Diario de Castilla y León

AGRICULTURA

La cara 'B' de las lluvias: "En el cereal ya están apareciendo enfermedades fúngicas"

El agricultor burgalés Moisés Castro Ruiz trabaja 250 hectáreas de cereal, viñedo, leguminosas y oleaginosas

Moisés aconseja estar estas semanas muy pendientes del campo.ECB

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Loreto Velázquez

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Aunque las lluvias en el campo siempre son bienvenidas, el exceso de agua está comenzando a enseñar su cara menos positiva. «En el cereal ya están apareciendo enfermedades fúngicas», advierte el agricultor burgalés, Moisés Castro Ruiz.

En su opinión, el año «no pinta mal», pero «ya veremos». «El agua nos está retrasando mucho las tareas, y la aparición de enfermedades fúngicas supone un esfuerzo extra y un desembolso extra», señala, convencido de que, con las innovaciones de genética, se logran semillas más productivas, pero «más propensas a este tipo de enfermedades».

El viñedo, por ahora, se libra, «porque todavía no ha brotado», pero el cereal «va a otro ritmo y hay que tener especial cuidado». «Ahora hay que estar muy pendiente y recorrer el campo a diario para controlar el exceso de humedad y el calor. Yo, en la cebada, ya he tenido que tratar con fungicida, y creo que tocará repetir».

Cada labor extra supone un desafío a la cuenta de resultados. «Las cuentas no son las de antes. El otro día analizaba con mi tío —que me dejó parte de las tierras de Canillas de Esgueva— el precio de la cebada, y es que estamos a 190 euros, poco más de 30 de las antiguas pesetas, el mismo precio que se pagaba hace 30-40 años», lamenta, con la mirada puesta en una subida de insumos que sigue sin dar tregua a los agricultores. «Los abonos han subido más de un 100%; ahora, por menos de 500 euros la tonelada, no encuentras».

Todo suma y resta. «Llevamos varios años complicados, porque, aunque el 2024 fue bueno a nivel productivo, el precio, desde luego, no acompañó, porque los insumos estaban muy altos», señala, mientras pone como ejemplo el cereal. «En 2024, los que no consiguieron superar los 4.500 kilos/hectárea cambiaron dinero: lo que entró por lo que salió».

Con 46 años, este burgalés tiene una explotación agraria formada por 250 hectáreas entre Tórtoles de Esgueva (Burgos) y el pueblo de su madre, Canillas de Esgueva (Valladolid). «La mayoría es cereal, luego tengo 4 hectáreas de viña y, como obliga Europa con la PAC, cultivo también leguminosas y oleaginosas».

Un enamorado de la profesión

Pese a que comenzó en el campo por imposición paterna, es un enamorado de su profesión. «Me gusta el trabajo y no lo cambiaría por nada, aunque muchas veces no se compense. Soy incapaz de estar en una fábrica 8 horas, haciendo siempre lo mismo. Me gusta la libertad del campo, estar al aire libre».

Pero lo cierto es que el panorama no es alentador. «Se les llena la boca con el campo, pero no ponen medidas que favorezcan el relevo generacional, y una de ellas empieza por un precio estable, para que podamos vivir de nuestro trabajo. No pedimos más».

Por ello, Moisés fue uno de los agricultores burgaleses que iniciaron, hace un año, un movimiento de protestas del sector que luego se extendió a nivel nacional y europeo. «Nos prometieron muchas cosas, pero las medidas que se consiguieron son ‘pan para hoy, hambre para mañana’. No se van a sostener en el tiempo», lamenta, con pocas esperanzas. «Este año hemos intentado reactivarlo de nuevo, pero se ha desinflado el espíritu, y la verdad es que es una pena, porque, si las administraciones no ponen medidas, el campo tiene poco futuro en España y en Europa».

Mención especial merece la burocracia. «Decían que la PAC iba a simplificar, pero todo lo contrario, cada vez es más complicado», sostiene, molesto sobre todo con las directrices de siembra. «¿Quién va a conocer mejor lo que funciona en una tierra que el agricultor que la trabaja? Y luego están las limitaciones, que entiendo que hay que controlar por el tema de nitritos, pero las cuentas no salen por ningún lado», afirma, sin olvidar la competencia. «Nosotros cumplimos con la ley de la cadena alimentaria, estamos super vigilados —y es lógico—, pero luego, en el supermercado, competimos con productos de fuera que llegan sin ningún control y con herbicidas que llevan años prohibidos en España».

Los aranceles

Con la guerra de Ucrania aún activa, el sector afronta ahora, con temor y preocupación, la guerra económica que ha impuesto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a base de aranceles. «Hay mucha incertidumbre y no sabemos cómo nos puede afectar, pero seguro que nos afecta», concluye.

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