25 años del rescate que liberó a Ortega Lara de un zulo tras 532 días secuestrado
De su secuestro sólo se tenían sospechas que se transformaron en una oleada de indignación popular al comprobar en qué estado físico llegó
25 años desde el día que se ponía fin al 532 días de secuestro de José Antonio Ortega Lara en manos de ETA. 532 días en un zulo y sin saber qué sería de él al día siguiente. Han transcurrido 25 años desde la liberación, por parte de la Guardia Civil , del burgalés José Antonio Ortega Lara en un día inolvidable para los castellanos y leoneses, volcados durante un año y medio en la exigencia de la liberación de su paisano, secuestrado por ETA en el garaje de su casa y retenido en condiciones infrahumanas en un zulo de Mondragón .
De su calvario sólo se tenían sospechas que se transformaron en una oleada de indignación popular al comprobar en qué estado físico llegó el que fuera funcionario de prisiones a la puerta de su casa, donde se concentraban centenares de burgaleses para darle una bienvenida que horas después se expresó en un pleno municipal y en una multitudinaria concentración en la Plaza Mayor .
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Apenas 10 días después, los burgaleses saldrían de nuevo, masivamente, a las calles por culpa de la barbarie asesina de ETA, esta vez, igual que ocurrió en toda España, en repulsa por el secuestro y posterior ejecución del concejal del PP en Ermua , Miguel Ángel Blanco .
Ortega Lara había sido rescatado de un zulo subterráneo de 2,5 metros de ancho por 1,8 de altura donde sus captores le habían abandonado a su suerte. La Guardia Civil, convencida de haber encontrado el escondrijo, removió de arriba a abajo el taller que ocultaba el agujero en el que permaneció 532 días sin ver la luz del sol y le devolvió a la vida.
Había perdido 23 kilos, masa muscular y densidad ósea pese a sus intentos por permanecer activo paseando por el zulo, apenas unos pasos adelante y atrás, sin espacio casi para hacer un poco de gimnasia.
Tras su liberación fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo y de ahí en helicóptero a Burgos, donde aterrizó sobre el mediodía del 1 de julio de 1997 en uno de los campos de fútbol del cuartel Diego Porcelos .
Del aparato se bajó en primer lugar el teniente coronel de la Guardia Civil, Sixto Martínez Alba , que ayudó a descender a José Antonio Ortega Lara, ya vestido con el chándal rojo que pasó a la posteridad en las fotos de prensa.
De ahí, escoltado por el propio teniente coronel, a su casa, con Domi , su mujer, infatigable luchadora por su liberación junto con sus hermanos y su cuñado, Isaac , que actuó de portavoz de la familia durante meses.
Ortega Lara declararía mucho después en una entrevista sobre su cautiverio el dolor que le causó que su hijo pequeño no le reconociera al volver a abrazarlo por la espesa barba que le había crecido durante el cautiverio, con la que salió al balcón, ya cambiado de ropa, para saludar a los cientos de vecinos que rodeaban su casa de la avenida Eladio Perlado.
Con esa misma barba recibió la visita de José María Aznar tras su liberación. El entonces líder del Partido Popular llegó a calificarlo como su «amigo» en un mitin en Burgos. Sin embargo, en 2008, Ortega Lara acabaría por dejar su militancia en el PP por desavenencias con sus líderes. Posteriormente, como todo el mundo sabe, se convirtió en uno de los fundadores de Vox .
Pero tras la liberación, Ortega Lara se jubiló anticipadamente, una de las opciones que le ofreció el Ministerio del Interior , como víctima del terrorismo y pasó los siguientes meses de su vida recuperándose de la dramática experiencia que le tocó vivir cuando fue secuestrado el 17 de enero de 1996 .
En sus primeros pasos en público, se centró en fomentar el esfuerzo y la creatividad de los alumnos de FP en su condición de secretario de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos de Burgos . También respaldó con su presencia todos los actos de apoyo a las víctimas del terrorismo, concentraciones de repulsa por atentados y otros actos públicos similares que los que permanecía en un discreto segundo plano.
Ortega Lara llegó a concurrir a las elecciones municipales de Burgos en la candidatura de Juan Carlos Aparicio , pero lo hizo en el último lugar, un gesto simbólico que anticipaba su actual vocación política.