Diario de Castilla y León

Burgos pone en marcha la recuperación del halcón peregrino

Con este programa de reintroducción del halcón peregrino, Burgos espera contribuir a la recuperación de esta especie en la zona y estudiar las principales amenazas a las que se enfrenta

Ángel de Pazo, director técnico del programa de reintroducción del halcón peregrino.- ICAL

Ángel de Pazo, director técnico del programa de reintroducción del halcón peregrino.- ICAL

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Redacción
Valladolid

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La población de halcón peregrino en Burgos ha disminuido considerablemente desde los años 90, e incluso se cree que ha podido desaparecer cerca del 70 por ciento de la población que había anteriormente. Con el fin de ayudar a la recuperación de la especie y evitar que estas cifras sigan aumentando, el Ayuntamiento de Burgos puso en marcha Hacking Halcón Peregrino Burgos, un programa de reintroducción del Falco peregrinus brookei, la subespecie ibérica del halcón peregrino. 

En mayo de 2023 se reintrodujeron en la ciudad siete ejemplares de halcón peregrino (cuatro machos y tres hembras), que desde entonces viven en libertad , aunque vigilados mediante emisores GPS. El programa tendrá una duración de cinco años, y cada año se reintroducirán siete nuevos ejemplares de halcón peregrino en la ciudad. Este proyecto se enlaza también con los objetivos del futuro Centro de Biodiversidad, que sustituye al antiguo Centro de Aves del Cerro San Miguel, que espera abrir este 2023.

El objetivo del proyecto Hacking Burgos es lograr que el halcón peregrino vuelva a criar en Burgos y avanzar en la recuperación de la especie en el término municipal . Además, esta iniciativa busca también ayudar a controlar la población de palomas en la ciudad. “Si conseguimos que se asiente alguna pareja reproductora de halcones, el sitio donde lo haga tendrá una reducción de los daños que puedan producir las palomas”, explican a Ical desde el Servicio de Medio Ambiente y Sanidad del Ayuntamiento de Burgos. 

Para llevar a cabo esta iniciativa, se utiliza el método hacking , que se inicia con la crianza en cautividad de los halcones. El director técnico del proyecto, Ángel de Pazo , explica que estos primeros momentos de crianza y alimentación corresponden a sus progenitores, evitando el contacto humano . Cuando los polluelos tienen 20 o 25 días, “son capaces de alimentarse por sí solos si alguien les lleva la comida”, y es en ese momento cuando los introducen en el cajón de liberación o hacking . Allí los alimentan diariamente a través de un tubo, evitando el contacto directo con ellos .

Para este primer año se eligieron en Burgos dos puntos de reintroducción de las aves, uno de ellos en la torre del monasterio de San Juan y otro el tejado del Museo de la Evolución Humana . De Pazo señala que cada año se elegirán emplazamientos nuevos, aunque cree que se repetirá alguno de los utilizados este año.

A los 30 días, llega uno de los momentos “más importantes del proyecto”, el marcaje de los halcones . Un experto se encarga de anillar a los halcones y colocarles emisores GPS . Se trata de una especie de arnés con un emisor que permitirá conocer su ubicación. Es un proceso delicado porque los halcones están todavía desarrollándose, y el arnés debe permitirles movilidad. Una vez los halcones están marcados, es la última vez que mantienen contacto con ellos . “Con 30 días los halcones tienen el tamaño de un adulto y con 40 días son capaces de volar”, explica. Una vez consideran que los halcones están preparados, abren su jaula para que sean libres de emprender el vuelo y regresar a la misma cuando lo necesiten para alimentarse. 

Especialmente durante sus dos primeros años de vida, los halcones “ viajan muchísimo ”, de ahí su denominación de ‘peregrinos’. “Cuando son jóvenes, su instinto es dispersarse, buscar un territorio propio, relacionarse con otros halcones. Está en su naturaleza abandonar el territorio y buscar el suyo”, afirma, a la vez que se muestra convencido de que todos los halcones que han soltado en Burgos se irán, y al cabo de uno o dos años regresarán y volverán a irse. 

Alta mortalidad

La ciudadanía burgalesa lleva unos meses encariñándose de estos halcones, a los que han visto desde que eran muy pequeños. A través de las cámaras colocadas en el monasterio de San Juan y en el Museo, han podido verlos en directo durante el tiempo que estuvieron en la jaula, y actualmente siguen emitiendo si alguna de las aves vuelve a la misma para alimentarse. Además, a través de la cuenta de Instagram @peregrinoburgos pueden conocer las últimas novedades sobre los halcones . Allí publican algunos de los recorridos que hacen, gracias a la señal GPS e imágenes que ilustran alguno de sus vuelos. Teresa, Pilar, Castor, Pollux, Amaya y Oscar son los nombres de seis de los halcones, y un séptimo nunca llegó a tener nombre. 

“Hay bastante interés y seguimiento en las redes sociales . Se ha pedido colaboración de la gente y ha habido muy buena acogida”, señalan desde el Servicio de Medio Ambiente, donde sin embargo consideran que es pronto para valorar los resultados del proyecto, y que no será hasta que pasen cinco años cuando se vean los resultados del mismo.

Recabar datos sobre las principales amenazas a las que se enfrenta el halcón peregrino es otro de los grandes objetivos de este proyecto. El director técnico explica que el halcón peregrino tiene una “ mortalidad muy elevada ” en estado natural, y a través de este marcaje buscan conocer las principales causas que provocan esta alta mortalidad. “Hemos marcado más de una veintena de halcones en diferentes ciudades y la principal causa es la electrocución ”, afirma. De hecho, indica que en torno a un 60 por ciento de las muertes de los halcones se deben a este motivo. A esto se unen los disparos en época de caza y la depredación por parte de otros animales, aunque en menor medida. 

Los halcones liberados en Burgos también han sufrido estos peligros, y a día de hoy, tres ya han perecido por alguna de estas causas. El primero fue Pollux, a principios de agosto, tras posarse en una torreta eléctrica que acabó con su vida. Algo similar le ocurrió a Amaya, unos días después, que también murió por electrocución tras subirse a una torreta eléctrica. En ambos casos se informó a las autoridades competentes, con el fin de que se corrijan estos tendidos eléctricos. “La muerte de estos halcones nunca es en vano. Se denuncia y se obliga a corregir ese tendido eléctrico”, afirman los encargados del proyecto. El halcón sin nombre falleció también hace unas semanas, aunque este fue depredado por un búho real

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