Diario de Castilla y León

PEÑA MESA (1.081metros)

El paisaje encantado de Las Tuerces

Puentes de roca, arcos naturales y estrechos callejos conforman un paisaje de excepción modelado por la naturaleza 

Una montañera disfruta del paisaje encantado de Las Tuerces. / I.M.

Una montañera disfruta del paisaje encantado de Las Tuerces. / I.M.

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Nacho Sáez | Valladolid
Valladolid

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El paisaje de las Tuerces parece extraído de un cuento de hadas . Es una auténtica obra de arte esculpida por la naturaleza con el paso de los años, que nos sorprenderá con sus formas caprichosas y sugerentes.  Nos encontramos en las estribaciones más occidentales de los Páramos de La Lora, en la zona de contacto entre los relieves de la Cordillera Cantábrica y los materiales sedimentarios de la Cuenca del Duero, un territorio que comparten fraternalmente las provincias de Palencia y Burgos. Su singularidad hizo que desde el 2017 este espacio pasara a formar parte de la Red Mundial de Geoparques de la UNESCO, una etiqueta que solo ostentan ciento noventa y cinto espacios en todo el Mundo, repartidos en cuarenta y ocho países. Y uno de ellos, lo tenemos aquí mismo, a la puerta de casa; vamos, pues, a conocerlo en una sugerente jornada de senderismo.  

El Monumento Natural de las Tuerces se localiza en las proximidades de la localidad de Aguilar de Campoó, en el norte de la provincia de Palencia. Nuestra ruta partirá de Villaescusa de las Torre, un coqueto pueblo que se enclava en el lugar donde las  aguas del Camesa desembocan en el rio Pisuerga, justo antes de adentrarse en el Cañón de la Horadada. Dicen que el nombre del pueblo significa la villa escondida, y bien que puede serlo, pues su emplazamiento se encuentra al resguardo y cobijo del farallón rocoso en el que hoy nos vamos a adentrar.  

Nuestra primera referencia el paso a nivel del ferrocarril que se encuentra a entrada de esa localidad procediendo de Valoria de Aguilar, junto a la antigua ermita de la Tuda, que todavía conserva algunos de sus antiguos elementos románicos (S. XIII). Pronto alcanzaremos la iglesia de San Juan Bautista, que bordearemos por la derecha siguiendo el trazado urbano hasta dejar atrás definitivamente la población y entroncar con una buena pista de tierra que atraviesa perpendicularmente. Giraremos hacia el sur para remontar por el amplio cañón que nos permitirá ver ya  las primeras formaciones calizas que nos van escoltando nuestro paso. El camino va cogiendo altura en tres cerradas curvas para colocarnos en la parte alta de la meseta. Mientras que a la izquierda nos acompaña un bosque de pinos de repoblación, a la derecha ya podremos ir viendo los primeros torreones de piedra.  

Todavía transitaremos un tramo más por esa buena pista, hasta llegar a la parte más alta, donde la misma traza un amplio giro hacia el sureste (2,7 kilómetros). En este punto abandonaremos el camino ancho para tomar otro, más modesto, pero también bastante definido, que se dirige primero hacia el oeste girando pronto hacia el norte, tomando ya una buena perspectiva sobre el Monte Cildá, en cuya cumbre existió un estratégico asentamiento cántabro, posteriormente ocupado por los romanos. 

Poco a poco empiezan a aparecer a nuestro paso las primeras formaciones rocosas con forma de seta, más estrechas en su base que en su zona somital, hasta llegar rápidamente a la más grande y característica de todas.  Se trata de La Mesa, el punto más alto de nuestra excursión (1081 metros), cuyo nombre, como podremos comprobar responde fielmente a su apariencia. Nuestra excursión no ha hecho más que empezar, pues la parte más atractiva y sugerente la encontraremos a medida que nos separamos de ella y avanzemos por los senderos que se dirigen entre los «callejos» hacia el oeste. Nos adentraremos así en un territorio donde la naturaleza ha tallado un paisaje cárstico laberíntico, digno de una cuidad encantada.  Nos podremos asomar así al extremo del roquedo y disfrutar de un fantástico mirador, y luego progresar por su orilla hacia el este. Resulta divertido juguetear entre el laberinto que conforman, pasando de uno a otro y descubriendo las ventanas que la erosión ha ido abriendo en la roca y que comunican unos con otros. No será difícil localizar los más interesantes, pues con el paso de la gente se han ido creando senderos que será posible seguir.

Tras dejar atrás los callejos, las «setas» ya se presentan más dispersas y siguiendo hacia el este cerca pronto encontraremos el itinerario de regreso hacia Villaescusa. Sin dejar de prestar atención a la bajada, que toma pendiente en algunos tramos, podremos disfrutar de unas maravillosas vistas sobre esta localidad ubicada en un extraordinario rincón de las Loras.

CÓMO LLEGAR  

Poco antes de llegar a Aguilar de Campoo -si llegamos desde el sur, por la autovía del Cantábrico-, tomaremos una Salida que indica Aguilar de Campoo y Valoria de Aguilar. En la rotonda de salida cogeremos dirección a Valoria de Aguilar y, desde allí, la estrecha carretera PP-6202 que nos lleva a Villaescusa de las Torres. Nada más pasar el puente sobre el rio Pisuerga podremos dejar el coche, pues luego es más complicado hacerlo dentro del pueblo.

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