensar una nascencia potencialmente menos uniforme, si el preemergente tiene sentido o es preferible un plan de postemergencia temprana, y cuánto del nitrógeno de arranque se reserva para cobertera una vez asegurada la nascencia. Nada de esto es nuevo para el agricultor castellano y leonés, pero sí lo es el nivel de tensión financiera con el que se afronta cada euro gastado. «Hoy el problema está en la crisis de precios», reitera UPA-COAG, mientras UCCL recuerda que «el riesgo es muy alto». Si las lluvias llegan a tiempo —aunque sea «un poquito», como desea el propio González Palacín—, la sementera podrá desplegarse con cierta normalidad; si no lo hacen, Castilla y León está abocada a un mosaico de decisiones que priorizarán, por pura supervivencia económica, los cultivos con menor coste, la maximización de cada kilo de insumo y el uso quirúrgico de cada ventana de trabajo. Y, en paralelo, el calendario de movilizaciones volverá a la carretera en diciembre para empujar cambios de fondo: «Seguiremos peleando en las reuniones y en la calle si no se arregla», promete ASAJA; «las administraciones son sensibles a las reivindicaciones» cuando hay persistencia y calendario, recuerda UCCL; y la alianza UPA-COAG avisa de que seguirá señalando a los eslabones comerciales y a la importación que «hunden el mercado».