Diario de Castilla y León

SUSANA MORENO | DECANA DEL COLEGIO OFICIAL DE ARQUITECTOS DE CASTILLA Y LEÓN (COACYLE)

«Debemos lograr el reto de rehabilitar 8.000 viviendas con fondos europeos»

Medio año después de ser elegida decana del Coacyle, con siete cumplidos como presidenta del Colegio de Arquitectos de Segovia, Susana Moreno sigue preocupada por los desafíos de la profesión. Es una inquietud como la que le llevó a ser profesora de universidad, concejala del Ayuntamiento de Segovia e incluso representante de un sindicato independiente de funcionarios. Su desarrollo profesional ha ido de la mano de la función pública: doce años de arquitecto municipal en el Ayuntamiento de Segovia, después jefe de área en la Junta de Castilla y León... Tiene muy claro que ahora el reto está en la rehabilitación

Susana Moreno, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla y León Este (Coacyle). / E. M.

Susana Moreno, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla y León Este (Coacyle). / E. M.

Publicado por
Santiago G. del Campo
Valladolid

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Pregunta.– El Coacyle ha señalado la importancia de aprovechar los fondos europeos para implementar la sostenibilidad energética en los edificios. ¿Esa es la nueva batalla del Colegio?

Respuesta.–   Los fondos europeos pretenden hacer un cambio de paradigma. Hacer que la forma de crecer de las ciudades, que siempre ha sido aparentemente infinita –podían ir creciendo a medida que crecían su población–, que se cambie por la idea de que las ciudades hay que regenerarlas. Es mucho más sostenible.

Europa está preocupada, sobre todo, por la sostenibilidad, que no es exactamente lo mismo que el ahorro energético. Hay recursos que ya están gastados, en forma de edificios. Son edificios que se pueden mejorar, porque tenemos técnicas actualmente de mejora de esos edificios.

Son edificios que se hicieron, muchos de ellos, cuando no había ni siquiera normativas que regularan condiciones térmicas mínimas, con lo que en muchos casos no tienen un aislamiento, pero tampoco alcanzan los criterios de confort a los que la sociedad actual está acostumbrada.

La sociedad de hace 40 años vivía de una manera en la que la sociedad de ahora ya no quiere vivir. Somos una sociedad con mayor exigencia de confort. Entonces, ¿qué podemos hacer? Regenerar las ciudades, rehabilitar los edificios.

P.–  Y ahí entran los fondos europeos.

R.–   Sí. Pretenden generar un impacto muy fuerte de rehabilitaciones, mucho mayor de lo habitual. Si Castilla y León habitualmente da subvenciones para unas mil viviendas al año, los fondos europeos pretenden que se rehabiliten 4.000 viviendas al año en Castilla y León. Ese es el cambio.

«Debemos recuperar los edificios que se construyeron sin criterios de eficiencia energética»

P.– Hace dos décadas había proyectos en algunas ciudades, entre ellas Valladolid, para esponjar barrios muy degradados. Se trataba de desalojar temporalmente, derribar viviendas, edificarlas nuevas y reponer a los vecinos. ¿Esa filosofía urbanística está vigente?

R.– No es necesario. Derribar y volver a construir es lo que se pretende evitar. Al revés. Se trata, por un lado, de rehabilitar los edificios hechos sin criterios de eficiencia energética. Esa rehabilitación energética que se hace generalmente desde el exterior, desde las fachadas, es la forma más eficiente, la mejor forma de rehabilitar esos edificios. Por otro lado les cambia la imagen, con lo cual renuevas también la imagen de esos edificios.

P.– Como en el barrio vallisoletano de La Rondilla, con esas nuevas fachadas blancas. ¿Abogan más por eso?

R.– No es que aboguemos por eso, es que eso es el futuro. De hecho, para poder llevarte fondos europeos en algunos de los planes, te exigen que el 70% de los escombros que se generen en esa rehabilitación se tienen que reciclar. Imagínate hasta qué punto los derribos están penalizados, que el 70% se tendría que reciclar. Eso es sostenibilidad, porque no solo es energética, sino supone cuidar los recursos que ya se han gastado. Es como reutilizar la ropa.

P.– Pero hay edificaciones de los años 40 que son prácticamente irrecuperables, muy desfasadas…

R.– No es tan complicado, porque al final la eficiencia energética consiste en poner un mejor abrigo a los edificios. Y poner un mejor abrigo a los edificios es muy fácil, porque actuando desde el exterior evitas puentes térmicos, que es como nosotros llamamos a aquellos puntos que no están aislados y por ahí se perdería el calor. Es como si tú te pones un abrigo. A los edificios hay que abrigarlos y no es difícil hacerlo. Las carpinterías cada vez son mejores, el alzamiento de fachadas…

Hasta los años 80, hasta 1979 para ser más concretos, no se exigía que hubiera ningún tipo de aislamiento en el exterior de los edificios. A partir de ahí, y hasta ya entrados los 2000, no se exigía nada más que unos 4 centímetros de aislamiento de bajas prestaciones, como el corcho blanco. Ahora mismo estamos poniendo 12, 14, 16 centímetros –dependiendo de la zona donde estemos ubicados–, de asilamiento en el exterior en fachadas, y normalmente superior en cubiertas.

Con los fondos europeos, la rehabilitación energética estaría ahora al alcance de muchos más, porque pueden llegar a financiar a fondo perdido hasta el 80% de la actuación.

P.– Se puede decir que el cambio climático tan traído y llevado también está llegando a la arquitectura.

R.– Está cambiando la arquitectura, por supuesto. Pero igual que nos está cambiando a todos. Los arquitectos no somos ajenos a los valores de la sociedad en la que vivimos. Al final la sociedad es la que nos demanda hacer una arquitectura de una manera o de otra. Nosotros podemos ir un poquito por delante y empujar a que ocurra eso, igual que ahora está empujando Europa con los fondos europeos.

Igual que los arquitectos de los años 70 estaban en otras cuestiones, en otros valores que era acoger a toda la gente que venía del campo y darles una vivienda, y eso era lo que había que hacer, y no se paraban a pensar en otras cosas, ahora hay otros valores que la sociedad tiene y que los arquitectos estamos recogiendo, sí.

P.– ¿Solo se enfocan esos fondos a la rehabilitación energética?

R.– No, hay otros programas de conservación de los edificios, de accesibilidad, etcétera. En general, el desarrollo sostenible tiene tres patas: la conservación del medio ambiente y el patrimonio cultural, la cuestión social y el desarrollo económico. En Europa hablamos del equilibrio entre las tres cuestiones.

También tenemos ahora una mayor sensibilidad hacia los espacios públicos. Tenemos una mayor sensibilidad para que todos puedan utilizar los espacios públicos en mejores condiciones. En condiciones más adaptadas a las diferentes diversidades. Pero también se está proponiendo, en relación con el cambio climático, la renaturalización de los espacios públicos, evitar la impermeabilización del suelo urbano para permitir precisamente evitar el efecto isla de calor, por ejemplo, o mejorar las características del terreno, que pueda evaporar el suelo el agua, etcétera.

P.– Iniciativas de algunas ciudades como los jardines verticales, los jardines colgantes por las calles, o lo que acaban de proponer, que las azoteas de los edificios deban contener jardines urbanos, ¿todo eso realmente tiene utilidad o solo es propaganda política?

R.–   Es una proyección de futuro al que se supone que vamos encaminados, o deberíamos ir. Sabemos que tenemos una superficie de calles, de espacio urbano, de plazas, carreteras, etcétera, pero también tenemos una enorme superficie de cubiertas, se ven en un plano. Se puede utilizar para dos cuestiones que son de mucho interés, porque están en general infrautilizadas para instalaciones y poco más.

Por un lado, está la posibilidad de preparar vegetación, hacer azoteas verdes que ayuden a regular el clima, a evitar ese efecto isla de calor, y por otro lado que se puedan incorporar energías limpias, renovables, de forma que incluso las azoteas de las ciudades, en el futuro más idílico, generen la energía que se consume. Las ciudades gastan una enorme cantidad de energía ahora mismo, y la idea es que se revierta, que sean las ciudades las que generen energía.

«Tenemos una enorme superficie de cubiertas infrautilizadas que podrían utilizarse para el autoconsumo»

P.– Dicen ahora que quien tiene un tejado tiene un tesoro. Las pequeñas instalaciones de energía fotovoltaica son mucho más asequibles que antes, pero el Código Técnico de la Edificación solo obliga a instalar placas térmicas. ¿No sería más útil que eso cambie y que sean las fotovoltaicas las de obligatoria instalación?

R.– Hay muchas energías renovables distintas, y es verdad que no solo están las placas fotovoltaicas para generar energía de autoconsumo. Está también la geotermia y la aerotermia, que quizá es lo que se está instalando ahora mismo, lo que está evolucionando mejor y a mejores precios, porque antes era extraordinariamente caro.

Hay diferentes sistemas que se pueden acometer. Las placas solares dependen del tiempo, de la cantidad de horas de sol que tengas, pero por ejemplo la geotermia no depende de eso. Son muchos sistemas diferentes y cada uno es adecuado en función del edificio en el que estemos.

Las placas solares serían interesantes en la industria. Tenemos enormes superficies de cubiertas en las naves industriales que sí serían adecuadas para albergar placas solares y parte de la energía de esas industrias fueran de autoconsumo.

P.–  Echando un vistazo al mercado, la vivienda ha vuelto a estar en auge pero ahora las cifras revelan una caída del 3% en el segundo trimestre del año por los efectos de la crisis. También se apunta a una superficie visada que ha caído tras cinco meses al alza. ¿Preocupan a los arquitectos estas tendencias de mercado?

R.– El mercado ahora mismo está en una enorme incertidumbre. Nos tiene extraordinariamente preocupados. Nos recuperamos muy rápido del coronavirus, hubo diferentes factores que afectaron a esa recuperación, tanto el ahorro de las familias en el confinamiento, sin vacaciones, como la necesidad que apreciaron de rehabilitar sus viviendas, de transformarlas, o de rehabilitar la casa del pueblo para irse.

Esa conjunción de diferentes aspectos hizo que la recuperación fuera muy rápida. Quizá fuimos el primer sector que se recuperó. Y cuando se recupera el sector de una forma tan rápida nos encontramos con que no existe mano de obra.

Hay un cóctel muy peligroso. Primero, una inflación enorme en los precios de las materias primas de la construcción –yo creo que fueron los primeros precios que subieron, antes que la energía, porque empezaron a subir en mayo del año pasado–, con lo cual se encarecen aún más todas las materias elaboradas, carpinterías, etcétera. Después de eso nos encontramos nuevamente con que hay muy poca mano de obra, porque en el 2009, con la crisis del sector de la construcción, cayeron dos terceras partes de las empresas constructoras, y los trabajadores se tuvieron que ocupar en otros sectores. Ahora, hacer que vuelvan a la construcción es tremendamente difícil, porque además necesitan una formación: no todo el mundo es un oficial de primera.

Ese cóctel de mucha obra pública, que proviene o se espera que provenga de los fondos europeos –porque vienen 160 millones solo a Castilla y León para rehabilitación energética, conservación, etcétera–. Es un cóctel peligroso, y no sabemos qué es lo que va a ocurrir.

Lo que sí hemos visto es esa bajada de un 3%, en lo que es visado de proyectos. Y lo que sí estamos viendo nosotros desde la calle es que hay un montón de obras que no se están ejecutando porque han subido de precio tanto que los proyectos en cinco meses quedan desfasados.

P.– Eso está pasando mucho en la obra pública.

R.– En obra pública está pasando mucho pero en obra privada mucho más. La gente se está empezando a pensar en esperarse a construir la casa, que cuando la proyectaron pensaron gastarse una cantidad, y ahora les ha subido un 35%.

P.– Han abierto en el Colegio una oficina de apoyo a la rehabilitación. ¿Es necesaria para gestionar esos fondos europeos?

R.– Estamos en conversaciones con la Junta de Castilla y León, junto con el Colegio de Arquitectos Técnicos y Agentes de la Propiedad Inmobiliaria para poder crear las oficinas de rehabilitación tal y como creíamos que tenían que ser. No deberíamos desaprovechar esos fondos y cumplir el objetivo de rehabilitar 8.000 viviendas. Eso supone una gran carga de trabajo administrativo para la Administración pública, y sobre todo tenemos que llegar a la gente para que pida esas subvenciones y sepa qué tiene que presentar para que se las puedan otorgar.

Nosotros lo que queríamos era crear una oficina de apoyo al ciudadano, no solo al colegiado, y a la Junta de Castilla y León para lograr entre todos sacar adelante esos fondos. Que el Colegio fuera una ventanilla única para registrar la documentación necesaria, dar a conocer esos fondos y asesorar. Por ahora solo estamos en eso: en conversaciones. No hemos recibido respuesta de la Junta de Castilla y León. Por ahora lo que tenemos en marcha es una oficina de asesoramiento a los colegiados.

P.– Aquella crisis del 2008 disuadió a muchos de estudiar Arquitectura. ¿Cómo está la profesión? ¿Hay muchos o pocos colegiados?

R.– Fue un momento de mucho pesimismo. Pero la profesión de arquitecto es una profesión extraordinariamente bella, porque nosotros, al final, estamos diseñando el hábitat donde viven las personas. Tanto en el interior del edificio, donde estamos entre el 85% y el 90% de nuestro tiempo vital, tanto trabajando como viviendo en nuestras propias casas, como el espacio público que utilizamos. Eso es para sentirse afortunado. Además resolvemos los problemas normales de la gente: una obra de mantenimiento, una obra de conservación, de rehabilitación energética, etcétera.

Lo que sí estamos detectando en arquitectura es un cambio en la forma de ejercer la profesión. Antes se ejercía la profesión prácticamente de forma única como arquitecto por libre, con un estudio, muy atomizado en la estructura. Ahora lo que estamos percibiendo es que cada vez más los arquitectos jóvenes se unen en grupos numerosos de arquitectos, que forman sociedades, muy interesantes, porque además son muy activos, no solo en arquitectura sino en compromiso social.

Además hay muchos arquitectos que se especializan. Ahora mismo es muy difícil hacer un proyecto solo. Siempre necesitas una serie de software complejos, cada vez la normativa que hay que cumplir es más compleja, y estamos viendo a arquitectos que se están especializando en la utilización de programas que justifican el cumplimiento de normativa para otros arquitectos.

Al final hay muchos arquitectos que trabajan para otros arquitectos en especialidades del tipo del certificado de eficiencia energética del edificio; inspección técnica de la construcción; cálculo de estructuras; energías renovables, etcétera.

P.– Es una profesión de colegiación obligatoria. ¿Cuántos están colegiados en el Coacyle? Los que están, serán los que son…

R.– La colegiación es obligatoria para trabajar como arquitecto. Hay otros arquitectos que trabajan dentro de estudios y no están colegiados, o que trabajan en otras disciplinas que no necesitan esta colegiación. Somos 1.500 en total, en el ámbito del Coacyle: Burgos, Valladolid, Soria, Ávila y Segovia.

P.– Hay ahora un debate sobre los costes de referencia en la construcción.

R.– Llevábamos mucho tiempo sin que el Colegio se pronunciara sobre los costes de referencia y ahora se han escogido unos módulos determinados, avalados por el Ministerio, que sirvan para los colegiados. Cada arquitecto elabora su presupuesto según su saber y entender, y esa referencia le puede servir de ayuda. El debate está en qué hacemos, si lo subimos o no, porque están realmente desbocados los costes de la construcción y esos precios de referencia se han desfasado en cosa de un año.

P.– El precio de la vivienda nueva sube tanto que parece que asoma otra burbuja inmobiliaria. ¿Es así?

R.– No. La burbuja se produjo cuando se utilizó la vivienda como moneda de especulación. Se compraban cuatro viviendas en proyecto de la misma planta y en 4 o 5 meses, antes de que estuvieran construidas, se revendían un 20% más caras. Eso es una burbuja, porque es una especulación pura y dura. Pero ahora no, ahora sube, simplemente, el valor de la construcción. Es simplemente inflación.

«No hay una nueva burbuja inmobiliaria, simplemente el precio sube por el incremento de costes de construcción»

P.– ¿Se está construyendo mucho o poco? ¿Se construyen las viviendas suficientes?

R.– En una Comunidad como Castilla y León, en la que cada vez tenemos menos población, me cuesta pensar que falten muchas viviendas. Lo que sí tenemos que evitar es un crecimiento urbanístico injustificado.

Bilbao está revisando el Plan General. No es una ciudad excesivamente grande, más bien pequeña en relación con su población. Va a hacer un plan general donde no se va a crecer ni un metro cuadrado de ciudad.

Ese es el futuro. Ahora mismo hay unos indicadores donde puedes estudiar si una ciudad es o no una ciudad de éxito en función de varios indicadores. Uno de ellos es la densidad de población en un radio determinado del centro de la ciudad. Cuanto más densidad, más capacidad de éxito en un futuro.

P.– Hay ciudades como Valladolid con muchísimo suelo por desarrollar en el centro urbano, como los antiguos talleres de Renfe…

R.– En ciudades como Segovia, Ávila, Soria o Zamora, donde están sufriendo un  proceso de despoblación continuo, se están despoblando los centros de las ciudades. Ahí no se trata de regenerarlos para construir mayor número de viviendas sino se trata de rehabilitar los edificios para habilitar las viviendas. Las viviendas existen, están vacías. No podemos hacer el efecto dónut de que las ciudades se van vaciando en sus centros y ampliando sus periferias.

P.– El Código Técnico de la Edificación tiene ya más de dos décadas. ¿Qué habría que cambiar y qué no?

R.– Eso sería muy amplio. Somos una profesión hiperregulada. Somos quizá la profesión del sector de la construcción con más regulación normativa. El Código Técnico es muy preciso, lleno de diferentes documentos que nos ha complicado un poco la vida, y que ha ido modificándose.

La normativa es cada vez más exigente en materia de seguridad, accesibilidad, eficiencia energética, y está bien que lo sea. Pero esa normativa, al final, ha cambiado totalmente nuestra forma de trabajo, incluso generando nuevas especialidades, como habíamos dicho, con compañeros que se dedican a justificar el cumplimiento de todas esas normas.

El anterior presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos decía que los arquitectos tenemos tanta normativa que estamos diseñando un edificio como si fuera un prototipo de un nuevo modelo de vehículo. La diferencia es que el mismo diseño de un nuevo modelo de vehículo se repite millones de veces, y nosotros tenemos que hacer un nuevo diseño por cada edificio que nos encargan.

Estamos hablando de un control tan absoluto de todo –que está muy bien porque las viviendas están cada vez mejor construidas–, que no sé si en España se valora el esfuerzo que los arquitectos realizan cada vez que diseñan un edificio.

«La Administración usa nuestro trabajo para que saquemos adelante lo que no ha hecho en décadas»

P.– Hay demasiado papeleo en la profesión, entonces.

R.– Sobre todo normativa que afecta a nuestra profesión y no depende directamente de nosotros. Normas de carácter sectorial. En el urbanismo se ve muy bien. Lo que al final se está utilizando es nuestro trabajo, sobre todo en ordenación del territorio y urbanismo, para que nosotros hagamos lo que la Administración no ha hecho durante muchas décadas. Por ejemplo desde el mapa de ruido de los municipios hasta mapa de zonas inundables, mapa de riesgos naturales, de todo tipo.

Ese tipo de trabajos, que al final se imputan o se exigen a los planeamientos urbanísticos, también nos está complicando mucho la aprobación de esos instrumentos. Si cada Administración hubiera hecho su trabajo tendríamos todos esos mapas maravillosos que nos darían muchísima información y sería en los que nos tendríamos que basar nosotros para sacar adelante una ordenación de los municipios. Por ejemplo.

P.– La eligieron en mayo como decana del Coacyle. ¿Cuál son sus principales objetivos en este mandato?

R.– Hay muchas cosas que tenemos que poner en marcha –porque tengo un equipazo, no soy solo yo–. Lo más urgente es conseguir llevar a cabo las oficinas de rehabilitación, para que los fondos europeos para la rehabilitación energética lleguen a todos, o al máximo posible.

Esa es la más inmediata. Pero una de las más importantes es que necesitamos transmitir a la gente que en Castilla y León se está haciendo arquitectura de mucha calidad, y prueba de ello son los Premios de Arquitectura de Castilla y León que se dieron el 30 de junio pasado. Esa arquitectura de calidad no es elitista, es para todos, que incluso se hace en municipios muy pequeños y muy afectados por la despoblación.

P.– ¿Algún ejemplo concreto?

R.– Por ejemplo una de las obras premiadas son las piscinas de Castromonte, de Óscar Ares. Han regenerado la actividad de ese pueblo, no solo por ser piscina sino por ser un lugar de encuentro y ocio.

Hay que destacar que nosotros exportamos arquitectura. El primer premio de esta edición se ha dado a Primitivo González con el Ayuntamiento de Salem, en Alemania. Y esa arquitectura puede llegar a todos. Es importante que la gente sepa que no se tiene que ir lejos, que aquí tenemos muy buenos arquitectos, que tenemos arquitectura de calidad para mucho tiempo, porque hay muchos arquitectos jóvenes que han ganado premios de arquitectura ya. Y que es para todos.

La belleza de nuestro hábitat está directamente relacionada con nuestra calidad de vida y nuestra salud. Es bueno que podamos vivir en espacios donde nos apetezca vivir, que nos sintamos bien dentro de ellos y que los arquitectos podemos conseguir.

Otro de nuestros objetivos es la divulgación de la arquitectura de calidad y para ello estamos en contacto con la escuela de Arquitectura de Valladolid, con muy buena sintonía, con el equipo directivo de Darío Álvarez, y creemos que podemos contribuir a la formación continua del arquitecto con las sinergias que podamos establecer.

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