Violencia machista
Un militar estrangula a su mujer en Burgos y arroja el cuerpo en un paraje a 40 kilómetros
Fue el propio marido quien denunció la desaparición ante la Policía Nacional para no levantar sospechas
El cuerpo de la víctima -envuelto en plástico, semienterrado y en posición fetal- estaba "muy bien oculto"
La repentina desaparición de Andrea Bejarano (34 años) el pasado domingo generó inquietud en su entorno más cercano. No tenía sentido que esta mujer de origen colombiano, vecina de Burgos desde hacía más de una década, se hubiese esfumado del domicilio en el que residía junto a su marido, Jaime Alberto Nebreda V. (43), y su hijo de siete años. Desgraciadamente, los peores presagios se confirmaban ayer tras el hallazgo de su cadáver, con signos de haber sido estrangulada, a unos 40 kilómetros de la capital. Horas antes, su pareja ya había confesado el crimen ante la Policía Nacional.
Fue el propio Jaime Alberto Nebreda V. quien acudió el mismo domingo a la Comisaría Provincial de Burgos para interponer una denuncia por la desaparición de su esposa. Militar de profesión, trabajaba en la base Cid Campeador de Castrillo del Val, situada a unos 20 minutos en coche de la ciudad. De esta forma, pretendía alejarse del foco de la sospecha. Obviamente, no lo consiguió porque despertó el recelo de los agentes desde el primer momento.

Burgos
Compañeras de la joven asesinada en Burgos: "Desde el momento que vimos que no venía, pensamos que había pasado algo"
Diario de Castilla y León | El Mundo
Andrea llevaba dos días en paradero desconocido cuando sus familiares se movilizaron a través de las redes sociales para intentar recabar algún tipo de información que pudiese resultar útil a la Policía. Según la descripción facilitada, medía 1,54 metros y antes de ser vista por última vez vestía unos vaqueros de color azul y un jersey blanco con corazones. En poco tiempo, la imagen de la joven empezaría a viralizarse en diferentes plataformas. Mientras tanto, los investigadores ya tenían a su pareja, con la que estaba en trámites de separación, en el punto de mira.
Arrancada la confesión de este crimen machista al filo de la medianoche, la Policía Judicial se desplazó junto al detenido hasta un paraje situado en las proximidades de Salinillas de Bureba. Una localidad que ambos conocían de sobra, a la que habían acudido en diversas ocasiones y con la que mantenían un importante «vínculo emocional».
El asesino circuló por la carretera BU-512 que conduce hasta el santuario de Santa Casilda. Al llegar a una curva bastante pronunciada, se adentró por el sendero de las Tres Fuentes con la certeza de que sería un lugar idóneo para abandonar el cadáver. Partiendo de esa premisa, se desplazó unos 50 metros hasta encontrar un lugar «muy bien oculto». Según ha podido saber este periódico, el cuerpo de la víctima estaba semienterrado en una zona de maleza a los pies de un árbol, envuelto en plástico y en posición fetal.
Después de desplazarse con el detenido en plena madrugada, la Policía Judicial regresaría por la tarde al paraje en el que se halló el cadáver en busca de «nuevos indicios» con el objetivo de «completar la investigación». También se procedió al registro de la vivienda en la que residía la pareja. Es decir, el lugar en el se cometió el crimen de acuerdo al testimonio aportado por Jaime Alberto Nebreda V. al verse acorralado.
Con los investigadores pendientes de cerrar los últimos flecos, el subdelegado del Gobierno en Burgos, Pedro de la Fuente, confirmó que «no existían en los registros antecedentes de violencia de género entre ambos». Además, el detenido tampoco estaba fichado. Entretanto, el asesino confeso permanecía en dependencias policiales a como presunto autor de un delito de homicidio. En principio, podría pasar hoy a disposición judicial.
Conmoción en el hospital
Andrea Bejarano era técnica en el laboratorio del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario de Burgos (HUBU). Como era de esperar, la noticia de su asesinato cayó como un jarro de agua fría en todo el complejo asistencial. Especialmente entre sus compañeras, quienes se temieron lo peor desde el principio.
No sabían qué, pero intuyeron que «algo malo le había pasado» cuando «vimos que no venía». A nadie le cuadraba que esta joven alegre y siempre cumplidora faltara a su puesto de trabajo sin avisar, menos aún cuando el lunes había acordado alargar un poco más su jornada para cubrir el retraso de otra técnico del turno de noche.
Debía entrar a las 3 de la tarde y nunca llegó. Apenas una hora después saltaron las alarmas y «comenzamos a movernos», explicó la supervisora del Servicio de Microbiología del HUBU, Amparo García. Llegaron incluso a revisar los ingresos en Urgencias de las horas previas al sospechar que quizá Andrea hubiera podido sufrir un accidente que justificara su ausencia. Aparte, también les daba mala espina su silencio. El hecho de que no diese señales de vida «no encajaba para nada».
Pese a todo, ninguna de las compañeras era capaz de presagiar el lunes que Andrea había sido asesinada por su marido. Nadie sabía si tenía problemas en su matrimonio porque no era asunto de nadie. «En ocasiones venía con él y el niño por aquí, porque lo traían al médico y no se veía nada fuera de lo normal», aseguró García antes de aseverar que, en caso de que hubiera algún conflicto, «ella separaba el trabajo de su vida particular».
García realizaba estas declaraciones a última hora de la mañana de ayer arropada por casi medio millar de personas que secundaron la concentración convocada por la Junta de Castilla y León en repulsa por el asesinato de la trabajadora del HUBU. Durante el acto, se guardó un minuto de silencio que culminaría con un sonoro aplauso en memoria de Andrea, cuyo rostro asomaba de entre la multitud en las fotos que, desde el martes, se difundieron por múltiples canales para alertar de su desaparición.
Casi nadie podía contener las lágrimas. Ni las compañeras portaban esa fotografía reciente de Andrea ni quienes sostenían una pancarta en la que se leía, alto y claro, que «nunca te vamos a olvidar». Los gestos de dolor daban fe, sin duda, del mazazo que supuso la noticia para el equipo: «Nos hemos enterado a primera hora y ha sido muy duro, un trago amargo».
También detalló García que Andrea llevaba unos años como técnica en Microbiología en un área de turno rotatorio para atender peticiones urgentes creada a partir de la pandemia. De hecho, se incorporó a la plantilla del HUBU poco antes de la irrupción del coronavirus,. «También estuvo haciendo transfusiones. Iba y venía, por épocas, pero nunca tardaban mucho en volver a llamarla para otro puesto», precisó mientras hacía hincapié en su buen carácter. «Siempre venía con una sonrisa, era de trato muy agradable y nunca ponía pegas. Si le pedías un cambio de turno o que viniera antes por cualquier circunstancia, lo hacía. Era muy accesible».
La concentración contó con la presencia del consejero de Sanidad, Alejandro Vázquez; la alcaldesa de Burgos, Cristina Ayala; el delegado territorial de la Junta, Roberto Saiz; y la portavoz de la Diputación Provincial, Inmaculada Sierra.
«Ni un paso atrás»
Las reacciones por dirigentes políticos de distinto signo no se hicieron esperar. «Conmocionado», el presidente de la Junta, condenó el asesinato con el siguiente mensaje a través de X (antes Twitter): «La violencia contra las mujeres nos golpea a todos como sociedad. Unidad, firmeza y cero tolerancia contra esta lacra. Ni un paso atrás».
A través de esta misma red social se expresaría el secretario autonómico del PSOE, Carlos Martínez, dejando claro que «queda mucho por hacer en Castilla y León, también en materia educativa, para combatir esta lacra». En la misma línea, el exalcalde de Burgos y portavoz municipal Partido Socialista, Daniel de la Rosa, lamentaba que «la lacra de la violencia machista no cesa» y «desgraciadamente ha vuelto a golpear a nuestra ciudad con este asesinato de una mujer de 34 años». Asimismo, no dudó en expresar todo su «compromiso con las víctima» mientras trasladaba su «apoyo a los familiares y amigos de Andrea».
«Es la lacra que no cesa», apuntaría también el exlíder socialista en Castilla y León, Luis Tudanca, manifestando que «suceda donde suceda, es igualmente dramático y desolador».