La eterna estrofa de Duero
Congresos transfronterizos, ferias rayanas, ediciones de Vinus Duri (finiquitadas incomprensiblemente), concursos ibéricos que nunca llegan a ser representativos, soplos de la Unesco que silban en las dos orillas… pero en las cartas de los restaurantes de la región y en la libreta de sumiller y de la tienda de vinos apenas aparecen referencias de la otra orilla, la de Douro. Tan nuestra. El emplazamiento geográfico de la DO Arribes, en plena Raya con Portugal, genera cada vez más simpatía hacia la posibilidad de compartir ámbito geográfico con los términos municipales del país vecino, que también están amparados por sus figuras de calidad. Una teoría nada descabellada, aunque muy romántica, que siempre ha estado, es la de una unificación futura que obligaría a nuevos planteamientos legislativos en la materia. Es algo que muchos tenemos en el pensamiento: compartir territorio, suelo, castas, tradición y vínculos. Y fusionar de una vez Duero y Douro, el espíritu, la entraña de un territorio natural impresionante bendecido por la Unesco en ambas orillas. Carlos Capilla, técnico de la DO, ve con buenos ojos ese sueño unificador rayano, aunque sabe de las enormes dificultades que entraña. Estoy con el enólogo y bodeguero follaco Benigno Garrido, que sabe de qué va el asunto rayano por cocimiento de los Arribes, cuando alerta con buen juicio de la necesidad de controlar los registros vitícolas y los últimos derechos para reconducir y aprovechar el potencial de las viñas no laboreadas tanto en las terrazas-bancales como en la penillanura y evitar así que se pierda el potencial en replantaciones futuras. Ojo al dato minoritario.