Diario de Castilla y León

«Incertidumbre» en la patata: «Nos lo estamos jugando todo a una carta»

El conflicto entre España y Argelia afecta de pleno a la cooperativa burgalesa Santa Isabel, que lleva varios años exportando al país africano con «resultados excelentes» /Los pagos de la última entrega, en el aire por la ruptura del acuerdo comercial

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Publicado por
D.S.M.
Valladolid

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Acaban de concluir las siembras de patata en la comarca burgalesa de Valdelucio y la cosa no pinta mal. Por mucho que apriete el calor este verano, «la cosecha está asegurada» gracias al regadío. La superficie, quizá un poco menor respecto al año pasado, se mantiene más o menos intacta. Sin embargo, la «incertidumbre» está calando hondo entre los socios de la cooperativa Santa Isabel debido al panorama actual. Entre la guerra de Rusia y Ucrania, el encarecimiento de los inputs y la inflación se avecina una campaña imprevisible a más no poder. 

«Nos lo estamos jugando todo a una carta», apunta José Daniel Bravo, agricultor de Villaescobedo y socio de Santa Isabel, preocupado ante la subida de los minerales necesarios para realizar los tratamientos. «La gente está un poco nerviosa», apostilla, y no es para menos. Hoy por hoy, se paga «más del doble que otros años» y la balanza entre gastos e ingresos no ofrece atisbos de equilibrio. 

Aún con todo mantiene la esperanza de que la patata repunte tras un ejercicio con precios «peor que malos». De media, los productores percibieron entre 10 y 14 céntimos por kilos pese a que en las tiendas nadie paga menos de un euro. Por lo tanto, resulta evidente que «alguien se está llevando lo que no es suyo». 

Mientras la patata encara la presente campaña con más sombras que luces, da la sensación de que existe una «pequeña fiebre con el cereal» a raíz del conflicto bélico. Pero no es oro todo lo que reluce y Bravo puede dar fe de ello. De hecho, señala que en torno al 90% de las ventas se cerraron muy por debajo de los precios de los que tanto se habla. Y el resto, a priori ventajoso, no benefició a todos los agricultores. En cualquier caso, espera un «precio decente» de cara a este año porque «se ha empleado muchísimo dinero para sembrar». Y no duda en advertir que «si no se mantiene (el precio) desaparece el campo español». 

Volviendo a la patata, que es el tema que nos ocupa, este veterano agricultor confía en que la situación remonte porque de lo contrario «puedes arruinar en dos años el trabajo de toda una vida». En este sentido, hace hincapié en la necesidad de que las administraciones públicas tomen cartas en el asunto para proteger a un sector clave para la economía de Castilla y León y de otras comunidades. No solo de puertas hacia dentro, sino también en materia de comercio exterior. 

Precisamente, la cooperativa Santa Isabel constituye todo un referente autonómico en el ámbito de las exportaciones. Sus patatas están presentes en multitud de países, ya sean de Europa, África o América Latina. Por desgracia, el conflicto diplomático entre España y Argelia pone en jaque un canal de comercialización que se abrió hace un lustro y que hasta la fecha había arrojado unos «resultados excelentes». 

Con el acuerdo de cooperación política y comercial entre ambos países en punto muerto debido a la postura adoptada por el Gobierno de Pedro Sánchez respecto al Sáhara y sus concesiones al régimen de Marruecos, Santa Isabel ve cerrada una puerta de vital importancia. «Siempre han pagado muy bien», indica Bravo sin ocultar su inquietud por los pagos pendientes de la última entrega. 

Por otro lado, el agricultor burgalés no entiende por qué España ya ponía de antemano multitud de trabas. Lo dice en referencia a una serie de analíticas que Argelia no pide y cuyo coste, para nada baladí, tenía que asumir la propia cooperativa. Bajo estas condiciones, muchas veces, «no es rentable exportar», sentencia. 

Tal y como está el patio, Bravo repite un mensaje que los consumidores deberían tener mucho más en cuenta. Los productos nacionales, entre ellos la patata, se someten a unos controles sanitarios de trazabilidad que «muchas veces por el puerto no entran». Y no es que la calidad esté más que contrastada, que lo está; el problema reside en que determinados alimentos procedentes de terceros países incluyen «herbicidas o insecticidas prohibidos aquí hace más de 20 años». Obviamente, no se puede competir en precio. Por eso, invita una vez más a la reflexión para que la ciudadanía y las administraciones «valoren lo que tenemos» antes de que sea demasiado tarde. 

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