Diario de Castilla y León

El arte en Atapuerca: desde ritos funerarios hasta polémicas

Los pigmentos que han aparecido en las cuevas de Atapuerca se concentran, casi exclusivamente, en la Galería del Sílex, un santuario más antiguo de lo que se pensaba  

Panel de grabados dibujado en la pared de la Galería del SílexM. A. MARTÍN

Panel de grabados dibujado en la pared de la Galería del SílexM. A. MARTÍN

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Marta Casado | Burgos
Valladolid

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Plasmar en la pared dibujos, líneas o puntos ha sido una constante desde el principio de la humanidad. Empiezan a verse en los niveles más bajos del Neolítico de Mirador y que esperan no se hayan borrado en el Paleolítico superior. En Atapuerca no se ha localizado esos restos que deslumbran en otros complejos de Cantabria o el sur de la península, pero hay registro de pinturas pospaleolíticas. Es el caso del santuario de la  Galería del Sílex , un conjunto espectacular que está volviendo a revisarse con las nuevas aplicaciones tecnológicas. Esta revisión se ha iniciado por cuatro de los 25 individuos enterrados, y de los primeros dibujos que ya revisaron históricos del estudio de la prehistoria a principios del siglo XX.

La Galería del Sílex es una cámara sellada en la Edad del Bronce. Durante 3.000 años fue inaccesible hasta que el Grupo Espeleológico  Edelweiss  localizó una entrada de aire en Cueva Mayor y entraron en este santuario. Se conservan los cuerpos de 25 individuos, pero también fauna, cerámica y pinturas pospaleolíticas datadas hace unos años en 3.600 años de antigüedad, es decir, Bronce Antiguo. Aunque los enterramientos arrancaron en el inicio del Neolítico en la península, según un reciente estudio publicado en Quaternary Science Reviews.

Los paneles, hasta 56, se han datado en Bronce Antiguo, y hablan de las escenas cotidianas que rodeaban a estos primeros agricultores y ganaderos de la sierra de Atapuerca. El  complejo  de 56 paneles está formado por 400 motivos de figuras lineales y geométricas, zoomorfos y antropomorfos en forma de grabados en piedra o pinturas rojas y negras. «Es un lugar importante porque lo normal cuando encuentras arte postpaleolítico es que sean pequeñas pinturas, este es monumental hay cientos de dibujos. También es singular que sea en el interior de una cueva porque estas manifestaciones suelen estar presentes en abrigos de cueva con unas 20 pinturas, pero lo excepcional es que está asociado a un contexto de ocupación en el suelo y de enterramientos lo que le otorga un grado de simbolismo particularmente interesante», explicaba el experto en arte rupestre, Marcos García, a este periódico hace unos años.

Pinturas de la galería del Silo.M. A. MARTÍN

Pinturas de la galería del Silo.M. A. MARTÍN

Se representan animales y escenas de caza en color rojo y negro y diversas figuras y antropomorfos grabadas en las paredes de la roca. Aunque lo más excepcional de este complejo es que están asociados a un contexto arqueológico coetáneo y a una serie de enterramientos y estructuras y silos realizadas por el hombre.

Trazos con polémica

A principios de siglo XX se despertó el interés por las cuevas de Atapuerca. Al albur de grandes descubrimientos de pintura rupestre como Altamira, toda localidad quería sus restos prehistóricos y, por supuesto, sus pinturas. Atapuerca ya salía en los papeles. Y los expertos a nivel nacional y europeo se daban un paseo por la zona.

Por Atapuerca llegó el estudioso del arte rupestre cántabro Jesús Carballo. De su visita a la que denominó Cueva de Ibeas parte el hallazgo de uno de los signos de la pared de la Galería del Silo. También identificó restos fósiles en Portalón, pero no dio credibilidad a la cabeza de caballo pintada en ese yacimiento. La aportación del jesuita, que realizó la labor de documentación y rescate de las piezas prehistóricas de Cantabria, se tomó en consideración por ser un experto del arte rupestre de Altamira, el templo por el que todos se guiaban.

El padre Saturio, monje benedictino de Silos, ejercía en Burgos el mismo papel que Carballo realizó en Cantabria. Descubrir, preservar y documentar la riqueza prehistórica de su tierra. Su colección peleontológica de la provincia recorre los vestigios de los diferentes puntos arqueológicos de interés en Burgos. Y atrae a expertos internacionales a la sierra.

En 1912 llegarán a Atapuerca dos de los arqueólogos más afamados del momento. Henry Breuil y Hugo Obermaier incluyen en su red de visitas de sitios arqueológicos de todo el país la sierra burgalesa. Los resultados de su visita se reflejan en su libro ‘Hombre fósil’ de 1916. En su haber está el descubrimiento de las figuras geométricas en rojo en un bloque del Salón del Coro, un zigzag en Estatuas interior y un panel de grabados en Cueva del Silo. Ellos sí dieron credibilidad a los trazos de caballo en Portalón y aquello derivo en una discusión científica de los franceses con Carballo, el estudioso cántabro.

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